Carlos Hidalgo
Pues mientras sigue el interminable recuento electoral tan anglosajón de los Estados Unidos, parece que con todos los votos contados, Donald Trump ha perdido contra Joe Biden. El Colegio Electoral, ese parlamento de un solo uso que se encarga de escoger al presidente de los Estados Unidos, tiene mayoría absoluta asegurada para Biden, mientras que Trump no tendría opciones de ganar, aunque todos los votos que quedan por contarse fueran a su favor (que no lo serán). Lejos de reconocer esto, el aun presidente estadounidense niega la realidad -como viene haciendo desde siempre-, dice que sólo son legales los votos a su favor y denuncia un fraude electoral masivo que nadie es capaz de demostrar.
Los que conocen al personaje Trump desde hace tiempo dicen que esto es la manera habitual de proceder para él, incluso antes de entrar en política. Una de las tácticas de negocio de Trump era no pagar a sus proveedores para luego inundarlos a denuncias -fundadas o no-, de tal manera que el proveedor terminase concluyendo que era mejor quedarse sin pagar a hacer frente a los gastos legales de tanto pleito.
La diferencia en este caso es que Trump no se enfrenta a una empresa de construcción mediana o pequeña, sino a un partido político con fondos de sobra, con equipos legales por todo el país y que su actitud no trata acerca de no pagar facturas, sino de violentar los mecanismos electorales y el resultado de las votaciones. Algo que es demasiado, incluso para gente de su propio partido. De hecho, en cuanto el Fiscal General de los Estados Unidos, el siniestro Bill Barr, ha dado la orden de que se investigue cualquier chivatazo de fraude, por pequeño que sea, el fiscal jefe de Delitos Electorales ha presentado su dimisión.
Otra circunstancia de convertir una pequeña miseria personal en una cuestión de Estado es que una pelea legal a nivel nacional es más de lo que pueden manejar sus equipos legales, encabezados por el notoriamente chapucero ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. La primera oleada de denuncias se ha topado con el rechazo de los tribunales. Y es que los jueces preguntaban perplejos por qué gente que asistía a los recuentos había denunciado que no estaban presentes en ellos, por ejemplo.
Una de las guindas (aunque seguro que nos quedan muchas más) fue la rueda de prensa de Giuliani, convocada en la puerta del garaje la empresa de jardinería Four Seasons, a la que debieron confundir con el Hotel Four Seasons. Sólo que la empresa de jardinería estaba en un descuidado polígono industrial, entre una librería pornográfica y una funeraria. Y para colmo, llamó como testigo de los supuestos fraudes a un delincuente sexual convicto, muy conocido en la política local por tratar de presentarse a todas las elecciones.
El principal asesor de Trump -además de su hija-, su yerno, Jared Kushner, le ha insinuado al presidente si con ese equipo legal a lo mejor no está perdiendo algo de credibilidad. Nada de eso le importa al actual inquilino de la Casa Blanca, que espera que el ruido y la confusión, una vez más, le hagan salirse con la suya.
¿Cuál será el precio de todo eso? Pues es difícil de saber. Una democracia no tiene que soportar tal cantidad de tensión en sus instituciones. Ni, desde luego, ser atacada de esa manera desde dentro. Lo peor es que los imitadores de Trump en todo el mundo están esperando a ver qué grado de éxito tiene para intentar reproducirlo en sus respectivos países.
Verdaderamente lamentable. En efecto, el terrorismo judicial es marca de la casa Trump, ya desde tiempos de su padre. El único pero es que no se enfrenta a un partido sino al Estado, que no puede desistir. Puede denunciar todo lo que quiera, incluso con la ayuda del Fiscal General, pero sin pruebas todos los litigios decaerán. Por otro lado, no está mal que se humille en el fango todo lo que sea posible porque lo merece.
Y el mal ganar . Resulta que Kamala Harris acusó a Joe Biden de racismo y de acosador sexual durante los debates en las primarias ; preguntada por el particular a la hora de ser elegida ( o impuesta por el partido demócrata ) dijo que solo eran cosas de los debates y pelillos a la mar.
Mas allá de lo que pueda formar parte del pasado de ambos es sumamente extraño que una tan grave acusación termine con sonrisas y confetis.
Desde luego se parece mucho a las series y ambas carreras están llenas de claroscuros sin que a pesar de todo ello Trump no deje de ser infinitamente mucho peor.