LBNL
Me refiero, obviamente, a los dos gigantes políticos europeos – Helmut Kohl y Simone Veil – fallecidos estos días. Eran completamente diferentes. Ella francesa, mujer y liberal, él alemán, hombre y conservador. Ella consiguió no solo sobrevivir al holocausto tras haber sido deportada desde Francia con toda su familia – que pereció en Auschwitz – sino sobreponerse estudiando y haciendo una brillante carrera política en la que destaca la consecución de la legalización del aborto y, por supuesto, la Presidencia del primer Parlamento Europeo elegido por voto directo de los ciudadadanos, primera mujer en alcanzar dicho puesto. Helmut Kohl creció bajo el nazismo, entró en política regional, alcanzó el mando de la cristiano-demócrata CDU y en 1982 consiguió ser nombrado canciller tras convencer al partido liberal de que abandonara a los social-demócratas y formara Gobierno con él. No dejó el cargo hasta 1998 y en realidad lo hizo por culpa de una traición interna protagonizada en parte por Angela Merkel. Les unía sus destacadas contribuciones al proyecto europeo.
Helmut Kohl lo cambió todo. Se decía que era un paleto tragaldabas y nos dejó a todos con el paso cambiado en cuanto tuvo ocasión. Su gran obra fue, obviamente, la gestión de la unificación alemana pero, en paralelo, sentó las bases de la Unión Europea tal y como la conocemos hoy, incluida las políticas de cohesión interna y de asistencia al desarrollo de los vecinos, muchos de los cuales ya se han conseguido entrar. Kohl actuaba de forma decidida y los resultados están a la vista pero también se ocupó de los gestos: su famosa foto de la mano del Presidente Miterrand en 1984 conmemorando a las víctimas de la segunda guerra mundial y completando la reconciliación.
En comparación con Kohl, Simone Veil parece pequeña, pero solo en lo físico. Obviamente nunca tuvo tanto poder como consiguió tener Kohl y por tanto su impacto político fue más limitado. Pero toda ella era un símbolo dada su trágica trayectoria y su capacidad de superación. Encuadrada en el centro-derecha, llegó a Ministra de salud con Giscar D´Estaing, lo que no fue óbice para que sacara adelante la legalización del aborto.
Quién pillara esas “derechas” que mantienen desacuerdos con la social-democracia práctiamente solo en el plano económico…
Helmut y Simone ya no están con nosotros pero sus obras si. Como también su ejemplo, que algunos en Europa, están determinados a seguir, reciéntemente con más viento de cola de lo que cabía pensar no hace muchos meses. Bienvenido sea porque queda mucho por hacer.
No está nada mal reforzar el «process» de unificación europea recordando a dos personajes clave, aunque no los únicos, que han puesto su empeño en reforzar la misma. De Kohl nos recuerda LBNL que, si por un lado puso su voluntad en conseguir la unificación alemana, por otro no descuidó «sentar las bases de la Unión Europea tal y como la conocemos hoy, incluidas las políticas de cohesión interna y de asistencia al desarrollo de los vecinos». Podía haberse limitado a lo primero, es decir preocuparse solo de «Deutscheland uber alles». Pero él no quería solo la grandeza de su país, sino también la de Europa. Eso si, no una Europa conquistada como quería Hitler y, anteriormente, Bismarck, sino conseguida en el consenso de sus miembros. Una labor más ardúa y lenta que la conquista, pero más duradera. De Simone Veil, destaca LBNL la lucha por la legalización del aborto y el ser la primera presidenta de un Parlamento Europeo conseguido mediante voto popular, es decir, por voto de parlamentarios europeos elegidos dentro de cada uno de los paises miembros. Un gran avance en el eternamente lento proceso de unificación europeo. Ella lo presidió.
Como señala LBNL, hoy sigue habiendo políticos que están determinados a seguir su ejemplo. Tenemos ante todo a Merkel, pero también a Junker y a Donald Tusk y, como arcángel llovido del cielo, a Macron. Se le compara con Napoleon y Maquiavelo. Superará al genio de la estrategia porque no se propone conquistar Europa, sino reforzarla por consenso. Que pena que en Inglaterra no haya surgido un fuerte defensor de formar parte de Europa al estilo de Macron. Pero el caso es que los paises o regiones periféricos no son nunca entusiastas de unión con otros cuando en centro de gravedad de esa unión les resulta lejano a su territorio. Es el caso de Catalunya, los líderes centrípetos como Albert Ribera o los dirigentes catalanes del PP o del PSC no consiguen aunar entusiasmo suficiente en los ciudadanos catalanes.