Extremistas de la equidistancia

Arthur Mulligan

Lunes 02 02 21. Entrevista de Carlos Alsina a Salvador Illa en Onda Cero.

Alsina – Señor Illa, buenos días. Como lleva la campaña electoral ¿bien?

Illa – Pues bien, estamos al inicio y con mucha ilusión.

A.- Esta imagen de los condenados por sedición ayer aprovechando el tercer grado penitenciario para hacer campaña por la amnistía ¿que reflexión le merece?

I.- Pues se tiene que hacer lo que los tribunales y la justicia decida.

A.- La amnistía es imposible ¿no?

I.- No cabe en nuestra constitución

A.- Ellos dicen que el indulto no lo quieren, recuerde lo que dijo el Sr. Junqueras…

I.- La tramitación exige una serie de informes y me voy a esperar el resultado. Lo que sí puedo decirle es que no merecen ningún privilegio y ningún perjuicio.

A.- Cuando acabe la tramitación dice, pero los hechos están a la vista de todos ¿no? Ellos dicen que no lo quieren.

I.- Si no lo quieren pues que no lo quieran yo no tengo nada que decir al respecto.

A.- Pero ¿usted está a favor o no del indulto?

I.- Repito lo que te he dicho ningún privilegio y ningún perjuicio. Ni más ni menos.

A.- Bien, hablemos de propuestas para estas elecciones. Si alcanza la presidencia del gobierno ¿promoverá un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña o no?

I.- Yo, si gano las elecciones, voy a presentarme a la investidura para hacer un gobierno que se centre en tres prioridades; me parece que son las que reclama la ciudadanía de Cataluña.

En primer lugar, me voy a centrar en estas tres cosas que son las prioridades: vencer al virus, asegurando una correcta implementación del plan de vacunación.

En segundo lugar, reactivar la economía catalana estando muy atento a los fondos europeos y que, en fin, nuestra comunidad autónoma espera recibir y, en tercer lugar, garantizar que nadie quede atrás. Me voy a centrar en estas tres cosas.

Y en lo que hace referencia al encaje de Cataluña en España voy a dialogar dentro de la ley fomentar el reencuentro de los catalanes consigo mismo yo defiendo que nos respetemos; yo voy a respetar a los que piensan que la independencia de Cataluña es lo mejor -cosa que yo no comparto- y voy a exigir que respeten a la mayoría que pensamos que formamos parte de España y de Europa. Voy a trabajar para que nos reencontremos y para que hablemos buscando puntos de encuentro en vez de fomentar la división como están haciendo algunos. Y esto se hace dialogando siempre dentro del marco de la ley, que hay que respetar.

A.- ¿Y eso no se traduce en la propuesta de un nuevo estatuto catalán?

I.- No, de momento no, ya le digo que las tres prioridades que demanda la ciudadanía catalana son las que le he mencionado y son las que tienen que concentrar las energías del gobierno.

A.- Pero es extraño que entre las prioridades no esté lo que el gobierno español nombra como el conflicto político catalán y que dio pie a que se formara una mesa política porque era el principal desafío que teníamos encima de la mesa y ahora no aparece…

I.- Bueno es que llegó la pandemia y por lo tanto insisto que las tres prioridades son a mi juicio esas tres que le he mencionado. Yo no niego que haya un problema en Cataluña; es más, nos ha llevado a perder 10 años…

A.- ¿Es un problema o es un conflicto?

I.- Bueno, llamelo como quiera. Es un conflicto que algunos han fomentado y además hemos visto generar divisiones entre falsedades en la sociedad, no solo en Cataluña sino en otras latitudes y además bien recientemente.

