Frans vand en Broek
El espacio extraterrestre es un lugar solitario y melancólico y en el que, al parecer, no pasa mucho, si bien está atravesado por rayos y fuerzas de todo tipo, y puede hacernos explotar en segundos como sapos fumando si se nos ocurre la idea de andar por allí sin traje presurizado. Lo digo porque algunas de las películas más famosas que lo tienen como lugar de acción, ya consideradas clásicas, son a ratos fabulosamente aburridas, aunque rezuman otras cualidades argumentales o estéticas. Piénsese en obras como “2001: Odisea del Espacio” o “Solaris”, ambas basadas en sendas novelas de ciencia ficción de buena calidad, y estupendas películas ellas mismas, pero que pueden desafiar la paciencia del espectador más tolerante. Dudo mucho que dichas películas conseguirían ahora un público demasiado amplio, menos aún entre la así llamada generación Y, habituada al cambio rápido y la acción continua y variada. En su momento, fueron disfrutadas como novedades técnicas, la primera, o como obras de arte, la segunda, y sin duda por su calidad argumental, llena de referencias metafísicas y especulaciones filosóficas (si así puede llamárseles) sobre el sentido de la existencia humana y su relación con el universo y la tecnología. Pero pasaba poco en dichas películas. Algunas secuencias de “2001”, por ejemplo, no tenían otra razón de ser que la de mostrar la pericia fílmica de Kubrick, como cuando muestra a una azafata poniéndose de cabeza para llegar a otra parte de la nave, y en “Solaris” se la pasaban meditando sobre la vida y la muerte sin que la trama avanzara un pelo en el sentido de acción narrativa. Con todo, son consideradas joyas de la cinematografía del espacio por razones otras que el entretenimiento del espectador, y se entiende que así sea. La ciencia ficción, al fin y al cabo, ha sido uno de los lugares de especulación metafísica más activos desde que se inventó el género, si bien Hollywood se encargó pronto de enfatizar la acción por encima de la especulación o el concurso de las ideas.
Desde sus inicios, por tanto, el cine del espacio ha oscilado entre la película de acción fantástica y la meditación, pero no ha desdeñado esta última, hasta rozar el tedio, y ha servido de escenario a narrativas que imponen a los personajes confrontaciones internas que a momentos harían feliz a mismísimo Dostoievski (o miserable, que es lo mismo en su caso). El equilibrio no es fácil, como lo sabe todo guionista, pero algunas obras han tratado de lograrlo, como la versión de “Solaris” hecha más tarde por Soderbergh, o como lo hace de modo brillante la primera “Alien” de Ridley Scott (luego la serie degeneraría de modo vergonzoso). ¿Dónde se encuentra la nueva película de Alfonso Cuarón, “Gravity”, en este espectro fílmico? Para decirlo con brevedad: en ninguna parte. Ni es una especulación metafísica de aburrimiento seguro para el espectador, pero deleite de su mente, ni una película de acción continua que entretenga hasta al más aburrido. Pues ¿cuántas cosas pueden ocurrir en el espacio? Al parecer, pocas, repito. Por lo que Cuarón debe recurrir a los satélites que ya están contaminando la estratósfera terrestre de modo preocupante para introducir algo de acción en la trama y conseguir que los actores hagan algo más que flotar en el espacio. Como es natural, el satélite que se parte en pedazos y causa una catarata de basura cósmica tenía que ser ruso, no vaya a ser que nos olvidemos que alguna vez fueron el imperio del mal y se nos ocurra la mala idea de modificar el estereotipo para bien: Hollywood los necesita con ardor para seguir haciendo películas. Pero al menos Cuarón hace de una estación espacial china el lugar de salvación, lo que podría contribuir a las relaciones bilaterales, si bien su desmoronamiento final no sé cómo será tomado por la élite política de aquel país.
