Gonzalo Caretti Oria
El mito, el hombre, la leyenda. El guerrillero heroico, o el tirano implacable. No hay términos medios en el juicio de la historia a su figura. El hombre que combatió hasta la muerte los desajustes deshumanizados del capitalismo y que, paradojas de la vida, hoy es el icono por excelencia del merchandising más consumista de la imagen de un rebelde. Todo se funde, algo visceral distorsiona la figura de Ernesto “Che†Guevara. El hombre de las mil luces y algunas espeluznantes sombras. La foto de Korda lo elevó a los altares más paganos, y lo convirtió en la imagen más reproducida después de la de Jesús de Nazaret. Una imagen romántica e idealista que ha sobrevivido a sus propios errores y excesos, no pocos, o mejor dicho, nada triviales.
Errores que en cualquier otra figura, con la mirada crÃtica del siglo XXI, difÃcilmente podrÃamos digerir. Pero la imagen de ése soñador es como un encantamiento en blanco o negro, sin grises. El idealista que entrega su vida por una causa, por lo demás, noble y justa, pero que en su empeño roza un fundamentalismo a veces inhumano. Algunos rescatan el maquiavelismo para esconder esos errores, los de las sentencias de muerte y los juicios sumarÃsimos a enemigos ya vencidos. La suya es la imagen del exigente espÃritu entregado y completamente honrado, pero demasiado severo para entender que no todo el mundo tiene su misma entrega, y que en cualquier caso, la sentencia a muerte nunca es una opción.
Hacer justicia con Guevara es aceptar que no todo son sombras, ni todo son luces: supone rescatar de la crÃtica partidista sus grandes aportaciones a la historia de la justicia social, pero también poner en la balanza esas decisiones tan duras e incluso crueles. Su causa, la de toda América Latina era necesaria, pero los fines no justifican todos los medios.
A Guevara lo asesinaron en Bolivia las autoridades Bolivianas. Hoy decora las paredes de la presidencia del paÃs, liderada por una izquierda populista y quizá un poco a la deriva, algo que el mismo, el Guevara intelectual, quizás no entenderÃa. Su legado ha superado a Fidel, a la Revolución cubana, a la Guerra FrÃa, incluso a la caÃda del Muro de BerlÃn. Es el icono más global de Latinoamérica. El marxismo, por lo demás, ha caÃdo por su propio peso mientras que el guevarismo se mantiene a flote a bordo de una leyenda romántica que a veces parece salida de la pluma de Lord Byron.
Esos juicios mundiales a Guevara siguen siendo delicados para el equilibrio que mantiene a Fidel Castro en el poder. El dictador aún lucha por mantener el halo de romanticismo que un dÃa le llevó de la mano hasta La Habana, un halo que compartió con Guevara, pero que a diferencia del Che, el paso del tiempo ha erosionado hasta desgastarlo. Algo asà ha pasado con la Revolución, cuya idea romántica, que fascinó a la izquierda durante los años 60, ha saltado por los aires tras la espeluznante realidad del dÃa a dÃa. Sólo el ejemplo del Che mantiene un cierto sabor a aquellos años de grandes ideales y se convierte en un contrapeso que mantiene esa esencia revolucionaria. La foto de Korda sigue presidiendo los grandes actos del régimen, olvidando, a veces, que el Ché buscó construir una Revolución diferente.
El Che y Fidel, las dos caras de la revolución más romántica del siglo XX. La historia oficial y las canciones populares los retratan de manera inseparable, nada más lejos de la realidad. Fidel llegó al poder con una idea muy diferente de la de Guevara. Pocos dÃas después de triunfar la Revolución, entre el 15 y el 27 de abril Castro viajó a Washington, en un intento por salvar las relaciones con Estados Unidos. Su reunión con el entonces vice-presidente, Richard Nixon, el 19 de abril, trató de buscar un acuerdo honroso para la recién-nacida Revolución. Nada de marxista habÃa en aquél Fidel y en su idea de Revolución cubana, más cercano a las tesis de Martà que a las de Marx, Engels o Lenin.
