Golpe a golpe

Carlos Hidalgo

Desde el siglo XIX hasta mediados de los años 80 del siglo XX, los generales españoles tenían la costumbre de pasar más tiempo en planificar cómo usar a los ejércitos para atacar a su propio país, antes que para defenderlo de enemigos exteriores. Aún se ven rastros fósiles de esa mala costumbre cuando uno se pone a contar los muchos tanques que España tiene, su poca capacidad de desplegarlos fuera del país y el reducido número de helicópteros de combate, por ejemplo, que nos serían de extrema utilidad para repeler a los tanques ajenos y para retomar en poco tiempo posiciones que un hipotético enemigo nos quisiera invadir y que estuvieran lejos de un aeropuerto, como Ceuta. Aún llevará décadas conseguir (y pagar) eliminar estos rastros fósiles de un diseño hecho por generales coloniales que pretendían invadir su propia patria.

Pero estoy divagando. El 23 de febrero de 1981, como todos y todas sabéis, el teniente coronel Antonio Tejero entró al Congreso de los Diputados, pistola en mano, con la intención de secuestrar al poder legislativo y acabar con la recién nacida democracia de 1978. Varios generales, destacando entre ellos el general Alfonso Armada y el general Jaime Milans del Bosch y Ussía, habían vuelto a entretenerse diseñando un blitzkrieg contra España. El golpe no salió. Entre otras cosas porque muchos otros militares no les siguieron, porque eran conscientes de que los tiempos habían cambiado, porque el Rey -entonces Juan Carlos de Borbón- les desautorizó y porque la España de 1981 ya no era la España de 1936.

Todavía queda algunos reductos de ex-militares que claman, como entonces, por un golpe de timón y se duelen por la unidad de la Patria. Muchos de ellos son barrigudos ex-pilotos de Iberia y el resto son de los que callaron como corderitos cuando Franco “fragmentaba la patria” huyendo cobardemente del Sáhara o mandando a Fraga a arriar la bandera a toda prisa en Guinea Ecuatorial. Por alguna razón, nadie tenía planes para aquello. Se ve que estaban ocupados en otras cosas.

Por otro lado, algunos de los grupos de whatsapp más escandalosos de ex-militares no dejan de ser la triste confirmación de que hay señores mayores -con excelentes pensiones- que se creen cualquier bulo que leen por Facebook y de que en algún momento los galones en este país se debían de vender bien baratos, por lo que se ve. Cosa que, afortunadamente, no ocurre hoy en día. No es que las Fuerzas Armadas de España estén libres de problemas. Aún hay muchos. Pero hoy en día son mucho más profesionales y conscientes de su situación con respecto al poder civil que antaño.

Como se nos ha recordado insistentemente hoy, aún quedan “incógnitas” acerca del 23F. En mi opinión, muchas de ellas no son sino la perplejidad que nos queda, 40 años después, de lo chapuceras que fueron las cosas en realidad. Como paradas inexplicables de generales que eran para lo que se dijeron que eran: comer cochinillo y dormir la siesta. O bien alguna frase que aún hoy en día es secreto de Estado pero que no es para tanto, la verdad.

Lo principal del 23F es que pasó y que nuestra democracia sobrevivió a él. Fue cutre, garbancero, rancio y un poco de opereta. Pero también fue peligroso y fracasó. Y no, no somos los únicos.

Seguro que 40 años después de hoy, los estadounidenses aún buscarán sentido a que una panda de gañanes, que creían teorías difundidas por Facebook, invadiera el Capitolio. Y, como nosotros, le verán lagunas a la cosa porque cuesta creer que la realidad sea tan cutre. Y como nosotros, se alegrarán de que ese peligro pasara.

Un comentario en «Golpe a golpe»

  1. Como dice también Cercas hoy en El País, el secreto del 23F es que no hay secreto. Fue como fue. Tejero se pasó de frenada y no aceptó la lista de gobierno que llevaba Armada en el bolsillo y aquello acabó de arruinar el entuerto. Afortunadamente.

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