Lo que hay que hacer es reencontrarse Y la mejor forma es centrándose en cosas concretas que preocupan ahora mismo a los catalanes, para ver cómo encajamos que Cataluña encuentra su lugar; primero ese reencuentro consigo misma y luego cómo rehacemos esos consensos que se han roto en la sociedad catalana ¿no? Yo defiendo el diálogo pero dentro de la ley; hay que dejar claro que no rompemos el marco de convivencia que nos hemos dado.Se puede hablar de modificar ese marco de convivencia, pero dentro de la ley. Hay que respetarlo, hay que dialogar y yo defiendo la mesa de diálogo tanto la que se acordó con la investidura del presidente Sánchez y que se reunió el 27 de febrero una única vez el año 2020 y que sirvió también para que en el parlamento de Cataluña se formase otra que se ha reunido tres veces y con ausencia de algunos partidos, porque también hay que hablar en Cataluña, entre los catalanes.

Hablar, dialogar dentro del marco de la ley, es el método que yo propongo.

A.- Claro, pero como esa mesa de diálogo existe, si usted consigue el objetivo que persigue, será usted el que presida esa mesa entre los dos gobiernos ¿qué le planteará usted al Presidente Sánchez?

I.- Los 44 puntos que ya fueron objeto de propuesta por parte del gobierno de España me parecen un magnífico inicio para resolver cosas concretas…

A.- Pero entonces se decía que era necesario llegar a un acuerdo para votarlo…

I.- Mire, antes debemos derrotar el virus, aprovechar los recursos de este plan Marshall europeo para reconstruir nuestra economía y luchar para que nadie se quede atrás. Además hablaremos dentro de la ley para llegar a un acuerdo y si llegamos a un acuerdo lo someteremos a la consideración de los catalanes y catalanas.

A.- ¿En qué se diferenciaría la gestión contra el virus que ahora realiza el gobierno de España y el del vicepresidente actual de la Generalitat, Sr. Aragonés, del que usted propondría?

I.- Pues pondríamos más recursos en la sanidad, no formaríamos la atención primaria y daríamos cuenta de las 30 propuestas para la reforma de la sanidad que han elaborado un grupo de expertos, y algunas otras que he propuesto en alguno de mis actos de campaña. Nos centraríamos en estas cosas que los ciudadanos juzgan como prioritarias.

A.- Pero ¿el gobierno de la Generalitat ha hecho bien las cosas visto desde el área del Ministerio de Sanidad o no?

I.- Yo creo que todos lo han hecho lo mejor que han podido. Yo he defendido siempre esta línea de actuación y ahora no voy a variar de opinión. Han tenido que tomar decisiones que no son sencillas como lo tuve que hacer yo. Lo que yo digo es que voy a concentrar todas mis energías en reforzar la sanidad y que esto funcione como tiene que funcionar.

A.- Disculpe usted, pero a mí me parece que es una postura difícil de defender, porque de una parte está usted defendiendo la gestión del gobierno catalán y que por otra parte hay que mejorar y cambiar la gestión…

I.- No lo dude, yo no voy a entrar en bronca política como veo que hacen otros, no lo dude. Esto lo tengo muy aprendido después de un año al frente del Ministerio de Sanidad.

A.- ¿Si el próximo día la suma de los partidos independentistas supera el 50 %, para usted cambia algo o no?

I.- No, lamentablemente Cataluña seguiría el viaje a ninguna parte; ya llevamos 10 años con esto y la sociedad catalana está cansada y yo es al menos lo que detecto. Y hay una amplia mayoría de gente que es socialista y de gente que no lo es que me dice, mire usted, yo no soy socialista pero quiero acabar de una vez por todas con esto. Y por lo tanto hay que superarlo y pasar página. Y centrarse en lo que hay que centrarse ahora la pandemia ha hecho lo que le dije antes redefinir las prioridades, y es a esa nueva mayoría que detecto a la que dirijo mi mensaje y si hay que sumar o no sumar el 50% pues bueno, continuaremos en el mismo lugar y así no avanzamos.

