José D. Roselló
Pues sí, una vez más mis previsiones no fueron acertadas y España se proclamó campeona de Europa. Cabe decir que en uno de los itinerarios menos diplomáticos que se podría tener, ya que por el camino eliminamos a nuestro mayor mercado de origen turístico -Francia-; a uno de nuestros principales socios comerciales-Portugal-, que además junto con Francia representa casi el 50% de nuestra cuota exportadora, y, como colofón, ofendimos al más firme aliado europeo en nuestra batalla por mover el timón de Bruselas -Italia-. Afortunadamente las contiendas deportivas, por muy elevado que sea el caudal de los ríos de tinta que generan, y muy buenas o malas tardes que nos den, son incruentas en lo que concierne a las cosas de comer.
Minimizado por lo deportivo se han dado varios hechos importantes en este mes de junio recién acabado que pueden afectar al futuro a medio plazo en lo económico. Todos ellos se relacionan con la resolución favorable a los intereses españoles de la enésima cumbre continental para tratar de solventar la mala situación por la que pasaba, y aún pasa, la Zona Euro.
Beneficiándose de la presión interna y externa recibida por Alemania, España e Italia jugaron una buena baza negociadora forzando un compromiso europeo para que las ayudas destinadas a la reestructuración bancaria -el célebre “No-rescate”- al menos no compute como deuda pública para los países receptores.
Coméntase que frau Merkel cedió finalmente ante la perspectiva de volver a ser besada y abrazada por Berlusconi en las próximas reuniones europeas, si se consumaba la dimisión de Monti con la que este amenazaba. Más en serio, fue el bloqueo del acuerdo final de la cumbre al que España e Italia se mostraban dispuestas, lo que hizo ceder a las posiciones más duras de Alemania, Finlandia y otros países “virtuosos”.
Dicho acuerdo para un muy tímido impulso de demanda europeo -un 1% del PIB continental es muy, muy corto-, estaba siendo requerido desde el exterior. Desde fuera hay una convicción general de que Europa debe hacer un esfuerzo por crecer, y este esfuerzo era, hasta la fecha, inexistente. Menudearon los mensajes de EEUU y el FMI, por boca de Obama y Christine Lagarde, que si en público se atrevían a dar esos toques de atención, qué no se estaría diciendo en reuniones más discretas.
Por otra parte, la canciller Merkel también sentía presión desde el interior. Ante la necesidad de encontrar un punto de acuerdo con un creciente SPD, se veía en la necesidad de ofrecer un compromiso visible en pro de una política que no solo hiciese del equilibrio presupuestario el único objetivo, sino que incorporase alguna medida de fomento del crecimiento económico.
Parece que las barbas peladas de Sarkozy y el advenimiento de Hollande han conmovido en cierta medida las convicciones más inmovilistas. O eso, o ver que los datos económicos muestran tercamente lo poco acertado de este enfoque, pero como los datos económicos llevan diciendo esto hace tiempo, quizás vaya a ser que no está aquí la única razón de la apertura de miras.
No obstante, parece que esta vez sí, el trasatlántico europeo gira unos grados su anterior rumbo. Al hilo de los resultados de la cumbre se prevé por parte del BCE una apuesta más favorable por una política monetaria un poquito expansiva. Por fin, tras cuatro años de recesión, se anticipa una bajada de los tipos por debajo del 1%. Cuando se piensa que EEUU lleva cuatro años casi en el 0%, se da uno cuenta de lo lenta que puede ser Europa cuando se empeña… Estas noticias, como la consecución del campeonato europeo, ejercen un cierto efecto lenitivo, pero, van a tener poco efecto en la economía real de nuestro país. Coloquialmente hablando, aunque “algo es algo”, tampoco “es para tirar cohetes”. Las perspectivas siguen siendo negativas.
En primer lugar, desde la parte del impulso al crecimiento, el plan, como se ha dicho, es escaso, pero fundamentalmente porque a escala nacional en los próximos meses estamos esperando medidas del tono justamente opuesto al crecimiento. Más recortes y más subidas de impuestos.
El efecto neto a esperar sigue siendo contractivo, justo lo contrario a lo que necesita la economía española para crecer y crear empleo. En las presentes circunstancias necesitamos un buen empujón para arrancar y el balance global de la política fiscal española en este momento es completa y absolutamente de freno. Precisaríamos, por ejemplo y como poco, como muy poco, una relajación en la senda de ajuste presupuestario, porque la presente es imposible de cumplir en las presentes circunstancias sin suponer una estrangulación completa de nuestras posibilidades de crecimiento.
En segundo lugar, desde la política monetaria, la contracción crediticia que en nuestro país están sufriendo hogares y empresas va más allá de lo que pueda solventar esta rebaja de tipos. Se precisan medidas adicionales. La situación es compleja por los efectos cruzados presentes en este momento: apalancamiento, paro y contracción de la actividad y anormalidad en los mercados financieros internacionales por la crisis de la deuda. Una buena medida en este sentido por parte del BCE sería una apuesta por la compra directa de deuda pública, que, al menos liberaría la presión a la que se ven sometidos los presupuestos públicos españoles.
Bienvenido sea el cambio del “aroma” de la política europea, sin duda, pero necesitamos más que humos calmantes para solucionar nuestra situación. Necesitamos hechos decididos.
PD y casi off-topic. La bajada del paro registrado en junio, desgraciadamente, no pasa de ser otro ejemplo de perfume sin “chicha” debajo. Como se ha citado en otras ocasiones en este mismo blog, obedece a efectos estacionales cuyo signo se invertirá al acabar los meses de calor.