Marc Alloza
«A menos que esté muy equivocado, esta invención resultará importante en el futuro», anotó el 11 de julio de 1907 Leo Baekeland inventor del plástico. Se puede decir que tuvo razón y tuvo la suerte de comprobarlo por sí mismo generando una nueva fortuna con su descubrimiento.
Se calcula que cada año se vierten del orden de 13 millones de toneladas plásticos a los mares. Dado que el proceso de degradación del plástico puede llegar a los 500 años, es posible que alguna de las fabricaciones de baquelita originales de Leo Baekaland siga surcando los mares contra viento y marea.
El vertido de plásticos, metales y basura en el mar es tal, que hace unos 60 años se empezaron a acumular residuos flotantes en los vórtices de los giros de las corrientes oceánicas. No fue hasta 1997 que se descubrió la primera gran isla de basura en el pacífico norte entre Hawai y California. Ésta es conocida como como la Great Pacific Garbage Patch (Gran Isla de Basura del Pacífico). Es la mayor de las siete islas de basura descubiertas hasta ahora y su superficie ya duplicaría el tamaño de Francia. Se estima que podría estar compuesta por 80.000 millones de trocitos de plástico, metales ligeros y basura en descomposición en suspensión. Pero esto sería solo la punta del iceberg puesto pudiera ser que el 70% de los desechos se hundan en el mar por lo que el fondo marino debe estar todavía más lastimoso. Los más pesimistas auguran que en 2050 los plásticos vertidos en los mares pesarán más que todos sus peces.
Las consecuencias de tener los mares como vertederos son de sobras conocidas por todos aunque a menudo no lo parece mucho. Por ejemplo, en los ríos como el Besós se debería realizar un control más intensivo de los vertidos y en especial de su filtrado, empezando por las depuradoras. Por ejemplo, la mitad de las 26,5 toneladas de residuos filtrados del mar en 2020 por la central de ciclo combinado de Endesa eran toallitas. En cada riada afloran toneladas de residuos que las administraciones a cargo de la cuenca y del parque fluvial no limpian ni en forma ni en tiempo, y tienen que ser los vecinos los que tratan de adecentarlo en los fines de semana (130 kg de basura, el 80% toallitas y plástico. Hemos liberado un árbol que tenía encima 80 kg de toallitas y un saco de runa).
En las medidas para reducir el uso de plásticos a veces se observan actuaciones contradictorias. Por ejemplo, la medida de cobrar las bolsas de plástico me parece hasta cierto punto correcta para incentivar el reciclaje de las mismas. Que en breve estén obligados a que las bolsas que ofrezcan tengan que ser de origen vegetal me parece bien también. Que los supermercados comercialicen bolsas de plástico reciclado con su logotipo y mensajes tipo “Esta bolsa es verde” o “Reutilízame” me parece una buena idea. Pero que el mismo supermercado sustituya pescadería, charcutería o carnicería por neveras de productos envasados no me parece coherente. Pero no sólo es en supermercados y en alimentación. La verdad es que no se tiene la sensación de que se cada vez se consuman menos productos envasados. Todo lo contrario, los blísters van que vuelan. En julio de este año debería entrar en vigor la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados que transpone la Directiva (UE) 2019/904, relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente. Veremos qué impacto tendrá, todo suma pero como no sumemos rápido…