A.- Entonces a usted todo lo que ha pasado es como decir «pelillos a la mar»…

I.- No, no, no. Han pasado muchas cosas: la economía se ha resentido y la catalana ya no representa el primer PIB de España; hace muchos años -ni uno ni dos ni tres- que ningún dirigente catalán es recibido en Europa… Las tres prioridades que le he señalado antes me parece que es una magnífica manera de empezar porque yo lo que quiero es acabar con todo esto, de generar un reencuentro y empezar por resolver las cosas que preocupan a la gente. Yo no tengo ningún inconveniente en sentarme con los independentistas, siempre en el marco de la ley.

A.-En su programa veo que velarán por la imparcialidad de los medios audiovisuales TV3, etc ¿no cumplen ahora?

I.- Pues muchas veces no cumplen con su propio libro de estilo actuando como agitadores de una causa y por lo tanto hace falta un cambio de rumbo.

A.- El Presidente Sánchez prometió una reforma de las televisiones públicas para garantizar el pluralismo y no me consta que se ha llevado al Parlamento…

I.- Bueno, estamos al principio de una legislatura con una pandemia…

A.- Pero si ha habido tiempo para otros proyectos, como modificar las penas por determinados delitos de sedición…

I.- Todo llegará a su debido tiempo.

A.- A su juicio ¿cuál ha sido la razón por la que España haya sido uno de los países con peores datos en la gestión de la pandemia?

I.- La gestión de nuestro país no ha sido ni mucho mejor ni mucho peor que la de los países de nuestro entorno. Vamos a dejar que se haga una evaluación -me gusta más que auditoría, que apela a la cosa financiera- de nuestra actuación, la de todos, gobierno de España, CC.AA., en fin todos, con un espíritu constructivo (a mí me gustaría que fuera así de cara al futuro; ha habido muchas críticas, porque tiene que haberlas, pero nuestro país reúne características similares a las de su entorno; debemos esperar al final de la pandemia pero se puede avanzar que probablemente nuestro país tiene una movilidad y también una esperanza de vida alta que han influido. No me gustan las comparaciones…

A.- Las comparaciones son imprescindibles para saber situarnos…

I.- Y yo le digo que nuestro país no ha hecho las cosas ni mucho peor ni mucho mejor que las de nuestro entorno europeo ¿no? Esa es mi opinión.

[sigue un breve debate técnico sobre casos por 100.000 habitantes y valoraciones discrepantes entre gobierno y CC. AA.]

A.- Dígame para finalizar ¿siempre ha estado de acuerdo con el Dr. Fernando Simón?

I.- El Dr. Simón es un científico como la copa de un pino, si se me permite este modo coloquial de expresar mi opinión, y en general sí he estado de acuerdo y cuando no, pues no. Me siento muy honrado de haber contado con la colaboración de un servidor público, que por cierto no nombré yo…

A.- ¿Nunca pidió una segunda opinión, como cuando se va al médico?

I.- Normalmente me venía la información del doctor Simon con una segunda o tercera opinión contrastada con otras fuentes.

A.- Salvador Illa, candidato a la Presidencia de la Generalitat, muchas gracias por habernos dedicado su tiempo y que tenga buen día.

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Con la transcripción de la entrevista no pretendo mostrar los eventuales defectos de giros gramaticales, anacolutos o balbuceos propios de una oralidad irreversible y por lo tanto no sujeta a corrección, sino la forma que adquiere un discurso políticamente correcto en politiqués nativo que, como cualquier idioma, se adapta bien a los acentos particulares y como éstos, necesita su tiempo de aprendizaje para alcanzar un nivel neutro, hipnótico, envolvente y con la calidad sinuosamente seductora de la serpiente Kaa. Cuando Rudyard Kipling publicó en 1894 ‘El libro de la selva’ hizo que una serpiente pitón, Kaa, fuese el personaje más misterioso, fantástico y poderoso de toda la obra.

