Incoherencias venezolanas

LBNL

¿Queda alguien coherente opinando sobre Venezuela? El Gobierno, que empezó la semana pasada llamando a la Unión Europea a implicarse más para favorecer el diálogo y una solución política que evite un baño de sangre, pasó el viernes a liderar el frente de los que querían reconocer al Presidente del Parlamento como nuevo Presidente. Entre medias, Guadió se había ofrecido y Trump le reconoció inmediatamente, dando la impresión de una operación concertada, secundada inmediatamente también por los ultras Bolsonaro de Brasil y Duque de Colombia. Nuestras derechas, desde el centro al extremo, que venían denostando a Pedro Sánchez como cómplice de los amigos del chavismo en España – Podemos – no han sin embargo tornado sus ataques en aplausos al giro copernicano de Sánchez. Normal en política cabe pensar. Pero no deja de extrañar que los mismos que denuncian el quebranto de la legalidad en Cataluña tildando la insurreción institucional como golpe de Estado y rebelión violenta, sean los que más se desgañitan reclamando el reconomiento de Guaidó dejando de lado la legalidad. Legalidad que les trae sin cuidado también a los gobiernos autoritarios de Rusia, China, Irán o Turquía que saltaron rápidamente a renovar su apoyo al régimen para defender sus intereses económicos. Sin duda Maduro carece de la más mínima legitimidad democrática tras haberse saltado a la torera la propia Constitución bolivariana en múltiples ocasiones. Nadie sensato lo discute. Cuánto antes se pueda desmantelar el régimen bolivariano mejor para Venezuela. Es evidente. Pero una guerra civil sería todavía peor para el pueblo venezolano. Y reconocer a Guaidó no es solo una injerencia contraria al derecho internacional sino que agrava el riesgo de conflicto. Lo más democrático y sensato sigue siendo presionar al régimen diplomática y económicamente para que convoque nuevas elecciones con todas las garantías internacionales, incrementando las sanciones si es menester. No es cuestión de equidistancia entre Maduro y la oposición sino de mantener los principios democrácticos y de respeto al derecho internacional frente a los excesos de Trump y Bolsonaro y la indignidad de Putin y Erdogan.

El lunes pasado, en el Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión Europea, España reclamó a la Unión más activismo para formar un “grupo de contacto” internacional con el fin de intermediar entre el régimen bolivariano y la desunida oposición y evitar, así, una guerra civil. El “chavismo” tiene las pistolas y le va la vida en defenderse de quienes quieren vengarse de tanto abuso, de tanto sufrimiento y del hundimiento del país por su pésima gestión. Y ya sabemos cómo se las gastan Maduro y sus acólitos, perfectamente dispuestos a reprimir a tiros, encarcelando y torturando a quiénes les desafían, mientras siguen detentando el monopolio de las armas y se aprovechan de la desunión perenne de la oposición.

Me cuesta pensar que España no tuviera información sobre lo que iba a pasar en los días inmediatamente siguientes. Prefiero pensar que Guaidó se ofreció espontáneamente al calor de las masas en la calle y que Trump le reconoció en uno de sus arrebatos, sin un acuerdo previo del que España no supiera enterarse. Fuera como fuere, Pedro Sánchez fue rápidamente convencido para cambiar de posición por varios homólogos latinoamericanos con los que departió en Davos el jueves. La presión dentro de España también arreció con el duo dinámico formardo por Aznar y su nuevo mejor amigo Felipe recorriendo todas las radios argumentando que el reconomiciento era la única opción democrática. Y el viernes España donde había dicho digo dijo Diego y pasó a exigir que Bruselas reconociera inmediatamente a Guaidó o, en su defecto, le diera a Maduro la opción de convocar elecciones presidenciales en un plazo de días si quería evitarlo.

Dada la resistencia de varios socios europeos a aceptar un cambio tan radical, el sábado por la mañana Pedro Sánchez hizo pública la postura de España, en paralelo a anuncios similares por parte de los gobiernos de Francia y Alemania. ¿Por qué la urgencia? Porque a primera hora de la mañana, hora de Nueva York, se reunía el Consejo de Seguridad a instancias de Trump. Los 28 Estados Miembros de la UE consiguieron consensuar una declaración común in extremis, cuando el Consejo de Seguridad comenzaba la sesión. La declaración fue más suave que la que reclamaba España pero más dura de lo que deseaban varios Estados Miembros, principalmente por la presión de los pronunciamientos públicos unilaterales mencionados.

En la Unión Europea se funciona por consenso y por tanto, demasiadas veces en función del máximo común denominador. España tiene intereses muy importantes en Venezuela y quizás sería comprensible una acción parcialmente unilateral como la descrita. Pero siempre y cuando sea coherente. Es decir, en el supuesto de que algunos se negaran, cabría que España hubiera tirado para delante por su cuenta o en compañía de algunos otros para formar el “grupo de contacto” sobre el que venía trabajando. Pero no para hacer justamente lo contrario de lo que venía defendiendo durante los últimos meses. Como poco, si se entiende que la postura actual es la correcta, habrá que concluir que la anterior no lo era.

Ahora bien, no me valen las (hipo) críticas del Threeparty Casado-Rivera-Vox. De repente proliferan los expertos en constitucionalismo bolivariano que interpretan, sin duda alguna, que el artículo 233 de la Constitución faculta al Presidente del Parlamento para reemplazar a Maduro. Y dos huevos duros. Ya se ha dejado clara la falta de legitimidad democrática de Maduro, ganador de las últimas elecciones presidenciales boicoteadas por la mayoría de la oposición. Pero la comunidad internacional no puede escoger Presidente alternativo por más que Guaidó condicionara su ofrecimiento al reconocimiento internacional además de al apoyo popular. ¿Con qué legitimidad vamos a oponernos al próximo candidato presidencial africano derrotado que se alce con el poder aduciendo que su contrincante ha cometido fraude electoral?