Desde la Habana, el Che manifestaba, en privado, su diferente visión, la de la independencia de los pueblos latinoamericanos, y el marxismo como justicia social. La lógica de la guerra fÃa y la decisión de Washington de bloquear Cuba empujó a un entonces pragmático Fidel Castro hasta los brazos de la Unión Soviética para sobrevivir. Un abrazo del oso que el Che miraba con estupor. Él no querÃa un imperialismo, ni “yanquiâ€, ni soviético. El buscaba una fórmula nueva, el “hombre nuevoâ€. La ortodoxia soviética, involucionista, escandalizaba a un Che Guevara que trató de buscar alternativas, primero en la China de Mao, y después, en el Bloque de los No Alineados. Más cercano a Tito o a Nasser, que a Kruchev y el PCUS. La idea de un marxismo diferente y local, adaptado a las particularidades de Latinoamérica y no sometido a los designios de Moscú, le ganó un paulatino arrinconamiento de la nomenclatura cubana, y una contra danza que bailaba en privado con Fidel y con el rumbo de su querida revolución Cubana.
Aquello le llevó a rescatar esa idea aparcada, la de una revolución completa en el continente latinoamericano, la guerrilla en Latinoamérica, la creación del “focalismoâ€. La chispa que encendiera las revoluciones, una teorÃa distorsionada por los grupos terroristas para justificar sus acciones atroces, y por sus crÃticos para elevarlo a grado de demonio.
La crÃtica más visceral lo retrata como un terrorista. No es cierto, ni es justo. Guevara era el guerrillero por excelencia, al margen de sus excesos polÃticos, conceptuales y humanos. Su aportación a la teorÃa de la â€guerra de guerrillas†ha marcado y marca, todavÃa, la táctica y estrategia de una manifestación completamente diferente al terrorismo. No existirá una definición internacional para «Terrorismo», pero sà existen diferencias claras con una guerrilla. Son cuestiones que los Estados tienen en cuenta – o deberÃan hacerlo- a la hora de enfrentarse a una u otra manifestación de violencia polÃtica. Los teóricos de la guerrilla moderna, por ejemplo, sà lo tienen claro. El Che Guevara era uno de los más importantes. El último objetivo de una guerrilla es la conquista del poder, y tienen, para ello, una alternativa polÃtica, con independencia del carácter de ese régimen que quieran instaurar. Normalmente, las guerrillas atacan al ejército regular en un combate, pero también utilizan tácticas como el sabotaje, que en no ningún caso es terrorismo. Sabotaje es la destrucción de infraestructuras -como vÃas de tren, comunicaciones, o maquinaria del ejército- que limiten la operatividad de su enemigo. Existen algunos ejemplos en la historia, que van desde la Resistencia Francesa durante la II Guerra Mundial (El sabotaje al ejército nazi, por ejemplo, durante la Operación Overlord, la mayor aportación de una Resistencia demasiado idealizada), los actos de Lawrence de Arabia durante la Gran Guerra y, por supuesto, la Guerrilla Cubana y la toma de Santa Clara. Sabotajes, todos ellos, al servicio de principios polÃticos profundamente diferentes al terrorismo, porque, para empezar, el terrorismo pierde su esencia polÃtica por la estrategia.
En ocasiones, una guerrilla utiliza el acto terrorista como táctica puntual. Pero reconocen que esa táctica debe de ser excepcional -lo que no lo hace menos cruel- y que el uso excesivo (o Che Guevara,»La guerra de Guerrillas») es especialmente contraproducente para la conquista del poder. Cuando una guerrilla abusa de ello, se convierte en grupo terrorista, pierde su razón de ser, sus objetivos cambian y la táctica puntual se convierte en estrategia y objetivo,. Un grupo terrorista es bastante más débil estratégicamente, aunque conmociona mucho más y es más espectacular. Ese desarrollo, de guerrilla a grupo terrorista, ha ocurrido con numerosos grupos venidos a menos, como, por ejemplo, Sendero Luminoso en Perú. La aportación de Guevara a todos ellos, de manera involuntaria, también se ha hecho notar.
Su aniversario ha vuelto a rescatar el encarnizado debate. El Che Guevara es, en definitiva, el hombre de las mil luces y las duras sombras, fuente de eternas discusiones, desde mil puntos de vista. Pero su figura merece un juicio en la historia que le retrate con la debida justicia, que se acuerde de su cara sin olvidarse de su cruz. El reto es encontrar a quién esté capacitado para a hacerlo sin esa histórica pasión que ha distorsionado, para bien y para mal, al hombre que creó la mayor leyenda del siglo XX.
Gracias, Gonzalo Caretti, por tu artÃculo.