El político filósofo es un virtuoso en la exhibición cotidiana de este difícil arte con sus aceleraciones sobrentendidas y bruscas paradas que interpelan a la cámara con el movimiento de ojos de un inquilino de la pecera al reclamar verdades indiscutibles que se acentúan en la frenada, para terminar con la mansedumbre propia de una reunión espiritual en la parroquia. Allá los demás con sus desacuerdos y crispaciones, yo solo quiero la paz y mi mejor voluntad, que dicho sea de paso es la vuestra. Gritad si ese es vuestro deseo cuando os atrape el peso del arcón sobre los genitales pero es más verdadero el susurro de Kaa con la eterna repetición de sus anillos envolventes.

Cuando era estudiante, esta forma de discurso tan propio de los aprendices del maoísmo oriental, concluía con un tipo de soniquete parecido a «quien ama a China ama a Mao; quien ama a Mao, ama a China».

La equidistancia es la virtud de los hechos consumados, la resiliencia que difumina el crimen, la estructura de madera oculta bajo las capas de una ensoñación.

No hubo golpe ni sedición, lo hicieron rien que pour amuser la galerie.

Eso sí, nada como sentarse a dialogar; yo magnánimo en el trono, tú inclinado por el peso vacuo de la falta. ¿Quien diablos quiere crispar en una situación así?

Repasemos la verdad de los hechos de trascendencia política, toda la verdad que nos trae hasta aquí, hasta la situación y sus causas con la excelencia ausente de una gran persona, Santos Juliá y sus palabras verdaderas:

“De calificar como rebelión los hechos ocurridos en Cataluña entre el 6-7 de septiembre y el 26-27 de octubre de 2017, a definirlos como un brindis al sol o un farol en una partida de póquer, media un gran trecho, que una considerable cantidad de políticos, politólogos, filósofos, periodistas y tertulianos han ido colmatando durante el tiempo transcurrido desde aquellos días hasta hoy mismo con una muy nutrida variedad de nombres o conceptos. El propósito de las páginas que siguen es, ante todo, intentar la reconstrucción de lo realmente ocurrido, comenzando por la declaración de independencia del 10 de octubre, para dar paso, después, a una muestra de la serie de nombres que ha recibido el conjunto de acontecimientos acaecidos en Cataluña durante esos dos meses. Es algo engorroso el recorrido, pero no queda más remedio que acometerlo si pretendemos comprender los hechos, dar cuenta del intento de sus protagonistas y de no pocos analistas por trivializarlos y, en fin, echar una mirada hacia lo que podría ser un camino de futuro.

De cómo el Parlament de Catalunya llegó a votar una declaración de independencia

El día 10 de octubre de 2017, Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, compareció en el salón de plenos del Parlamento de Cataluña «para informar sobre la situación política actual», según reza el Diari de Sessions del Parlament de Catalunya. Tras recordar a las señoras y señores diputados allí reunidos que la Ley de Referéndum promulgada el 7 de septiembre establecía que, dos días después de la proclamación oficial de los resultados del referéndum de 1 de octubre, y en el caso de que el número de votos del sí hubiera sido superior al número de votos del no, se «celebrará una sesión ordinaria para efectuar una declaración formal de independencia de Cataluña, de sus efectos, y acordar el inicio del proceso constituyente», el presidente “[asumió] el mandat del poble que Catalunya esdevingui un estat independent en forma de república”. Y añadió: «eso es lo que hoy hacemos con toda solemnidad, por responsabilidad, y por respeto», aunque a renglón seguido, y con idéntica solemnidad, afirmó que el Gobierno y él mismo proponían que el Parlament «suspengui els efectes de la declaració d’independència» con objeto de llegar en las próximas semanas a un diálogo sin el cual no era posible alcanzar una solución acordada.

