LBNL
Habrán oído que la COP26 contra el cambio climático en Glasgow se acabó. Dejando de lado si ha sido un éxito, un fracaso o (probablemente) un logro a medias, lo cierto es que Boris Johnson ya tiene las manos libres para montarla a lo grande contra la Unión Europea. Eso es al menos lo que espera Bruselas, que a mediados de octubre presentó una oferta de “flexibilización” del protocolo sobre Irlanda del Norte que no ha tenido ningún eco positivo al otro lado del Canal de la Mancha. Al contrario, los pocos avances que los probos funcionarios de ambas partes habían conseguido ir haciendo, han sido sistemáticamente saboteados por Lord Frost (cuyo nombre se traduciría algo así como Duque Helado…) que dirige las negociaciones por parte británica.
Para más inri, el ínclito Boris ha metido la pata un par de veces en política nacional en las últimas semanas así que una guerrita con Bruselas a cuenta de la soberanía en Irlanda del Norte le puede venir bien a corto plazo. Pero no a largo, porque Bruselas no va a ceder y los daños van a ser cuantiosos en ambos lados del Canal. Pero el aislamiento le va a hacer mucha más pupa al Reino Unido, que a medio y largo plazo va a ser mucho más pobre y frágil, lo cual es evidentemente una mala noticia por mucha tirria que le tengamos a la clase dirigente del Brexit. Pero al menos los de este lado tenemos la conciencia tranquila, algo así como la del amigo o familiar del toxicómano que está a punto de volver a pincharse…
Sin querer aburrirles con los detalles, recordarán que la no menos ínclita Theresa May finalmente aceptó firmar un protocolo para Irlanda del Norte que incluía algunos controles aduaneros para el tráfico de bienes entre Gran Bretaña (la isla grande) y el norte de la pequeña, que completa el Reino Unido. Es decir, tras votar el Brexit y confirmar su elección, los británicos aceptaron una suerte de frontera interna suave para que Irlanda del Norte pudiera seguir formando parte del mercado único europeo y evitar así el restablecimiento de la frontera con Irlanda (del sur), desmantelada por el Acuerdo de viernes santo que puso fin al conflicto nor-irlandés.
Lo mismo hicieron respecto a Gibraltar aunque en este caso se trató de un acuerdo de principio bilateral con España, que Bruselas está pendiente de revalidar. Si es posible, porque una crisis mayúscula en el Canal que restableciera la frontera interna irlandesa seguramente se reflejaría también en el cierre a cal y canto de la Valla. En perjuicio de los Llanitos pero, sobre todo, de los gibraltareños que por eso se mostraron dispuestos a permanecer en el mercado único europeo a toda costa.
Aparte de las implicaciones políticas en términos de soberanía, el problema ha sido que en los últimos meses las dificultades que ha experimentado el tráfico de mercancías entre Gran Bretaña y el mercado único, se han notado también en Irlanda del Norte, que importa muchos productos de Gran Bretaña. Así que entre semanita de vacaciones en Marbella y otra en el yate de un potentado donante a los Tories, a Boris se le ha ocurrido que denunciar el protocolo podría ser una buena idea. Y viene amagando con activar el artículo 16 del tratado global, que lo suspendería. Ante lo cual la UE ha anunciado que respondería con medidas de retorsión serias, sin descartar, por ejemplo, el corte de suministro energético francés a las islas del canal, más conocidos como los paraísos fiscales de Man, Guernsey, etc.
Y ahora que se acaba Glasgow ha llegado la hora de la verdad. ¿Será capaz la UE de mantener la unidad que ha venido manteniendo de forma continuada desde el inicio de esta interminable saga o empezará a haber deserciones? No tengo claro que, algunos díscolos tipo Hungría y Polonia, no vayan a torpedear desde dentro. O que otros, como Chipre, antigua colonia británica hasta hace pocas décadas, o Países Bajos o Dinamarca o Suecia, que tienen relaciones especiales con Reino Unido, no vayan a tratar de atemperar la respuesta de Bruselas.
De momento Bruselas cuenta con un aliado imponente: Biden. Sus raíces irlandesas le llevan a recalcar semana si, semana también, la importancia de preservar el Acuerdo de viernes santo, es decir, no restablecer la frontera interna irlandesa. Pero la Unión no puede aceptar no hacerlo si desaparece todo control entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, algo que Biden comprende perfectamente.
En todo caso agárrense que vienen curvas. Al menos póngase el cinturón de seguridad porque en Bruselas, los pilotos que llevan el tema, ya se lo han abrochado. Y si tienen ahorros, apréstense a comprar una casita en la Costa del sol o la Costa Blanca, que se van a poner a buen precio con el éxodo de decenas de miles de jubilatas británicos que ya no podrán ser atendidos en nuestros hospitales al anularse el convenio de cooperación con la sanidad británica, por ejemplo. Y si tienen algo más, igual pueden recomprar Iberia y Vueling, que no pueden permitirse dejar de volar desde y hacia España. Porque si se suspende el protocolo para Irlanda del Norte, todo queda en suspenso y el Brexit duro vuelve a ser una opción plausible.
Para que luego digan que todos los políticos son iguales… No, los del Brexit han demostrado ser lo peor para su pueblo y, a medio y largo plazo, también para sí mismos. Poco futuro le auguro a Boris en cuanto la cosa se ponga fea…
Estoy tan de acuerdo con lo que dice que mi amor por Inglaterra se refuerza con sus palabras. Es imposible el divorcio – no solo el mío – porque nos queremos -así que dejemos de bobadas , porque nos queremos. Somos lo que somos: europeos.
Por si alguien no lo sabe, soy un anglófilo empedernido. Por eso me duele más que estemos yendo de cabeza al precipio. Pero la culpa está claro de quién es