Exilio a cuerpo de Rey

Juanjo Cáceres

Cuando el 14 de abril de 1931 el rey Alfonso XIII se marchaba hacia el exilio, seguramente lo hacía con pocas esperanzas de volver, pero con confianza en que el periodo republicano pudiera fracasar a corto plazo y se volviera a producir una restauración monárquica unos años más tarde. Al fin y al cabo así había sucedido con su padre, Alfonso XII, después del exilio de Isabel II, del sexenio revolucionario y del fracasado intento tanto de instaurar una nueva línea dinástica a través de Amadeo de Saboya, como una primera república española.

Si esas eran las esperanzas del monarca, no se vieron colmadas. Ni siquiera cuando cinco años después, la Guerra Civil abría una nueva ventana de oportunidad a la monarquía y su primogénito, Juan de Borbón, corría a sumarse al bando sublevado. Porque esa apuesta nunca llegó a fructificar. Después de que la monarquía se consumiera en el periodo de declive de la Restauración y sobre todo tras la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, los militares apostaron claramente por un régimen militar en el que Franco se convertiría en un dictador que aplazaría durante décadas el diseño de un mecanismo sucesorio definitivo.

Muerto el rey Alfonso XIII, el heredero de los derechos dinásticos permanecería en Estoril desde la década de 1940 hasta casi al final de su vida, a pesar de sus intentos de rescatar la legitimidad monárquica mediante dinámicas de atracción contrapuestas, unas veces con el régimen, otras con sectores exiliados de la oposición, siempre en función del momento y de la coyuntura percibida. La cesión a Franco de la tutela educativa de su hijo Juan Carlos y su encuadramiento en el régimen dejó más claro cuál sería su apuesta principal y facilitó que finalmente el régimen instaurado por Franco nombrase sucesor como rey de España a Juan Carlos de Borbón en noviembre de 1975.

Los años siguientes, como es bien conocido, están marcados por una transición fraguada desde dentro del régimen, aunque matizada por la oposición democrática, en la que la instauración de una nueva monarquía constitucional vendrá predeterminada y recaerá sobre la familia que ostenta los derechos monárquicos: concretamente en Juan Carlos, el nieto del último rey que subió al trono, a quien su padre refrendará renunciando definitivamente a sus derechos. Es así como el rey proclamado por el régimen anterior será reconocido también por la nueva constitución y como, de la ley a la ley, se abrirá paso un periodo ininterrumpido de 44 años de monarquía.

Los primeros años vendrán marcados por la consolidación democrática, que incluye su aparición televisiva en defensa de la legalidad frente a la tentativa de golpe de estado de 1981 y la tranquilidad de la primera etapa socialista, debidamente alimentada por una dinámica de profunda cooperación entre monarquía, gobierno, quinto poder y demás instancias relevantes. Ello culminará en unos Juegos Olímpicos de 1992, en los que el mismo príncipe de Asturias hará de abanderado. Los años siguientes estarán marcados por los bodorrios de sus descendientes, lo que nos lleva hasta 2004, cuando tras mucha rumorología el príncipe Felipe contrae matrimonio e inicia con ello su propio camino hacia la procreación de nuevas herederas.

Todo parecía ir bien hasta que el nuevo milenio empezó a mostrar la casa real como nunca la habíamos visto antes: el estallido del caso Noos, la cacería de Botswana, Corinna Larsen… Tras años de voto de silencio, los escándalos de la dinastía borbónica se sucedían uno tras otro, sin que la omertà vigente hasta entonces pudiera seguir imponiéndose. Es así como llegamos en 2014 a la operación abdicación, la sucesión del nuevo rey Felipe VI y al escándalo definitivo con Corinna y las inversiones saudíes, que acaba propiciando su operación salida del país en 2020, al cual no volverá hasta las regatas de Sanxenxo.

Vista con la debida perspectiva, los últimos cien años de la monarquía borbónica, que se inauguran con el rey Alfonso XIII aceptando en 1923 la dictadura de Primo de Rivera, ponen muchos interrogantes sobre su legitimidad para ostentar la jefatura del estado de forma hereditaria, pese a su camaleónico poder de mimetizarse con cualquier sistema que se imponga. Pero la verdad es que salvo crisis muy tremendas, las dinastías monárquicas no caen. A lo sumo se remplaza al rey por otro pariente, tal y como sucedió en España hace algunos años o en Gran Bretaña en 1936, mediante el mecanismo de la abdicación. Al ser un pilar del Estado tal y como lo conocemos, no se puede remplazar sin que cambien muchas más cosas debidamente cubiertas por el paraguas real.

Pero es que además los monarcas, incluso uno tan comprometido como el emérito, siempre conservan público que les aplauda. La monarquía tiene capacidad de generar fascinación gracias a elementos tan variados como la prensa rosa o todo el sistema de apoyo formal e informal que otros actores e instancias del estado le aportan. Como bien saben los ingleses, puede vivir confortablemente rodeada de escándalos sin que ello la perturbe significativamente. Siempre se halla una forma de aguantar, siempre se encuentra un descendiente que facilite un lavado de cara y siempre habrá gente que acepte un orden tan profundamente antidemocrático como el de la sucesión hereditaria, de la misma manera que acatan tantas otras jerarquías.

Esta es la realidad que explica el cinismo y la sorna con la que el rey emérito se ha movido estos días por España, pero esos monstruos que convertimos en intocables y les permitimos que se enriquezcan hasta el bochorno, llámense Juan Carlos, Mbappé o Trump, los hemos construido, mal que nos pese, entre todos, aunque con diferencias cuotas de responsabilidad. Y seguirán existiendo mientras nuestros imaginarios contribuyan a dotarlos de capacidad de permanencia e imperturbabilidad.

5 comentarios en “Exilio a cuerpo de Rey

  1. El bribón va a acabar con la monarquía. Es acojonante su ceguera y desconexión con la realidad. Y el PP aplaudiendo haga lo que haga, contaminando al pobre Felipe como Rey de solo una parte…

  2. ¿ Monstruos Mbappé , Trump y Juan Carlos ? Me imagino que también Federer , Placido Domingo y Julio Iglesias .
    Juan Carlos debe comportarse con arreglo a sus privilegios y no dificultar la tarea de su hijo ; por elevación , el Gobierno también .

  3. El Rey Emerito refleja muy bien a los españoles.
    Los que le defienden son los que suelen ir de putas o le ponen un pisito a la querida y los domingos van a misa,suelen estar rodeados de gente que no duda en esconder el dinero publico y de sus amigos ,en el altillo de los armarios,viajan a Suiza o a países exóticos y se consideran los mas patriotas,Es decir Los populares.
    Los que están en contra son los que dicen que son más republicanos que El Rey Felipe VI,cosa que dudo cada vez que hablan,.Sufren de una envidia congenita producto de largas noches preguntandose que haran cuando sean mayores y se quejan de todo aquello que no les interesa a nadie.Es decir la izquierda de la izquierda de la izquierda y esos catalanes exóticos que gritan en el minuto 17,14 en el Camp Nou:¡¡IN-DE-IN-DE-PEN-DENSIA!!
    Luego están los que como yo,que nos da vergüenza ajena ver a todos los medios de comunicación darle vueltas a la noticia como a una tortilla hasta que se nos secan las neuronas.
    En fin ,cierro los OjOs y no dejo de ver que el dinosaurio sigue aquí..
    Ante mi doy fe.
    AC/DC
    …JAJAJA…que nervios.

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