Esto fue parte de lo ocurrido en Cataluña: un Parlamento convocado para escuchar de boca de un presidente de Gobierno un informe sobre la situación política actual, después de que el Tribunal Constitucional anulara una petición de comparecencia para «valorar los resultados del referéndum de 1 de octubre y sus efectos»; un presidente que, en lugar de informar, anuncia que asume el mandato del pueblo de convertir Cataluña en un Estado independiente por el resultado de un referéndum convocado bajo la condición de que bastaría una mayoría de síes para declarar la independencia en forma de república; y, para rematar el estado de confusión que esta asunción de mandato pudiera provocar en el ánimo de sus oyentes, el mismo presidente propone que el Parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia que manifiestamente él no ha pronunciado, aunque la da por realizada en el acto de suspender sus efectos. El Parlamento, por su parte, ni aprobó la declaración ni suspendió sus efectos por la muy simple razón de que nadie abrió un debate sobre lo manifestado por el presidente ni se dirigió a los diputados para que emitieran su voto sobre la supuesta declaración o la manifiesta asunción de los resultados del referéndum y su propuesta de suspensión.

En lugar de esto, lo que hicieron los diputados y las diputadas favorables a la declaración de independencia fue levantarse de sus escaños y trasladarse al salón de actos del mismo Parlamento para firmar uno tras otro un documento, con el logotipo de la Generalitat estampado en el margen superior, titulado «Declaració dels representants de Catalunya» y dirigido «Al poble de Catalunya y a tots els pobles del món». En sus cuatro folios, tras una larga exposición de motivos, los y las firmantes, actuando como «representantes democráticos del pueblo de Cataluña, en el libre ejercicio del derecho de autodeterminación, y de acuerdo con el mandado recibido de la ciudadanía de Cataluña», declaraban:

CONSTITUÏM la República catalana, com a Estat independent i sobirà, de dret, democràtic i social.

DISPOSEM l’entrada en vigor de la Llei de transitorietat jurídica i fundacional de la República.

INICIEM el procés constituent, democràtic, de base ciutadana, transversal, participatiu i vinculant.

A este CONSTITUIMOS, DISPONEMOS, INICIAMOS, seguían varios puntos más, aunque, para lo que aquí interesa, lo ya dicho es suficiente: el presidente de la Generalitat en el salón de plenos y los diputados y diputadas desde el salón de actos del Parlamento afirmaron: el uno, que asumía los resultados del referéndum de 1 de octubre que convertía a Cataluña en Estado independiente en forma de República y suspendía sus efectos; los otros, que constituían la República catalana como Estado independiente y soberano, que disponían la entrada en vigor de la Ley de Transitoriedad promulgada el 7 de septiembre y que iniciaban el proceso constituyente. Que esta declaración se firmara para dar satisfacción a la minoría de diputados de la CUP-Crida Constituent, es decir, que fuera una manifestación más de la pugna entre secesionistas por determinar quién dirigía el proceso y hacia dónde, no modifica en nada la naturaleza del acto ni el contenido de la declaración.

Lo actuado de semejante forma en el Parlamento catalán, además de la evidente frustración de quienes esperaban una nítida e inequívoca declaración de independencia a todos los efectos, produjo una considerable confusión sobre el alcance de las declaraciones del presidente y de lo firmado por estos diputados que se presentaban como los representantes de Cataluña. Mientras el primero, con su Gobierno, suspendía los efectos de su propia e inexistente declaración, los segundos disponían la entrada en vigor de la Ley de Transitoriedad e iniciaban el proceso constituyente, que eran los dos efectos primeros y principales de la constitución de la República catalana como Estado independiente, dos efectos que el presidente había declarado minutos antes suspendidos. Como, además, los firmantes de la declaración se ratificaban como «els legítims representants del poble de Catalunya», como si en aquel parlamento no hubiera más legítimos representantes del pueblo de Cataluña que ellos, podría temerse que mientras presidente y Govern suspendían efectos, esos representantes del pueblo los iniciaban, tomándose el cuidado de abandonar previamente el salón de sesiones con objeto de asegurar que su declaración no pasara al Butlletí Oficial y careciera, por tanto, de efectos jurídicos.