Antes de comentarlo, quiero comentar lo que he visto en la tele del desfile de hoy. Lo que más me ha impresionado de todo es la falta de vergüenza de una parte del público, patriotas de pata negra, supongo. Después de un acto emocionante de homenaje a los soldados muertos este año en acto de servicio, con las familias de las vÃctimas presentes y llenas de emoción, cuando el Presidente del Gobierno acompañaba al Rey a colocar una corona de homenaje al pie del mástil de la bandera en la plaza de Colón, una panda de impresentables no ha tenido mejor idea que ponerse a silbar como cafres desaforados que son. Supongo que silbaban a Zapatero. Y supongo también, como ya dije al principio, que se consideran a sà mismo patriotas de esos que se sienten orgullosos de ser españoles, como Rajoy. Lo que hacen compatible con una falta de respeto total a los soldados caÃdos y a sus familiares. Si eso es ser patriota, yo no quiero serlo. Supongo que a Rajoy el acto le habrá parecido muy bonito, que habrá vivido otro de los momentos más felices de su vida. A mà lo que he contado me ha parecido vergonzoso, propio de mastuerzos.
Creo que poco se puede añadir.
Los que somos jovenes (y no conocemos su vida en profundidad, más alla de un par de biografÃas), quizás no sustraemos más a ese halo romántico que el Che parecÃa desprender para generaciones como la de mis padres.
Es cierto que siempre es complicado hacer un revolución, una ruptura, como la de Cuba (necesaria seguramente) sin derramamiento de sangre, y no es menos cierto que, una vez metidos en ello, es muy complicado evitar los desmanes. Pero ello no lo justifica.
Por otro lado, quizás lo que ha convertido al Che en la figura mediatica (supongo que no le harÃa ninguna gracia) que, incluso a dÃa de hoy tiene más luces (o al menos pesan más) que sombras, además de su muerte, haya sido Fidel.
Con todas las crÃticas que el Sr. Caretti (todas ciertas) hace a la figura de Ernesto Guevara, hay una cuestion que en parte fundamenta ese halo de romanticismo con el que ha llegado a nuestros dias.
A diferencia del sátrapa Fidel, El Che nunca quiso el poder. Mientras Fidel se convirtió en lo mismo contra lo que luchó, El Che sigió luchando.
Mientras Fidel se quedó en la poltrona y se convirtió en una de las mayores fortunas de Latinoamérica (fundada entre otrs en el narcotráfico), El Che se echó a la selva a seguir peleando por los desfavorecidos.
Por último lamento decirle al Sr. Caretti que creo que su deseo de que alguien le haga justicia al Ché no se va a cumplir. Para bien o para mal, por exceso o por defecto, me temo que nunca habrá un analisis objetivo de una leyenda. Y como usted muy bien dice, Sr. Caretti, si algo es el Che, es eso. Una leyenda.
1 Por mi que no quede
De vergüenza y miedo. Asà son los patriotas que siguen a Rajoy. ¿Les importaba algo el homenaje a los muertos? Nada, pues ese fue el momento que aprovecharon para abuchear al presidente del Gobierno. En cambio poco caso le hicieron sus esbirros al bobo solemne de Rajoy en eso de inundar España de banderas. ¿Habéis visto los balcones de vuestras ciudades teñidas de rojo y amarillo? Yo, no. Telemadrid, tampoco, pues bien nos las hubiera enseñado. De risa: Rajoy, Calvo Sotelo y en medio una hembrita con sus banderas en la mano sin saber qué hacer con ellas, como tres auténticos gilipollas, como si les diera vergüenza, con unas ganas de dejarlas caer que no podÃan ocultar. Esta foto sospeche que va a tener en los digitales y en los periódios amplia difusión.
Bon Dia…Gonzalo Caretti Oria…Muy buen articulo sobre el CHé…perdoneme pero…aaaauuuummm….me acabo de levantar y aun tengo las legañas…
¿Que ha pasao?…¿han invadido de banderas Madrid?….
Decis por ahi arriba que han silbado a Zapatero….¿solo a Zapatero o mas bien al Estado actual?
Los silbidos hacia cuatro representantes de España como son el Jefe del Estado,El presidente del Gobierno y los presidentes del Congreso y Senado en un momento de memoria a los caidos es un insulto muy grave para los que lo han hecho posible es decir la mayoria de ciudadanos españoles que apoyan al Gobierno y al Estado.
4 Pep Ito Cuatro OjOs
Que importancia tiene el que haya habido, o no, banderitas. No creo que fuera eso lo que buscaba Rajoy. Si salieron banderitas bien, si no tambien.
