Europa en acción en el Mediterráneo

LBNL

El último naufrágio conocido de cientos de ahogados en el Mediterráneo forzó que la emigración fuera el tema central para la Unión Europea toda la semana pasada, que culminó con una reunión extraordinaria de los jefes de estado y de gobierno de los 28 Estados Miembros en la que se adoptó un paquete de decisiones importantes que podrían empezar a poner fin a la tragedia.

Entiéndaseme bien. Ni la UE ni nadie puede terminar a corto o medio plazo con el problema de fondo: la tremenda disparidad de rentas entre la ribera norte y sur del Mediterráneo (14 a 1 la última vez que busqué el dato), acentuada a medida que se desciende al África negra, asolada por conflictos, o se profundiza hacia el este (Siria, Somalia…).

Unos por escapar del horror diario que amenaza su supervivencia y otros movidos por el ansia de poder desarrollar una vida en plenitud en el paraíso europeo, se embarcan todos en largos y peligrosos periplos que les llevan – si sobreviven – hasta la costa libia, y en menor medida hasta Ceúta y Melilla o hasta Estanbúl, desde donde pasan a Grecia. Son muchos más los que llegan hasta Europa que los que perecen por el camino – por eso siguen intentándolo – pero las cifras de muertos en los desiertos africanos o en el mar son aterradoras y escandalosas, por no hablar de las penalidades añadidas sufridas por los que consiguen llegar: hambre, sed, violaciones y abusos a manos de los traficantes de seres humanos o de las policías locales…

Es un problema complejo porque tampoco podemos abrir la puerta a todo el mundo que quiera venir. Dado el envejecimiento gradual de la sociedad europea, sabemos que necesitamos inmigrantes para mantener nuestro modelo económico pero nuestras economía tienen una capacidad de acogida limitada. Sin embargo, la situación actual es la peor de todas. En vez de articular un sistema sensato de inmigración legal con cuotas por sectores económicos y por países de origen, tratamos de cerrar la puerta a todo el mundo y nos beneficiamos de la aportación de aquellos que consiguen colarse, después de un sufrimiento innecesario e inaceptable, además de muchos muertos.

Como casi siempre, hacen falta unas cuantas docenas de muertos visibles y concentrados para que movamos el culo: unos pocos no bastan, muchos a cuentagotas tampoco. Hace cosa de un año, otro naufragio aterrador cerca de Lampedusa, propició que la Comisión Europea montara un grupo de trabajo y que Italia lanzara por si sola una operación militar naval de rescate (Mare Nostrum). Pero pronto olvidamos las imágenes de los cadáveres apilados y la urgencia política fue reemplazada por la inercia burocrática. El grupo de trabajo concluyó con una serie de recomendaciones que los Estados Miembros de la UE aceptaron de buen grado, pero a las que, inmediatamente a continuación empezaron a poner trabas en vista de su coste, desoyendo también las llamadas italianas a «comunitarizar» su misión naval. Y no fueron pocos los excusaron su falta de entusiasmo suscitando el supuesto efecto llamada del rescate, llegando algunos a subrayar que si Italia decidía seguir rescatándolos, debería garantizar que los rescatados no emigraran posteriormente hacia el norte.

Desafortunadamente para los centenares de muertos de la semana pasada pero afortunadamente para todos los que vienen detrás, la tragedia volvió a inundar nuestras televisiones y la Unión Europea recuperó la urgencia política, reuniéndose de urgencia el lunes pasado los 56 Ministros Europeos de Exteriores y de Interior para sentar las bases de la discusión de los líderes unos días después.

La buena noticia es que ya tenemos el plan (las conclusiones del grupo de trabajo). La mala es que seguirá siendo difícil ponerlo en práctica, especialmente si la sociedad civil y los medios de comunicación dejan de prestar atención al problema, por ejemplo a cuenta de la tragedia del terremoto en Nepal.

Pero soy optimista. Los Estados Miembros se han comprometido a aportar muchos más barcos y aviones a la misión Tritón que supervisa las costas libias y trata de frenar las salidas y de rescatar a los que, pese a todo, consiguen salir a mar abierto. La Comisión Europea, por su parte, triplicará el presupuesto de la misión para que pueda contar con bastante más personal. Además, la Unión va a ampliar su misión de seguridad en Niger (EUCAP Sahel Niger) para que pueda ocuparse de la emigración en origen, concretamente desplegando una presencia activa en Agadez, que es uno de los principales pasos de tránsito. Además, la Unión va a mantener latente su misión de asistencia para el control de las fronteras libia (EUBAM Libia) a la espera de un acuerdo para la formación de un gobierno de unidad nacional libio que permita su reactivación a pleno rendimiento (actualmente son 3 expertos en Túnez frente a los  más de 110 planeados dentro de Libia).

En paralelo, la Comisión Europea va a tratar de intensificar su asistencia al desarrollo en los países de origen para intentar desincentivar la pulsión migratoria, si bien no cabe esperar resultados milagrosos porque la ayuda tiene una incidencia limitada y en todo caso, a medio y largo plazo. La Comisión Europea tiene previsto también adoptar a mediados de mayo una “Agenda Europea para la Emigración”, que incluirá propuestas para establecer un canal mejor regulado a escala europea para la inmigración legal.

Por último, en los próximos días y semanas la UE tratará de lanzar una misión de seguridad adicional para luchar contra el tráfico de personas en el Mediterráneo. Es pronto para saber cual será el formato final de dicha misión y cuándo podrá ser desplegada pero sus objetivos están claros: proteger a Tritón, cuyos barcos ya han sido atacados en alguna ocasión por los traficantes, rescatar a los inmigrantes y detener a los traficantes, además de tratar de arruinar su modelo de negocio, incluida la destrucción de los barcos, en el mar o quizás también en la costa libia, para lo cual hará falta autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o consentimiento de un gobierno de unidad nacional libio, que debería constituirse en las próximas semanas.

En suma, la Unión va a intentar desincentivar la emigración en los países de origen dando más ayuda y tratando de actuar sobre las rutas que utilizan las mafias, va a actuar en Libia en cuanto sea posible para evitar que las mafias sigan fletando barcos, va a ampliar su capacidad de rescate en el mar y va a tratar de establecer mecanismos más eficaces para canalizar la inmigración legal. Todo ello será complicado y caro y tardará un tiempo en dar resultados pero no es una quimera, como recordaron varios ministros y algunos jefes de gobierno en las reuniones de la semana pasada, Margallo y Rajoy incluidos, citando como prueba el Plan África que puso en marcha España cuando la crisis de los cayucos allá por 2006. Lo malo no es que el Gobierno del PP saque pecho ahora por la gestión del gobierno Zapatero, que supo contener con gran eficacia una crisis intensa e inesperada. Lo malo es que en aquel momento no dejaran de poner trabas y de denunciar el supuesto buenismo ineficaz de Zapatero, que hoy es el modelo a seguir por la Unión en pleno.

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