Lobisón
Inexplicablemente la gente seria dice no estar interesada por la ajetreada vida sentimental del presidente Hollande, sino por su giro en la política económica. Como nunca he sido serio debo confesar que me fascina la capacidad de los políticos franceses para buscarse problemas en este terreno, qué les voy a contar de Dominique Strauss-Kahn. Ellos me temo que se saben o creen diferentes. La primera ministra Edith Cresson (1991-1992) alcanzó cierta notoriedad al sugerir que el clima y la comida británicos inducían a los políticos a la homosexualidad. Es difícil justificar científicamente esa teoría, pero supongo que quería subrayar las diferencias con el clima y la cocina en Francia. (Después Cresson se hizo aun más famosa por contratar a su dentista como asesor en la Comisión Europea, lo que ha hecho que se olvidaran injustamente sus aportaciones en el campo de la sexología.)
Pero vayamos a lo que preocupa a la gente seria, por ejemplo a Paul Krugman. Hollande ha emprendido un giro que la prensa económica describiría como pro-business, bajando las cotizaciones sociales y la presión fiscal sobre las empresas. Esto no debería ser demasiado escandaloso, porque la ausencia de creación de empleo preocupa más a los franceses que las salidas nocturnas en moto de su presidente, y se diría que esas medidas pueden hacer más fácil la contratación. Pero como contrapartida a esa reducción de ingresos también ha anunciado recortes en el gasto público, y con ello, dice Krugman, ha cedido ante la ortodoxia antikeynesiana reinante en la Unión Europea. Y no le falta razón.
El problema es saber si se puede dar la batalla contra esa ortodoxia desde un solo país, aunque Francia sea bastante más que una irreductible aldea gala. Como sabemos por la amarga experiencia española, intentar políticas expansivas sin el respaldo de la UE conduce a malos trances. Pero dar la batalla para cambiar la política europea exige tener unos resultados económicos presentables, que Hollande no tendrá si no logra crear empleo.
Por otro lado, reducir los ingresos sin reducir el gasto significa aumentar el déficit. Esa sería la política keynesiana adecuada, pero en el contexto actual significaría enfrentarse con los acuerdos de la UE, y sobre todo podría ahuyentar a los inversores. Este es un punto con cierto interés. Krugman ha satirizado con crueldad, y muy correctamente, la ideología del hada de la confianza: si introducimos severos recortes presupuestarios recuperaremos la confianza de los mercados, aunque el precio de los recortes sea el agravamiento de la crisis. Pero que no exista el hada de la confianza no significa que no exista la bruja de la desconfianza, que en el contexto europeo actual garantiza que un crecimiento del déficit provocará la desconfianza de los inversores.
¿Puede ofrecer resultados la nueva estrategia económica de Hollande? No es fácil saberlo, pero no haber hecho cambios seguramente no era una buena opción. El presidente francés es ante todo un pragmático que quiere mantener su mayoría parlamentaria, no un fiel keynesiano, pero sólo nos faltaría en el momento actual, con las elecciones europeas y un posible giro de la Comisión, que Francia se debilitara más frente a Alemania. Mejor sería que Hollande tuviera suerte y saliera adelante.
Comparto la cautela y el deseo final del articulista al que le agradezco además que me haya refrescado la memoria sobre las ocurrencias de la antigua primera ministra señora Cresson sobre el sexo y su dentista, pero no sé si compartir su impresión sobre la «seriedad» del señor Krugman, tan exquisito él, que en este asunto de las medidas tomadas por Hollande, se ha expresado con la ligereza que uno podría esperar de, por ejemplo, aquel dentista.
Buenos días!! Gracias por el artículo Lobisón. Hay que recordar que Hollande salió elegido como mal menor: había que echar a Sarkozy y Le Pen estaba subiendo rápido. En realidad se esperaba de él ‘más de lo mismo’, es decir, ser absurdo y hacer absurdeces…………. como todos aquellos de izquierdas que favorecen a los ricos y al mercado 🙂
Saludos!!
Aunque agradezco el artículo, en mi opinión el articulista sobrevalora enormemente a Hollande, un presidente que ha demostrado plegarse una y otra vez a la fuerza de los vientos y que con lo de su rueda de prensa, aplica su propio zapaterazo francés para creer que salva su presidencia pero hundirse realmente en la miseria. Desde que la heredera del jospinismo, Martine Aubry, fue descabalgada por Hollande en la carrera por las presidenciales, se acabaron todas las esperanzas, si bien esta ya habia atemperado sustancialmente sus planteamientos políticos. Hollande es un megalómano más pendiente de sus relaciones personales que de ser el líder político que Francia y Europa necesitan, siguiendo la estela de unos cuantos predecesores suyos, así que le pueden dar por muerto tranquilamente…
Cospedal – muy en la tradición española de que las cosas no son lo que parecen -, sigue enriqueciendo el lenguaje político. Después de su glorioso galimatías sobre cierta indemnización en diferido, hoy nos sorprende con que «la decisión de Mayor Oreja puede parecer un revés, pero esto no es un revés sino una forma distinta de continuar». Que bien.
Ahora que los inversores internacionales están transfiriendo los capitales depositados en los paises emergentes hacia EE UU y Europa, a Hollande se le ocurre hacer concesiones a las empresas francesas. Como país a caballo entre los PIGS y el bloque Alemán-Austriaco-Finlandés-Holandés no tuvo que hacerlo antes, aunque andaba en la cuerda floja frente a Alemania. Pero ha sido la rendición total de toda oposición a la política economica alemana del hada de la confianza. Enfin, mientras los Hedge Funds sigan obsesionados con que los emergentes ya no son fiables, nos permitirán vender todos los bonos del Tesoro que querramos, como se demostró en la última subasta del Tesoro. Esto, junto con que terminó la pesadilla de la privatización de la Sanidad de Madrid, es buena noticia a pesar de la redición de Hollande.