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¿Qué necesidad tenía Israel de volver a copar las portadas de los medios de comunicación del mundo informando de la más de una decena de palestinos muertos a balazos (al menos dos por tiro de tanque…) y cientos, quizás más de mil, heridos por manifestarse frente a la “valla” que separa Gaza de Israel? A la petición de una investigación independiente formulada por el Secretario General de la ONU y también por la Alta Representante de política exterior de la Unión Europea, el Primer Ministro de Israel y el portavoz de sus fuerzas armadas han respondido negando cualquier uso indiscriminado de la fuerza: los muertos y heridos lo fueron por amenazar la seguridad de Israel. A los videos de palestinos desarmados abatidos por disparos de los francotiradores israelíes responden que están sacados de contexto: no incluyen las acciones agresivas de dichos individuos con anterioridad a ser disparados. ¿Es necesario recordar que el uso de munición real contra civiles está prohibido por el derecho internacional? ¿O explicar que es desproporcionado matar a alguien que huye tras tirar un neumático ardiendo rodando contra la valla? Israel tiene todo el derecho del mundo a defenderse de ataques armados y del terrorismo y también de reprimir manifestaciones agresivas pero desde luego no tiene ningún derecho a disparar a mansalva a civiles desarmados que desoigan su advertencia de no acercarse a menos de 300 ó 500 metros de su “valla” de seguridad. Para eso están los cañones de agua, los gases lacrimógenos y las balas de goma. Es igualmente de sentido común que a Israel no le beneficia en absoluto aparecer como represor inhumano en los mismos días en que los cristianos recuerdan el martirio de Jesús cuya ejecución “por los judíos”, obviando su propia condición de tal, ha sido un elemento esencial del antisemitismo que tanto han padecido los judíos desde entonces.
La situación en Gaza es tan desesperada como siempre o incluso un poquito más: la Autoridad Palestina con sede en Ramalah viene presionando desde hace meses recortando subsidios y transferencias que se han traducido en cortes de suministro eléctrico, provisiones de medicinas, etc. Israel por supuesto no ayuda bombardeando objetivos de Hamás cada vez que se registra un ataque de mortero o una incursión desde Gaza. Y Egipto mantiene el paso de Rafah cerrado a cal y canto, entre otras cosas por el combate que mantiene con los acólitos del Daesh en el Sinai. Como dijo el ex Primer Ministro israelí Ehud Barak, “si yo hubiera nacido en un campo de refugiados en Gaza, no tendría nada que perder y posiblemente me alistaría a Hamás”. Nada de esto justifica la agresión contra Israel pero si explica por qué hay tantos jóvenes palestinos dispuestos a protestar frente a los francotiradores israelíes a sabiendas del alto riesgo de ser tiroteados.
La situación en Cisjordania es mucho más desahogada pero la falta de perspectivas para una solución política a medio o largo plazo es tremendamente sombría: Trump ha reconocido la capitalidad israelí de Jerusalén y mientras que el próximo 14 de mayo se inaugurará la embajada estadounidense en Jerusalén conmemorando el 70 aniversario de la independencia de Israel, el ansiado Estado palestino independiente aparece más lejano que nunca, también porque el plan de paz que supuestamente prepara la administración Trump desde hace meses no lo descarta pero tampoco lo explicita.
Los palestinos, además, escuchan todo tipo de rumores sobre la connivencia del príncipe heredero saudí con Trump, alentada por la prioridad que le da a la lucha contra el enemigo chiíta iraní, que sería compartida por el virrey egipcio Al Sisi y por el monarca jordano.
En suma, los palestinos de Gaza no tienen nada que perder pero Israel, que tiene todas las de ganar, pierde mucho disparando contra civiles que en cualquier otra parte del mundo civilizado serían tratados con mucha más contención.
Oriente Medio no es Europa, arguye Israel frecuentemente. Esta gente quiere nuestra destrucción y no podemos correr el riesgo de que una reacción no suficientemente contundente sea percibida como una muestra de debilidad.
Por supuesto que Israel puede asumir ese riesgo. Hamás había dado instrucciones de no atacar la “valla” y preparaba una campaña “in crescendo” que iba a incrementar las protestas “in crescendo” hasta el día de la Nakba, el desastre, que coincide con la celebración de la estatalidad de Israel.
Teniéndolo todo a su favor, Israel debería haber controlado la protesta con contención. Por varias razones. Para empezar, porque la violencia desproporcionada no le resultaba en absoluto necesaria para defender la “valla”. Pero también porque la única baza que tienen los palestinos es seguir apareciendo ante la opinión pública mundial como un pueblo sojuzgado y masacrado por un ejército todopoderoso que no muestra escrúpulo alguno para reprimirlo a sangre y fuego.
Cualquiera que haya visitado Israel sabe que Tel Aviv es una especia de Manhattan mediterránea, Haifa es un crisol étnico y cultural insospechado y Jerusalén es una ciudad dividida al tiempo fascinante y aterradora. Israel es en muchos aspectos un país fascinante, tremendamente moderno y atractivo, con una democracia tremendamente vibrante, también progresista aunque lleno de contradicciones. Pero solo lo sabemos quienes hemos tenido la oportunidad de conocer el país en profundidad. Para el resto, para la mayoría de la opinión pública mundial, los sucesos del viernes pasado vuelven a mostrarle un Israel opresor y asesino de un pueblo oprimido.
La comunidad internacional aceptó el muro que Israel construyó para prevenir los ataques terroristas desde Cisjordania: solo se criticó que no respetara las fronteras de 1967 y tratará de consolidar ganancias territoriales. La comunidad internacional aplaudió la retirada israelí de Gaza y entiende que Israel se defienda de los ataques que periódicamente recibe desde la franja. Lo que no se entiende es que Israel no comprenda que disparar con munición real a cientos de manifestantes desarmados jamás será aceptado por la comunidad internacional cuya aceptación Israel reclama y desea.
Israel es la única democracia en Oriente Medio pero para ser aceptada como democracia occidental tiene que comportarse como tal. Su respuesta ante la crítica turca de que no acepta lecciones de un régimen que bombardea a sus poblaciones civiles es perfectamente legítima porque Erdogan no está legitimado para darle lecciones de democracia a nadie. Pero esa respuesta no es válida para el Occidente del que Israel ansía formar parte.
Las informaciones disponibles coinciden en que ha sido una carnicería que deshonra a Israel y a su gobierno de extremistas, con un ministro de defensa especialmente ciego de ira, Avigdor Lieberman, líder del partido de extrema derecha Israel Beitenu. Así es muy difícil hacer amigos.
Sentido común del presidente del Congreso Judío Mundial :
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