El Oficinista: Cuando la yaya dejó de trabajar

Senyor G

La mujer siempre ha trabajado, una cosa es que se nos tenga en cuenta, pero trabajar siempre hemos trabajado. En el hogar si quieres, pero no solo en cosas de la casa. Mira que es esclavo trabajar en casas, que en un bar lo es, pero trabajar en casa lo es más, me acuerdo de las montoneras de ropa para coser, mi abuela, la yaya y yo. Y era un no parar, muy esclavo el trabajo en casa, si puedes evítalo.

La yaya decía, un día querré no trabajar, y poco le duró. Justo dejar de hacer cosas así en casa de las que hacíamos y empezarle un malestar en este hombro. Y empezar a ir al médico y no le veían el qué, y seguía con el dolor. Poco disfrutó de “no trabajar”. Luego el brazo le dolía al ir para atrás que no podía hacer así, ¿ves? Y médicos, ahí sí ya acabó viendo el de la Seguridad Social lo que tenía, que tenía Parkinson. Entonces no se sabía mucho de esta enfermedad, le llamaban la enfermedad de Franco y poco más sabíamos. Ahora las cosas han avanzado mucho pero entonces… Costó que le dijesen lo que tenía y fue a médicos por su cuenta y de la seguridad social. El que se lo encontró era de la Seguridad Social, sí, y le dijo consulte y mire, pero ya le digo yo que no hay mucho que hacer. Ahora mismo.

No era una enfermedad para alguien joven, de 55 años sí, yo tendría 15, nos llevábamos 30 así que muy joven le decían los médicos que era para tener aquella enfermedad de viejos. Muy jóvenes las dos, ella para estar con esa enfermedad y yo para ya verla entonces así, siempre enferma.

Y sí, miramos y no había mucho que hacer. Una vecina nos habló de un médico del Hospital de Bellvitge, una eminencia en el tema. Una eminencia. Y sí la operó en Sagrado Corazón, que también atendía allí. Y sí, le quitó el temblor en el brazo, pero claro perdió la fuerza en la mano. Poco había que hacer, aunque ahora se ha avanzado y mucho. Sí, por lo menos se ve antes y se va parando. Sí ¿mitigar dices? Si va más lento. Pero entonces ya nos dijo el médico que le encontró lo que era, que era de la Seguridad Social, mire, pero no hay mucho que hacer.

Ya me dirás si eso era justo, con lo que nos hacían ir a misa entonces. Pórtate bien, reza y mira. Ya me dirás que si hay un dios para qué pasan estas cosas. Si hay derecho a que esto pase. Y la gente sigue creyendo, vamos cuando veo las procesiones y cómo se ponen. Los de abajo van parando y tomando a cada poco, que si no eso no lo aguanta nadie y los que miran y empiezan con el guapa, guapa y así a la virgen y lloran. Pero si es un trozo de madera, ya me dirás tú. ¿Qué no lo ven? Y dicen que es muy guapa… un trozo de madera. Cómo si le hablasen a una persona.

Como la vecina de casa que tenía aquel cristo que te iba mirando cuando te abría la puerta, que ella vería nuestro enanito de jardín y no sé qué pensaría. Que también hizo aquella promesa y acompañó a la procesión descalza porque le fue bien aquella operación, ¿ya me dirás tú para qué? Yo le decía Vecina, si tienes que hacer un esfuerzo así, pues no, haz algo por los vivos, vete ayudar a alguien o algo así, pero padecer así de esa forma, que se le quedaron los pies en carne viva, y ya no estaba para esas cosas, siguiendo un trozo de madera. Oye y que le hablan y se emociona. Yo no lo entiendo, estas cosas por los vivos.

Si, mira que eres pesada con lo de las viudas de minero y así. Que a unas les da por descreerse y a otras por volcarse a rezar. Es que hay cosas que no son justas, y no. El yayo también trabajó en la mina antes de la guerra, y la yaya, que tenía mucha cabeza, le dijo que hasta que no acabase la guerra y luego la mili no se casaban. Guerra y luego otra mili de 3 años, que vete tú a saber que sería esa mili, después de haber perdido la guerra, y no les valía toda la guerra de antes. Así que se casaron tarde y ya nací que la yaya tenía 30 años. Ya me dirás tú si eso era justo, otra vez mili, ¿qué no había tenido suficiente guerra? Pero la yaya tuvo cabeza, para eso y para otras cosas.

Que no lo entiendo lo del trozo de madera, ni esas cosas, una vez visitando a unos primos en Valladolid casi me muero aguantándome la risa cuando se pusieron a bendecir la mesa. Me pilló de sopetón, suerte que iba con el primo Manel y lo pasé, pero pensaba que me moría. ¿Estas cosas no se avisan? Qué mal lo pasé en aquella mesa y de la forma más tonta.

Que sí, que yo estas cosas si tengo que ir a una procesión, prefiero esas del orgullo con esas carrozas y esa alegría. Nos los miramos con el papá en los paseos desde la otra acera, pero eso sí es alegría y no un trozo de madera para gritar guapo o guapa que no lo entiendo ya desde joven. Vamos a mí me ha ido así, desde joven. Así lo veo, que otros lo verán de otra forma, pero eso, que se preocupen de quién lo necesita así ahora estando vivos.

Un comentario en «El Oficinista: Cuando la yaya dejó de trabajar»

  1. ¿ Cual es su queja -testimonio , nuestro mundo , tal vez ? ¿ El peso de la historia ? ¿ Una reparación por las invasiones napoleónicas ? A lo mejor el improperio de que un orgasmo dure mucho menos que un dolor de muelas . O que existe una voluntad subyacente para impedir la redención.
    Un pensamiento melancólico, soñar con un pasado que nunca existió .

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