Pedro Luna Antúnez.
En diciembre de 1940, Dionisio Ridruejo publicó en la revista Escorial un artículo de título casi premonitorio: Advertencia sobre los límites del arrepentimiento. Algunos biógrafos del poeta soriano consideran el escrito como el inicio de la ruptura de Ridruejo con el régimen franquista, si bien aún desde posiciones fascistas que evolucionarían con el paso de los años hacia posiciones lindantes con la socialdemocracia. Dionisio Ridruejo, autor de dos versos del Cara al Sol, prócer falangista durante la guerra civil y director general de propaganda hasta 1941, dimitiría de todos sus cargos políticos e institucionales un año después. Es uno de los ejemplos de hasta qué punto alguien puede renunciar a todo tipo de prebendas y privilegios sin más horizonte que el destierro y la cárcel.
Vivimos en un país de arribistas. Es inusual dejarlo todo cuando se está bien situado. Más insólito aún es reconocer que uno se ha equivocado y que renuncia a seguir participando de una mentira. Para eso se necesita valentía y honestidad personal. Cuando un régimen está podrido cabe esperar que quienes han sido cómplices en mayor o menor grado den un paso atrás. Precisamente, uno de los mayores déficits actuales es que casi nadie tiene el coraje suficiente para admitir que ha cometido errores. Ni mucho menos para bajarse del burro. Sería como renunciar a una vida cómoda. Ganarías en dignidad pero fuera hace frío. Un precio demasiado alto para algunos. No solo para políticos sino para escritores, periodistas, intelectuales o tertulianos. Para todos aquellos que transigieron durante años.
No se trata de arrepentirse desde una perspectiva cristiana. No hay que hacer penitencia ni renegar del pasado. Solo de soltar lastre. De la renuncia como un valor que no podemos perder. Es posible que cuando el primero dé el paso le sigan otros. Pero lo más probable es que muy pocos den un paso adelante y que apenas les siga nadie. Este país es así. El régimen constitucional de 1978 podrá hundirse como el Titanic pero siempre dispondrá de una servicial banda de músicos amenizando el desastre. Cuando éste llegue ellos serán tan responsables como los gobiernos de turno. Habrán sido cómplices con su silencio. Nada más y nada menos.
Uf, asunto complejo esté del arrepentimiento. En general y en el caso que plantea Pedro Luna. Es necesario arrepentirse de la trayectoria previa para cambiar e iniciar otra? No necesariamente aunque en muchos casos si que sería bueno «renegar» del pasado. Y que significa concretamente el arrepentimiento? Juzgar el pasado de uno a partir de la experiencia que ha acumulado con los años? Imaginarse qué si volviera a vivir haría algo distinto aún si las circunstancias se repitieran? A toro pasado, es fácil.
Y en el caso del «régimen constitucional de 1978» que implica? Debemos arrepentirnos de todo o de algo en concreto? De no haber sido más cautos o de haberlo sido demasiado? En qué nos hemos equivocado ? Qué alguien me lo explique con detalle, por favor.
Mi único comentario al artículo de hoy sería que: Se puede decir más alto…………
Hay poco que explicar, Barañain. Simplemente saber diferenciar el bien propio del común y entender que en polítca se está para defender y gestionar el común.
No estoy de acuerdo. Me parece un planteamiento idealista. La política es la forma en que nos enfrentamos a los demás y acordamos con ellos. En la política «no se está para…» La política existe aún si no queremos -aún si nadie quisiera- » estar para». Es juego de fuerzas y relaciones de poder. Uno se puede arrepentir de no haber podido ser más fuerte para haberse impuesto a otros? Porque la política en definitiva persigue eso, imponerse a otros. Si la cosa se ha torcido, necesariamente debemos arrepentirnos del camino tomado? Si es así, debería precisarse un poco más donde estuvo el error. Y si todos nos equivocamos -como se oye decir en estos tiempos de catarsis-, es que nadie es equivocó.
Divago, pero es que hace mucho calor.
Barañaín, yo creo que nos arrepentimos de lo que hacemos o dejamos de hacer, pero no nos podemos arrepentir de algo que está fuera de nuestro alcance, como mucho nos podemos sentir impotentes.
Otra cosa es que este planteamiento se haga cuando alguien en su pasado ha cometido las peores atrocidades o las ha apoyado, ¿cómo se puede seguir adelante sin arrepentirse y condenar la atrocidad? siendo un psicópata sí, claro!
A mí me gusta creer que la política es lo que dice Fernando, que está para defender y gestionar el bien común. Ya estamos viendo continuamente que la política que nos maneja es un juego de fuerzas y relaciones de poder… pero no de los partidos políticos sino de los mercados, y para los mercados……
Saludos!