Dejando de lado lo que esta forma de proceder pueda indicar sobre la catadura moral y política de estos diputados, de su ausencia de escrúpulos en la vulneración de los procedimientos parlamentarios por ellos mismos establecidos, y de su desprecio hacia los sentimientos del sector, ligeramente mayoritario, del pueblo de Cataluña al que decían representar en su totalidad, lo cierto es que consiguieron por enésima vez que el Gobierno del Estado no actuara de inmediato procediendo a la aplicación del artículo 155 de la Constitución y disolviendo el Parlamento que de tal modo vulneraba la Constitución y el Estatuto de Autonomía de los que ese Parlamento derivaba su poder. Aunque con el añadido de pedir explicaciones sobre lo realmente aprobado, el presidente del Gobierno optó por mantener la misma política de esperar y ver inaugurada desde que el Parlament de Cataluña aprobara la resolución 742/IX de 27 de septiembre de 2012, sobre la posibilidad de que Cataluña se convirtiera en un nuevo Estado de Europa; repetida luego cuando el mismo Parlament aprobó la resolución 5/X, de 23 de enero de 2013, que declaraba la soberanía y el derecho a decidir del pueblo de Cataluña; y reafirmada con la resolución 1/XI, de 9 de noviembre de 2015, que en su punto segundo optaba por la vía unilateral a la independencia cuando declaraba «solemnemente el inicio del proceso de creación de un Estado catalán independiente en forma de república». Ni siquiera el debate y la aprobación, vulnerando el derecho al uso de la palabra por las minorías, de las Leyes de Referéndum y de Transitoriedad en la sesiones del Parlament de Cataluña de 6 y 7 de septiembre de 2017, habían inmutado al presidente del Gobierno, que sólo ahora, a raíz de lo declarado o no en la sesión de 10 de octubre, pidió al presidente de la Generalitat que aclarase lo que él, su Gobierno y la mayoría parlamentaria de setenta y dos diputados que representaban al 47,61% de votantes, equivalente al 35,68% de electores, acababan el uno de asumir y los otros de firmar.

La primera respuesta del presidente Puigdemont, acordada entre recados y negociaciones, amenazas y lágrimas, acusaciones y presiones, en una larga reunión mantenida en la tarde-noche del 25 de octubre con responsables políticos y líderes sociales secesionistas, consistió en disolver el Parlament y convocar elecciones. Al final, no pudo ser, pues a pesar de que en aquella reunión Puigdemont se refirió a la república de Freedonia de Groucho Marx, negándose a ir por el mundo repartiendo tarjetas de una república inexistente, a la mañana siguiente, las acusaciones de traición difundidas por la red, presentándolo por sus aliados de Esquerra Republicana como un Judas vendido por ciento cincuenta y cinco monedas de plata, acabaron con su resistencia a proclamar la República catalana y con su decisión de convocar elecciones, a la que había llegado por mediación del presidente del Gobierno vasco, Íñigo Urkullu»

Y así, el Parlament volvió a reunirse en sesión plenaria en la tarde del día 26, oficialmente convocado esta vez para celebrar un «debat general sobre l’aplicació de l’article 155 de la Constitució espanyola a Catalunya i els seus possibles efectes», forma muy original de presentar el verdadero motivo de la sesión, que no era otro que responder a la pregunta formulada por el Gobierno del Estado. Tan era así que, momentos antes de que se iniciara el pleno, «se intentó convencer a los miembros de la Mesa para que dieran su visto bueno a la resolución de independencia», argumentando que la redacción permitía su defensa jurídica. Hasta tal punto llegó el autoengaño que la secretaria primera de la Mesa hizo constar en acta «que la resolución que se iba a votar no tenía efectos jurídicos.