Por supuesto que al Threeparty le trae al pairo el derecho internacional, como ya demostró con la guerra de Irak, que tantos quebrantos ocasionó, algunos de los cuales seguimos padeciendo como el ISIS. Tampoco parecen haber aprendido de otras tragedias como la provocada por la operación para desalojar a Gadafi del poder en Libia. Razonar que el pueblo libio está peor padeciendo una guerra civil que parece interminable no implica defender al dictador. Supone únicamente recordar que el derecho internacional se basa en normas que han ido consolidándose sobre la base del sentido común: cuando terceros países interfieren, el resultado es siempre peor, por mala que fuera la situación de partida.

Lo verdaderamente increíble es que el Threeparty no vea la contradicción con su posición respecto de Cataluña. Como hay que justificarlo todo, está claro que la insurrección institucional independentista no merece condonación alguna y si su justo castigo legal. Las diferencias de opinión sobre la pertinencia de un nuevo artículo 155 o la apuesta por una vía política es algo distinto: la legalidad democrática no puede ser violada impunemente y ya habrá vías para administrar “clemencia” sobre las sentencias si las condiciones así lo justificaran. ¿Pero qué hacemos con los líderes políticos flamencos o eslovenos que opinan que la prohibición del referendum deslegitima democráticamente al Gobierno de España? ¿Los seguimos rechazando de plano o están en su derecho como “nosotros” a opinar sobre quién merece ser Presidente de Venezuela?

Lo único coherente es defender la legalidad internacional y reclamar que los dirigentes políticos que violan su propia legalidad nacional sean castigados y reemplazados en elecciones libres y con garantías. Las situaciones de fondo en Cataluña y en Venezuela no tienen nada que ver la una con la otra, es evidente. Pero la injerencia internacional está prohibida y es contraproducente por igual en ambos casos.

Puede que los generales venezolanos acaben “voltiándose” y Maduro tenga que salir por piernas hacia Cuba, o que lo maten como a Ceacescu, porque en la cárcel sería demasiado incómodo para muchos. No seré yo quien llore la suerte de semejante gañán, que ha conseguido que quepa añorar a Chávez. Puede incluso que su reemplazo por Guaidó en estas condiciones no lleve a un baño de sangre. No está claro en absoluto claro sin embargo que la presión de Trump vaya a conseguir su propósito o, que de conseguirlo, ello no vaya a generar muchas más violencia de la que ha generado el chavismo durante las últimas décadas.

Ojalá fuera así y dentro de un lustro alguien me pueda echar en cara este artículo como exagerado y excesivamente legalista. Salvando todas las distancias, supongo que a Obama también le habría gustado que le echaran en cara su voto en contra de la guerra de Irak por haber salido bien. Pero ser capaz de mantener los principios cuando arrecia la presión en contra y lo más fácil es seguir la corriente, tiene su valía.

A Maduro le tienen que echar los venezolanos, democráticamente, y la comunidad internacional tiene que ocuparse de que sus violaciones de los más básicos principios democráticos le salgan muy caras. Pero no de nombrar a su sucesor. Todavía menos si es porque lo dice Trump apoyado por Bolsonaro.

2 comentarios en “Incoherencias venezolanas

  1. Dos son , en mi opinión, las cuestiones principales que nos trae hoy el articulista : una de carácter general que atañe , como señala el título, a las incoherencias venezolanas , una extensión en la práctica de las rudas y esforzadas incoherencias del derecho internacional , y otra , más en clave interna , el sorprendente giro copernicano del gobierno de Pedro Sánchez en su posición, bien arraigada en la política exterior española, de un calculador diletantismo lleno de buenas intenciones, que se revela estéril la mayor de las veces .

    Comenzando por esta segunda e , me parece que el cambio de posición persigue debilitar a Podemos , uno de sus actuales socios parlamentarios , aislándole con la fiera bolivariana en los márgenes de la crisis que atraviesa y en busca de una legítima trasferencia de votos en la inmediatez de los próximos comicios , combinando con habilidad la apertura de sus puertas a disidentes que como Errejón , queman su pasado en Twitter y avivan de paso el fuego purificador en un Podemos más dogmático y perdido en sus divisiones internas que hace antipática y menos atractiva su oferta electoral .

    En cuanto a las incoherencias venezolanas , es evidente que el principio de no intervención se considera básico para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales pero no puede entenderse como absoluto y excluyente de cualquier clase de intervención ; es decir , no existe el “derecho de intervención ” como existe , por ejemplo ,el derecho a la vida , pero sí un derecho a intervenir , de imprecisos contornos pero en construcción, y ello a pesar de las autoridades políticas de bajo perfil democrático intervinientes. En especial cuando la intervención se halle justificada , es decir , y utilizando un símil penalista , tal y como indica JA Jaudenes Lameiro «cuando exista una causa de justificación que anula el matiz antijurídico de la acción »

    Con todo lo forzada que se quiera la licitud comparada con los ejemplos que nos trae el articulista , creo que en el caso de Venezuela concurren las circunstancias de un gobierno claramente criminal , eclipsando su culpabilidad en la incorregible ceguera de una izquierda de sesgo tercermundista , retrograda y retardataria de un progreso social al alcance de un país potencialmente rico y que permiten , con holgura , anular el matiz antijurídico de la intervención para un mejor futuro de Venezuela.

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