El largo viaje de Pedro Sánchez hacia las laderas del Himalaya

Senyor_J 

Nueva política. Una nueva manera de pensar pero también una nueva manera de hacer. El deterioro de la imagen de los partidos ha traído nuevos patrones éticos, nuevos compromisos con la gente y ha generado todo tipo de renuncias entre los electos para dotar de nuevo de una imagen de honradez y compromiso al ejercicio de la profesión. Las viejas formas de comunicación ya no funcionan como antes, son necesarios nuevos formatos y nuevos canales para crear vínculos con la ciudadanía. Las viejas lógicas organizativas tampoco, los partidos cerrados sobre sí mismos dejan cada vez más espacio a nuevas estructuras más abiertas, más permeables, en las que se desarrollan formas variadas de profundización democrática orientadas a asegurar el sufragio directo sus miembros, tanto en la elección de dirigentes como en las decisiones cruciales. La metamorfosis progresa pero no es completa: algunos partidos clásicos firmemente asentados en las estructuras de poder resisten dentro de los viejos modelos, como si de una cápsula del tiempo se tratase, o bien adoptan formas híbridas en que lo nuevo contamina lo viejo. Huelga decir, no obstante, que el que todo eso se acabe de concretar en modelos de partido más democráticos y en una mejor capacidad de representación de los intereses de los electores es harina de otro costal.

Nuevos liderazgos. En cada partido existen muchos proyectos de líderes y casi todos se siguen forjando, mayoritariamente, bajo el mismo fuego: el de la acumulación de poder en las estructuras internas. La figura del outsider, del independiente que un buen día es llamado a guiar los destinos del partido aun es muy minoritaria. Se conocen pocos casos de ello aunque en las estructuras más renovadoras empiezan a surgir algunos ejemplos. Pero de lo que no puede escapar nadie es de las normas imperantes en cuanto a la construcción de liderazgo electoral. Los tiempos de Internet y las rede sociales han introducido nuevas obligaciones en ese sentido. La conexión emocional del líder con su electorado es más importante que nunca. Las emociones se pueden apelar de muchas maneras, la confianza puede ganarse generando simpatía o apelando a las inquietudes latentes. El vehículo para la conexión emocional lo ofrecen la diversidad de medios de comunicación que tienen los partidos a su alcance y de esa interacción surge el líder exitoso, el líder capaz de movilizar a su partido y a sus electores.

Nuevos militantes. ¿En qué consiste la composición militante hoy en día? Tenemos por un lado a los empleados, los liberados de toda la vida, que siguen siendo el componente esencial de su estructura. Tenemos el militante clásico, aquel forjado en la cultura organizativa del partido, en su disciplina, el que ha aprendido unas formas de hacer y ha adquirido unas formas de pensar, convirtiéndose en el principal sostén de las formas tradicionales de liderazgo. Ambos son modelos que marcan aun con fuerza la vida interna de los partidos, pero también tenemos otro tipo de militante, aquel forjado en las hogueras de la nueva política, que llega a las organizaciones sin una cultura organizativa específica, o aquel más alejado de las estructuras, ese militante que simplemente forma parte del partido, que sigue la vida política a través de los medios y cuya implicación se concentra esencialmente en eventos, campañas y procesos internos. Los nuevos liderazgos congenian con estos últimos tipos de militancia mientras que los viejos liderazgos persiguen sostenerse en el sistema de militantes de toda la vida. Cuanto más se renuevan las estructuras, cuanto más abiertas se vuelven, menos determinantes resultan la viejas formas de obtener el liderazgo real, el orgánico.

Nuevas formas de pensar. Hubo un tiempo de un sistema de dos partidos y ahora estamos en un sistema asimétrico de cuatro partidos. Lo nuevo ha sido visto a menudo por lo viejo, no solo como un fenómeno resultante de las nuevas dinámicas de lo político, sino como un tipo de intrusismo que no puede durar. Las viejas estructuras y las viejas formas de pensar tienden a estrechar lazos y a organizar coaliciones que aseguren el declive de las organizaciones nuevas. Las nuevas oscilan entre la voluntad de parecerse a las viejas mientras se ofrecen como algo nuevo o el de ser algo que esté a la altura de todo lo que ya es nuevo. Los clásicos ejes izquierda-derecha son ahora mismo menos relevantes que el eje vieja política-nueva política para explicar cómo se forman los gobiernos.

El largo viaje de Pedro Sánchez a las laderas de Himalaya consiste justamente en explotar una nueva forma de viajar la montaña más alta. Ya lo consiguió una vez, mezclando lo viejo con lo nuevo, pero las estructuras clásicas lo despojaron de su poder. Su respuesta ha sido lanzarse directamente a lo nuevo, con el sostén sin duda de una parte de lo clásico, pero intentando esta vez conquistar la montaña focalizando su esfuerzo meramente en lo nuevo. La sorpresa con la que se ha acogido el que sus actos tengan éxito, el que a los mismos acudan amplios sectores de militantes, son muestras de las tensiones y los desencuentros entre lo viejo y lo nuevo, así como de las dificultades para comprender lo nuevo. Para Pedro, apelar a lo nuevo es construir un liderazgo emocional mediante viejos y nuevos canales y con el lenguaje de lo nuevo. También lo es apelar al nuevo tipo de militante. Implica igualmente presentar las nuevas organizaciones como espacios con los que colaborar y no como intrusos incómodos.

El Himalaya es una cordillera vieja, una de las más antiguas, surgidas del choque continental que integró la India en Asia y dio forma a dicho continente. No es posible entender Asia sin el Himalaya, es un componente esencial de esta. Pero el tiempo ha ido trayendo nuevas formas de enfrentarse a esa vieja cordillera. Nunca había sido un espacio tan abierto: por sus mas altas cumbres circulan miles de personas cada año, como si de un espacio mucho más accesible se tratase. En el Himalaya hay aglomeraciones compuestas de gente que nunca habíamos visto antes y con conductas que tampoco nos resultan conocidas, puesto que hasta hace poco parecían reservadas a temerarios aventureros. Pedro Sánchez viaja con toda esa gente y se dice dispuesto a alcanzar la cima. Los viejos dioses del Himalaya lo maldicen, preparan la montaña contra él y conjuran el espíritu de lo viejo bajo la forma de una mujer que le haga frente, pero qué duda cabe de que contemplan su viaje con inquietud.

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