A mi modo de ver, ante el video de Rajoy, Zapatero tenÃa dos opciones. una serÃa ridiculizar su puesta en escena, al tiempo que lo desactivaba, añadiéndose él a la postura de considerar que cualquier momento es bueno para definir que los sÃmbolos tienen el valor que tienen y que si la oposición, aun no entendiendo que quiere decier con eso de » con lo que está pasando » entiende como importante darle esa consideración de fecha representativa para la exaltación a la simbologÃa, al 12 de Octubre por sus connotaciones históricas, pues que muy bien, que él, su gobierno y su partido tambien ven bien que la ciudadanÃa, que lo considere oportuno, exteriorice ese dÃa de la mejor forma que entienda, sus sentimientos.
La otra postura es la que ha adoptado el gobierno. Cabrearse, o al menos hacerlo creer, y buscar la confrontación a través de las múltiples manifestaciones que sobre el particular se han hecho, por diferentes miembros del gobierno y del partido.
Personalmente creo que ha sido un error por parte del gobierno entrar en el trapo de la confrontación, por mucho que esa extrategia la vengan desarrollando desde el principio de la legislatura, ya que en esta historia, lo de menos es la fecha, sino la posición. El 12 de Octubre pasa, pero esa imagen de un Rajoy patriotero, brillante para muchos y patética para otros muchos, perdurará, y queda por ver como se desarrollarán en el futuro otras historias, fundamentalmente con referencia a los conflictos autonómicos por motivos varios (financiación, plan Ibarretxe, estatutos, terrorismo, conflictos diversos etc. etc.) por lo que dejar a Rajoy solo en esa posición de Quijote defendiendo a Dulcinea, puede auparlo a otro nivel, a poco que la cosa se complique y la ciudadanÃa entienda que los nacionalismos están abusando a niveles de deterioro grave.
El 12 de Octubre pasa pero Rajoy y el video quedan ……. para la leyenda.
A verlas venir:
Ya lo vi; ya vi a Rojoy sosteniendo la banderita allà en el palco. Patético. Este hombre no tiene categorÃa para ser Presidente de ningún Gobierno.
6 Por mi que no quede
¿Presidente del Gobieno? ¡Cuánta generosidad por tu parte! Ni para presidir la comunidad de vecinos tiene categorÃa. Esto último no es mÃo, sino de Manuel Rico en su brillantÃsimo artÃculo (¡que envidia!) de ayer en Público, aquà recomendado por el siempre maestro Don Cicuta. Rico concluye asà su columna: «… (Rajoy) es alguien que quizá merezca compasión, pero desde luego no vale para presidente. Ni del Gobierno ni de la comunidad de vecinos».
Si tuvieran algo a que agarrarse, habrÃa que ver a la derechona mediática exhibiendo imágenes de fachadas y muchedumbres con tal cantidad y tamaño de banderas al viento que causarÃan un eclipse. Pues no, no fue asÃ. El entusiasmo de la derechona (léase, como muestra, en 5 a Fernando) es perfectamente descriptible. Claro que buscando con lupa, o haciendo un montaje trampa, o recurriendo a la hemeroteca, para mañana igual encuentran algo que nos sorprenda a los escépticos, lo que no serÃa precisamente la prueba del éxito del tonto más solemne.
Además el rey saludo a Rajoy con una indeferencia total. Que se joda el solemnÃsimo.
No sólo son carcunda, son pura estulticia.
Lo siento A verlas, pero es que las cosas son como son.
Ya se te pasará.
Abucheos y pitidos para Zapatero en el desfile de las Fuerzas Armadas
La bandera española ha sido la protagonista no sólo del acto, sino también del atuendo de muchos de los espectadores.
Autor:
EFE
Fecha de publicación:
12/10/2007
Hora:
Actualizada a las 16:53 h
Los gritos en apoyo al Rey se han alternado con los abucheos a José Luis RodrÃguez Zapatero durante el desfile de las Fuerzas Armadas, en el que la polÃtica ha «encendido» a algunos pocos mientras la mayorÃa fotografiaba a los militares y la bandera se convertÃa en complemento de moda en muchos atuendos.
Desde antes de las nueve de la mañana familias enteras y grupos de amigos se han ido acercando a Colón para presenciar el acto, y han aprovechado la presencia de los distintos efectivos militares formados en espera antes del desfile en el Paseo de la Castellana, para fotografiarse con los tanques y los vehÃculos especiales.