Los tuviera o no, lo que quedó claro en las intervenciones de los diputados fue su absoluta convicción de protagonizar el día histórico en que Cataluña declaraba su independencia. Marta Ribas, de Catalunya Sí que es Pot, advirtió a los diputados de la mayoría que no tenían legitimidad «para aprobar una declaración unilateral de independencia» y que consideraba un grave error que plantearan la declaración como «una respuesta al 155». Carles Riera, de la CUP, adoptó el tono de las grandes ocasiones: «Hoy el Parlamento se dispone a dar un paso histórico […]. Hoy nos autodeterminamos ante el Estado español […]. Y por todo eso pedimos, hoy, que el Parlamento de Cataluña, asumiendo los resultados del referéndum de autodeterminación del 1 de octubre y en cumplimiento de la Ley de Referéndum […] declare que Cataluña se convierte en un Estado independiente en forma de república». Marta Rovira, de Esquerra Republicana, que un día antes había llorado de emoción ante lo que consideraba una traición de Puigdemont, afirmó: «los independentistas hemos sometido nuestra opción a las urnas y hemos ganado. Y tenemos un acuerdo político mayoritario, mayoritario en la cámara, para ser implementado […] hoy fundamos un nuevo país». Miquel Iceta, del Partit dels Socialistes de Catalunya, solicitó que «el día que se declara la independencia en el Parlamento de Cataluña, los presidentes [de los grupos parlamentarios] por un tiempo muy breve puedan tomar la palabra». En fin, Joan Coscubiela, portavoz de Catalunya Sí que es Pot, adujo, como gran motivo para pedir el voto secreto de los diputados, que «estamos discutiendo el tema de la independencia de Cataluña». Ningún portavoz de ningún grupo pensó ni dijo que todo aquello de lo que estaban debatiendo no era una declaración de independencia, que todo era un acto simbólico, una performance, un brindis al sol, y que mejor para todos si por fin se quitaban las caretas.»

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Pues bien, es evidente que las condenas a los dirigentes de tamaño despropósito-tenim presa, decían – recogen las dos interpretaciones mayoritarias frente a los hechos descritos sucintamente, la de una payasada de opereta rocambolesca que atenúa el rigor de las sentencias y de paso propele la indignidad de una estafa hacia los desencantados por descubrir una farsa, y la que trata con ponderada valoración y sensibilidad calmar las horas de angustia vividas por el resto de catalanes y españoles.

Pero las elecciones del 14 de Febrero, caso de que se celebren efectivamente, no tratan sobre el arte de templar gaitas o de coser heridas.

Tratan sobre el poder que distribuyen para luego compartir estabilizando el conjunto de la mesa. Los frustrados, los huidos y ofendidos entre rejas, gesticulan sus emociones degradadas por la usura del tiempo. No es lo mismo estar en prisión que libre. Fuera o dentro del país.

Los electores son más pobres y los candidatos han cambiado de rostro. Se diría que forman parte de un experimento social dirigido por fuerzas parasitarias que necesitan para sobrevivir pactar el terreno de lucha que excluya su autodestrucción.

¿Recibirá Sánchez lo que espera de Cataluña para rentabilizar sus arriesgadas inversiones en civilizar a los de ERC o saltarán estos por los aires si los resultados no les acompañan emborronando todo?

¿Habrá tenido en cuenta el bueno de Tezanos que el efecto Illa sólo se activa en la distancia por contraste y con resultados inversos estupefactos que aumentan con el tiempo de exposición?

¿Qué fue de la burguesía catalana limpia y aseada?

En todo caso habrá que felicitarse por la llegada de Iceta al ministerio, un verdadero parlamentario, capaz de recoger y cambiar de ideas, bregado y reflexivo. Le deseo lo mejor, esto es, que abandone las amistades peligrosas y que su brillo ciegue la evolución de su Jefe ante los ojos de afiliados y simpatizantes del PSOE.

4 comentarios en “Extremistas de la equidistancia

  1. Lo último no es cierto . Don Quijote razonaba en sus delirios , y muy bien por cierto , aunque como nunca entiendo qué diablos quiere decir me imagino que es usted un rapsoda irónico que se expresa en versos yámbicos.

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