¿Innovación social o el mismo perro con diferente collar?

Albert Sales

¿Cuantos gurús de la “innovación social” empiezan sus presentaciones con una cita de Albert Einstein? ¿Alguien ha hecho un estudio cuantitativo? ¿Hay estadísticas? Me refiero a aquello de “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, una frase atribuida al célebre físico y que a menudo acompaña su foto en memes y diapositivas proyectadas en las pantallas de los auditorios. Después de la imagen de Einstein con su cabello blanco despeinado, llegan las propuestas para conseguir esos resultados nuevos que suelen implicar equipos multidisciplinares, soportes tecnológicos digitales y nombres en inglés.

Los medios de comunicación se hacen eco de estos proyectos innovadores ofreciendo el micrófono, la cámara o las páginas de una publicación a expertos que explican las bondades de su idea. En el ámbito de la lucha contra la pobreza, las ideas surgen de personas sensibles con lo que ellas creen que son las necesidades de una gente a la que no se le suele preguntar la opinión. Así, es habitual que cada invierno los periódicos entrevisten a ingenieros que inventan iglús, o casitas de cartón que se montan en 4 minutos para dormir en la calle o sacos de dormir anti puñaladas para pasar la noche en un banco del parque. También se presenta como innovación la creación de espacios para que las personas sin techo puedan pasar la noche. Sorprende constatar que mientras los albergues se consideran servicios del pasado, hay ONG que proponen utilizar plazas de párquing o locales comerciales de unos pocos metros cuadrados, como soluciones de alojamiento baratas. Eso sí: diseñadas por profesionales que han aportado sus nada baratas horas de trabajo de forma altruista para optimizar los espacios y que parezcan “cool”. Hay quién desprecia las políticas activas de ocupación pero propone sacar a la gente de la calle a través de la emprendeduría.

Vendiendo estas anécdotas como buenas noticias para “los sintecho” los medios contribuyen a una visión paternalista de la pobreza que remarca la bondad de la persona que, desde el calor de su casa, de su taller o de su espacio de “co-working”, idea soluciones para los problemas de los más pobres.

Los inventos análogicos conviven con multitud de inventos digitales en forma de aplicación para móvil. En las principales ciudades de Estados Unidos ya está en funcionamiento una app que permite conocer la historia de cada persona sin techo que accede a formar parte de un programa social. Cuando el usuario de la app pasa cerca de estas personas, consulta acerca de su vida y decide si les da dinero y qué destino debe tener este donativo: si debe usarse para comida, para lavandería o para un curso de formación. Si la persona sin techo quiere mantenerse en el programa, ese dinero debe demostrar a la entidad que gestiona la aplicación que lo gasta a aquello que los usuarios han determinado. Un medio electrónico para hacer lo de siempre: suponer que las personas en situaciones de pobreza no saben gestionar su vida, determinar el destino de los donativos desde posiciones en las que difícilmente se puede llegar a entender las necesidades de quien los recibe, generar un mercado de la buena voluntad, crear mecanismos de control social, ofrecer una válvula de escape para que almas conmovidas por la miseria realicen su buena acción del día…

Las tiendas de campaña, los sacos de dormir, las mantas o los bocadillos, se inventaron hace mucho tiempo. Mostrarlos en los medios de comunicación como innovaciones desvía la atención de la crisis global de acceso a la vivienda a la que asistimos en nuestras ciudades. Tratar de solucionar la pobreza a base de apps que canalicen algunas migajas hacia personas que renuncian a su privacidad y se someten a un duro control social, es utilizar la tecnología para reforzar el mismo planteamiento de siempre y crear un Gran Hermano de los pobres.

¿Existe entonces una innovación social realmente útil para combatir la pobreza? ¿O solo nos queda repetir aquello de “mientras exista el capitalismo existirá la pobreza”? Sin duda hay poderosas causas estructurales detrás de las formas de miseria que pretenden abordar emprendedores y start-ups, y es probable que no se acabe con ellas innovando, pero seguro que es posible transformar políticas públicas, programas de entidades sociales y actitudes individuales, para combatir las causas de la exclusión social. Pero para innovar hay que reconocer a las personas a las que se pretende “ayudar” como titulares de derechos, y considerarlas sujetos políticos con voz y conocimientos para identificar sus necesidades y para tomar decisiones.

2 comentarios en “¿Innovación social o el mismo perro con diferente collar?

  1. Me ha parecido interesantisimo este articulo.

    No se como se alinea con los recientes premios Nobel de Economia , Kremer, Duflo y Banjerlee que se han desarrollado también en el ámbito de la lucha contra la pobreza.

    https://elpais.com/economia/2019/10/14/actualidad/1571039274_238817.html

    Algunas de sus propuestas me suenan parecidas a los sacos de dormir anti puñaladas, pero otras me parece que tienen mas poso.

    Me interesa saber su opinión.

    En general yo tengo una cierta ambivalencia respecto a la importancia que los temas de pobreza están adquiriendo dentro del debate económico: me parece esencial tratarla, pero me entra un sudor bastante frio cuando oigo a voces que siempre vienen asociadas al recorte decir que «lo importante no es la desigualdad sino la pobreza».

  2. Muchas gracias!
    No querría que se confundiera la pseudo- innovación social que se comenta en el artículo con el interesantísimo trabajo de Kremer, Duflo y Banjerlee. Recomiendo el libro «Repensar la pobreza».
    Aún así, comparto esa sensación de sudor frío cuando leo que la desigualdad no es lo importante. Se pueden diseñar políticas de lucha contra la pobreza en el seno de una sociedad altamente desigual, pero sin reducir las desigualdades es imposible parar la maquinaria de generación de pobreza.

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