La Bella Durmiente es andaluza

Arthur Mulligan

Y tiene un cuerpo. Un cuerpo electoral que más que dormir, sestea en un Sur que anticipa elecciones y verano. Un cuerpo que en su visión de la fábula pertenece a la izquierda (con todos sus perejiles como diría aquella) y que solo la izquierda puede movilizar mediante el recurso al sermón.

Esta obsesión totalitaria de que los electores pertenecen a los partidos (« nuestros electores», «el pueblo de izquierdas», «los conservadores») se expresa con particular intensidad desde la Transición en Andalucía, tanto por su peso demográfico como por su protagonismo principal en la reconstitución del PSOE, contribución incontestable en la formación de un estado democrático con el brillante liderazgo de Felipe González.

Después de 37 años de gobierno, en los que se desarrolló una política que identificaba pueblo, cultura, subvención y partido con una manera de ser y de hacer, llegó lo extraño e inesperado, un sentimiento de “ robo “ del poder a pesar de haber ganado las elecciones, la alerta antifascista, la sorpresa, los juicios de residencia, la rebelión de la parroquia propia y ajena, y también las primeras condenas por corrupción y mala administración — sí, porque no solo la derecha y los ricos de Madrid o los burgueses nacionalistas catalanes robaban, sino que la desidia del control institucional se extendió también en la Junta — y, claro está, el partido se resintió.

En realidad sobrevaloramos las capacidades de la política, a la que atribuimos una capacidad para la ordenación de la vida social que excede con mucho sus verdaderas posibilidades.

Así, no es difícil encontrar teóricos que sostienen que estamos en transición hacia una sociedad posdemocrática que emplearía las instituciones de la democracia, pero vaciadas ya de contenido, al modo de un simple envoltorio formal o también, aquellos que hablan directamente de pospolítica, una forma de reducir el margen de elección de los representantes a pequeños detalles técnicos por subordinarse la política democrática a los imperativos de la simple gestión.

Ahora mismo, por ejemplo, es notoria la presencia de la ministra Yolanda Díez anunciando, a quienes la quieran oír, la buena nueva que inaugura una política sentimental con la formulación de un deseo: que las decisiones colectivas puedan dar otra forma a la realidad; como si el acto mismo de decidir poseyera cualidades mágicas, ocultando una y otra vez los costes que limitan otras decisiones de gasto corriente.

Eso sí, se lleva “maravillosamente bien con todos y le encanta sumar” para que luego no se diga.

En el fondo ella y quienes así abordan las cuestiones políticas no conciben que también hay problemas sin solución, así como problemas que no pueden solucionarse, total o parcialmente, sin haber descartado previamente un buen número de preferencias difíciles de encajar en la realidad. La «voluntad política» como Bálsamo de Fierabrás.

Del mismo modo, la extrema derecha participa de esa nostalgia del poder absoluto, ilimitado e indivisible, pero todavía se sabe débil y espera — compartiendo miradas hacia el pasado con la extrema izquierda — la vuelta del potencial organizador de sus ideas, algo que para su desgracia (y la nuestra, cabría decir) se ve hoy en Latinoamérica.

Aunque todavía hoy y aquí, como en toda democracia que se respete lo fundamental es la amplitud de la lógica del péndulo electoral entre las posiciones socialdemócratas y liberal conservadoras, mejor cuanto menor sea.

En el debate de televisión, enfardado en un formato tedioso por su rigidez, lo único reseñable fue la incapacidad abrumadora de Sánchez para elegir a sus candidatos (Gabilondo, Pepu, Espadas, el nuevo de Madrid, el viejo de C y L) y sus argumentarios, lo que pone de relieve la falta de vida política en el interior del PSOE, todo él contaminado hasta la exasperación por el secretario general y la dureza de sus estatutos internos.

Según aparecía en la carpeta transparente que portaba la ministra de trabajo, las expectativas que maneja el gobierno son poco favorables a la candidatura socialista. Resulta descorazonador para las personas próximas al gobierno de coalición que se autodefinen como progresistas preguntarse: ¿cómo es posible que con las medidas sociales del ejecutivo se esté produciendo esta sensación de fracaso, que podría ser catastrófico en Andalucía el 19 -J como lo fue el 4-M en Madrid en 2021?

En primer lugar debemos sospechar la influencia de sus amistades peligrosas en la mentalidad de los andaluces quienes seguramente es difícil que puedan entender qué tiene de progresista asociarse con Bildu, ERC, etc.

Tampoco la lentitud y el oscurantismo en la gestión de los fondos de la UE y las crisis institucionales (CNI) y diplomáticas (Argelia, Marruecos) donde se ha revelado una incompetencia asombrosa.

Y para remate el infructuoso manejo de la inflación que se come los limitados efectos beneficiosos del SMI.

Hay quien cree en la suerte y por lo tanto en las sorpresas. Ocurrió antes en Madrid por aquello de la esperanza y se resolvió con una remodelación ministerial.

Pero a La Bella Durmiente no hay quien le despierte. Sobre todo después del soporífero debate.

Un comentario en «La Bella Durmiente es andaluza»

  1. Nos hemos acostumbrado a votar con una papeleta en la que están los candidatos de los partidos y coaliciones electorales.
    Escogemos una de ellas y la introducimos y ¡¡Yasta!! ..ala ,a esperar el resultado como si fuera «La Lotería» y celebrar si nos ha tocado el gordo ,una participacion o el reintegro…y a esperar la siguiente…

    ¿Qué pasaría si en la papeleta además de los candidatos que proponen los partidos,tuviéramos que responder a unas preguntas sobre el sentido de nuestro voto ,a quien votamos antes y por qué mantenemos o cambiamos de candidatos y formaciones politicas ?

    Pues veríamos el grado de estupidez que mueve el voto de un sitio a otro.
    Ante mi doy fe.
    AC/DC
    …JAJAJA….que nervios.

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