El caso es que la misión de rutina en el espacio se transforma en tragedia cuando la basura cósmica, viajando a 30,000 kilómetros por hora, si mal no recuerdo, destroza el transbordador y deja a los personajes principales, actuados por Clooney y Bullock, flotando literalmente en el espacio. Quepa decir de entrada que el espectáculo visual, en tres dimensiones, es precisamente eso: espectacular. Aunque el efecto de las tres dimensiones se está disipando un poco y no podrá impresionarnos tanto como lo hizo con “Avatar”, sigue surtiendo efecto y Cuarón hace un trabajo respetable al no exagerar sus posibilidades. El trabajo de cámara es hermoso, pero las largas tomas no contribuyen demasiado a agilizar la acción, por lo que se deja a la trama argumental esta responsabilidad, algo que, me temo, no cumple con soltura. El comienzo es impresionante y comunica bien al espectador las sensaciones de ingravidez y de soledad espacial, de extrañeza y familiaridad al mismo tiempo de tales misiones, con Clooney volando alrededor de la nave y bromeando tonterías con Houston, y la doctora interpretada por Bullock reparando equipos en la nave, mientras se avecina la desgracia. Y en eso los rusos lo estropean todo y los restos los matan a todos, menos a los susodichos. Este hecho es una de las primeras demandas a la verosimilitud que se permite Cuarón, algo común en películas de este tipo, por lo que no afecta demasiado al argumento. No obstante, ¿cómo es posible que se salven de los miles de pedazos en que se ha desintegrado el satélite ruso los dos protagonistas y mueran todos los demás? Basta una partícula minúscula para penetrar no solo a un astronauta sino a un tanque. Aunque la partícula pese dos gramos, invito al lector a multiplicarlos por los 30,000 kilómetros por hora a que viajan y se verá a lo que me refiero. Pero se salvan, a pesar de todo.
Es entonces que comienzan las demandas más intensas a la verosimilitud. Como se sabe, esta última depende no de la correspondencia con la realidad, sino de las leyes internas que se impone la obra misma, y en este caso, el guion no ha recurrido a monstruos o a invasores extraterrestres, sino que pretende, desde el inicio, una descripción realista de una misión espacial y de los actos heroicos de sus protagonistas, por lo que esperamos lo mismo, acciones que concuerden con este patrón de expectativas. Pero ¿alguien se puede tragar lo de los astronautas viajando por el espacio provistos solo de sus trajes espaciales y pequeños propulsores de gas? Luego de llegar a la estación espacial, se dan tales batacazos antes de entrar a ella, que me imagino que los trajes han de estar cubiertos de almohadones de pluma de ganso, porque de lo contrario ya se habrían hecho mermelada de astronauta dentro del traje, pero quizá exagero, compelido por mi ignorancia de cualquier cosa espacial. Al punto, la Bullock ha de enfrentar de nuevo a los restos del ruso, y otra vez mi tenaz sentido de la verosimilitud se ve ofendido por la salvación de la pequeña nave en la que debe viajar hasta la otra estación espacial, a pesar de que la estación espacial en donde está se hace papilla. Un par de batacazos más, y la doctora logra entrar en la estación espacial china y tomar la nave pequeña y entrar de nuevo en la tierra, algo que normalmente se consigue de modo muy difícil y solo con mucha pericia técnica, pero que la doctora consigue, con problemas, pero sin mella, hasta caer justo en un lago que la recibe con calma y casi la ahoga. Quizá esta última escena tipifique la película entera: como no hay mucho que contar, hay que hacer uso de toda oportunidad para crear tensión y animar la acción, aunque se resienta la credibilidad de la historia, pues en el espacio, a fin de cuentas, pasa poco. Y con ello, los eventos parecen forzados y solo hechos para crear acción, no por necesidades de la historia o de la evolución de los personajes o de las ideas que la animan. A decir verdad, no hay ideas, solo dos buenos actores, una historia ingrávida e insubstancial, y mucho espacio que recorrer, aunque se haga con extinguidores de fuego apuntando hacia cualquier parte.
Se ha dicho, según leo en algunas críticas, que la historia es más bien interna, y que el espacio simboliza de algún modo el vacío en que han caído los personajes al momento de darse la historia, y que es en ese mismo vacío que encuentran redención y su destino. Puede ser, y mal haría en disputar tal interpretación. Pero habría agradecido un poco más de acción verosímil o de ideas aburridas, porque tal como se presenta la historia, me pareció que no consigue ni entretener demasiado ni hacer pensar tanto, y si de espacio interno se trataba, hasta habría agradecido más palabras de los protagonistas, una historia de amor quizá, o escenas en la tierra que avalaran el dilema existencial de los personajes. De todas formas, la película es, como dije, un espectáculo visual hermoso y bien ejecutado que hará olvidar al espectador el estado real de la tierra, tan sucia y peligrosa como el espacio, y con muchas más crisis que atender.
Yo vi la película Gravity, y me aburrí a partir de la primera media hora. Sin que me hubiera entusiasmado demasiado ese primer rato. Pero luego no pasa nada, más que batacazos y más batacazos contra distintas naves. Todo repetitivo, inverosímil y absurdo. Genial la crítica de Frans. En otros sitios he leído que es una obra de arte y yo qué sé qué más cosas.
Ayer les recordaba que era el segundo aniversario del final de eta y que estaba pasando desapercibido. Ahí les dejo un artículo de José María Calleja sobre el tema:
http://www.eldiario.es/zonacritica/derrota-ETA_6_188341178.html