La bandera ha sido la protagonista no sólo del acto, sino también del atuendo de muchos de los espectadores: desde los que se la colocaban a modo de capa o de delantal, hasta las mujeres que la llevaban como pañuelo alrededor del cuello, como lazo para sujetarse la coleta de pelo o como cinturón.
Especialmente significativo fue el número de inmigrantes que, como parte de su atuendo (gorras, camisetas o pulseras) portaban la enseña española.
Entre las banderas se han visto bastantes inconstitucionales, alguna que otra con un enorme lazo azul (en homenaje a las vÃctimas del terrorismo) prendido, y muchas otras que, en lugar de exhibir el escudo oficial, mostraban una corona, en apoyo al Rey, quien ha recibido a lo largo de todo el acto numerosos gritos de apoyo.
Durante la hora aproximada de espera que los espectadores han aguantado para estar en primera fila -afortunadamente sin la lluvia caÃda otros años-, la impaciencia ha propiciado algún que otro enfrentamiento entre los asistentes, como cuando un hombre ha increpado a otro por llevar prendido en la solapa de la chaqueta un «pin» del PSOE.
«Dejad la polÃtica para otro dÃa», «estamos en paz», les recriminaban desde las vallas, mientras varios ancianos arremetÃan contra el Gobierno, que «va a hundir y a dividir a España», y eran jaleados por un grupo de adolescentes con banderas inconstitucionales anudadas al cuello.
La Ley de Memoria Histórica que se está tramitando en el Congreso se llevó unas cuantas crÃticas. «Señores diputados: dejen que los muertos entierren a los muertos, queremos vivir la paz de 1978», pedÃa un hombre con una pancarta.
Indiferentes a la polémica polÃtica, algunos comentaban: «pues yo he venido a ver los aviones», mientras que Ana, Asun y MarÃa, todas de 15 años y desafiando la fresca mañana con escuetas minifaldas, reconocÃan que lo que les habÃa traÃdo a Colón era poder hacerse fotos con los militares, «especialmente con los paracaidistas».
También ajenos a la polÃtica muchos niños, subidos a escaleras como en la cabalgata de los Reyes Magos, preguntaban por cada uno de los grupos que desfilaban; otros, no tan ajenos, pedÃan a sus padres no irse tan pronto argumentando: «es que yo quiero ver cómo abuchean a Zapatero».
Otro padre intentaba explicar a su hijo cómo acababa el acto diciéndole: «ahora ser van los Reyes, y te enterarás porque todo el mundo silba al que se queda».
Pero no ha sido Zapatero el único en recibir abucheos e insultos: al paso de las banderas de los paÃses que integran la misión de la ONU en el LÃbano, numerosos asistentes han increpado a la enseña de China, al grito de «chinos, asesinos».
Al final de la parada, un nutrido grupo de jóvenes permanecieron en Colón, muchos de ellos con las banderas inconstitucionales, reiterando los gritos e insultos contra el Gobierno, pidiendo la dimisión de Zapatero y cantando el «Cara al sol».
Quienes no han disfrutado tanto como otros años del desfile han sido los dueños de los puestos callejeros de venta de banderas españolas (10 euros la grande, 5 la pequeña, y 3 euros las pulseras y llaveros), que reconocÃan haber vendido menos que en otras ocasiones. «La gente las tiene (las banderas) desde las manifestaciones contra el terrorismo», explicaban.
Ajenos al desfile, una solitaria pareja tomaba un café en una terraza del paseo, unos pocos ojeaban ejemplares de la Feria del Libro Antiguo, y muchos turistas despistados, sobre todo japoneses y norteamericanos, tomaban fotos mientras preguntaban por qué a veces se oÃan pitidos. «Zapatero is stupid», trataba de explicarles una mujer.
SÃ, Fernando, las cosas con como son. Eso sÃ, no se parecen en nada a la caricatura de la realidad con la que nos castigas dÃa a dÃa.
Yo también me fijé en la extrma frialdad del Rey al saludar a Rajoy, Averlas. Fue muy llamativa. Lo escribà en mi comentario y luego lo borré. Me parece tan patético el personaje que me dio pena de él.
9 Pablo Franco
» …….. SÃ, Fernando, las cosas con como son. Eso sÃ, no se parecen en nada a la caricatura de la realidad con la que nos castigas dÃa a dÃa. …… »
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Por eso entro aquÃ, Pablo. Para que me vayais ensenñando.
Ya iré aprendiendo, poco a poco.