Juanjo Cáceres
Entre los hitos futbolísticos más recientes del Real Madrid se encuentra el título de la Champions del año 2022: un triunfo obtenido contra pronóstico y conseguido a base de victorias al filo de lo imposible, muy especialmente en el partido de vuelta de las semifinales contra el Manchester City, cuando el Bernabéu fue testimonio de la remontada de dos goles en el minuto 90 ante el que sería el campeón el año siguiente.
El equipo de Pep Guardiola perdió la eliminatoria cuando parecía que ya lo tenía todo hecho, que es la misma experiencia que vivió Feijóo en la noche electoral del 23 de julio: cuando parecía que todo iba a ser llegar y besar el santo, los números se decantaron a favor de una investidura potencial de Pedro Sánchez. Puede parecer reiterativo evocar una y otra vez este episodio, pero no lo es, porque nos enseña de forma dramática la diferencia entre expectativas y realidades, entre relatos y hechos, y entre pronósticos y resultados. La densa vida política y mediática española vive permanentemente instalada en la construcción de relatos, la generación de expectativas y la realización de pronósticos, pero comunica sobre ellos como si fueran hechos, realidades y resultados. Y no lo son.
Lo vivido con posterioridad a la noche del 23 de julio, que no es otra cosa que el trayecto hacia la investidura, sufre de los mismos males, particularmente en relación con un relato central que resuena una y otra vez de forma incuestionable: que Pedro Sánchez será investido presidente y que habrá un gobierno progresista. Dos cosas, por cierto, que no son lo mismo, pero que se pronostica que sucederán de forma simultánea. Dicha expectativa sufrió, sin embargo, un pequeño revés el pasado jueves, cuando en el marco del debate de política general celebrado en el Parlament de Catalunya, Junts y ERC pactaron una resolución según la cual no apoyarían un futuro Gobierno “que no se comprometa a trabajar para hacer efectivas las condiciones para la celebración del referéndum”. Y ello, no solo en plena tentativa de investidura de Feijóo, sino también al cabo de unas horas que el propio Pedro Sánchez diera plenas garantías de que la revalidación del gobierno progresista estaba al caer.
Pese a los intentos de disimularlo, la literalidad de dicha declaración cayó como un saco de agua fría y obligó al partido socialista a verbalizar que por este camino se llegaría a la repetición electoral: un mensaje diametralmente opuesto al que se mantenía tan solo unas horas antes. Y desde luego diametralmente opuesto al relato de investidura garantizada a cambio de alguna forma de amnistía, que se ha ido aterrizando sobre la opinión pública durante las últimas semanas. Unas semanas en que se ha hablado de intercambio de borradores, de textos de amnistía prácticamente elaborados y durante las cuales un sinfín de finos analistas han asegurado cosas como que los mensajes de Junts durante la investidura fallida evidenciaban que ya había un acuerdo. Pero para ponerlo todo en su justa dimensión hay que referirse a tres cuestiones.
La primera tiene que ver con el ecosistema independentista. Muy pronto se ha pasado por alto cuáles son los objetivos de los partidos y del movimiento independentista y cuáles son los procedimientos que se han seguido para alcanzarlos. Los resultados electorales no dejan lugar a dudas respecto al declive del espacio, pero no por ello han cambiado su estructura, sus necesidades ni las amenazas dentro del propio ecosistema. Por un lado, es un hecho que en el Parlament existe una mayoría partidaria del “dret a decidir”, que incluye a los socios de Yolanda Díaz (En Comú Podem), los cuales ya se manifestaron la semana pasada anunciando la necesidad de que en Cataluña se vote. Por el otro, es sobradamente conocida la competencia entre partidos independentistas por alcanzar la hegemonía y la amenaza persistente emitida desde la ANC y otras entidades de acabar presentando una lista electoral propia, en el caso de que los partidos se desmarquen de su compromiso claro y demostrable en acciones de alcanzar la independencia. Por si fuera poco, el pasado 11 de septiembre se dieron cifras de más de 100.000 personas asistiendo a la manifestación de la Diada en Barcelona y el pasado domingo se conmemoraron seis años de la consulta del 1º de octubre. Como colofón, el hecho incontestable de que el PSC es la fuerza más votada en Cataluña y que según cual sea el desenlace de los próximos meses, pueden ser los propios partidos independentistas los que amplíen esa hegemonía y lo lleven en volandas hacia la presidencia de la Generalitat. Este es el difícil contexto, en el que no hay que olvidar tampoco algunos nombres propios como el del hombre de Waterloo y el de la condenada por corrupción Laura Borràs. Pese a toda esta complejidad, se ha afirmado con rotundidad que eso de la investidura era coser y cantar.
La segunda cuestión relevante es el refuerzo que, como era de prever, está facilitando al PP toda esta trayectoria de acercamiento entre PSOE y partidos independentistas. Entre los pronósticos de las últimas semanas se encontraba el que Feijóo no podía ser investido presidente, pero también el relato de que iba a ser un tremendo desastre para él. La realidad, sin embargo, es que Feijóo salió reforzado como líder de la derecha política y logró consolidar su posición estratégica, que no es otra que la de intentar captar toda la desafección y el rechazo que generen los acuerdos entre el gobierno en funciones y los partidos independentistas. Esa desafección y ese rechazo puede ser grande o pequeño. No obstante, existen pocas dudas de que el grado de polarización ha aumentado y de que, en río revuelto, habrá un pescador dispuesto a llenar la red, pese a que sigue teniendo un problema gigantesco llamado Vox.
La tercera cuestión es la intensidad de la guerra en el terreno mediático. Se consolida la polarización mediática con unos espacios de actualidad donde tertulianos e incluso moderadores son cada vez más inclementes frente al rival político. La confusión entre periodismo y partidismo, entre análisis imparcial y análisis de parte, es en muchísimos casos absoluta, pero, admitiendo que puede ser una percepción subjetiva, parece que donde más haya crecido últimamente es en espacios más afines a los partidos de gobierno, los cuales se han puesto ya a un nivel que años atrás solo se apreciaba con esa vehemencia en medios más derechistas. Ello también forma parte del proceso de polarización, de esa sensación de haberse visto entre la espada y la pared antes del 23J y de la conclusión compartida de que el nuevo gobierno de coalición ha de salir adelante, cueste lo que cueste. De ahí también se derivan numerosos análisis sesgados y viciados sobre lo que ocurre y sobre lo que va a ocurrir, lo que en un clima de cierta incertidumbre política no contribuye a apaciguar los ánimos, ni a despejar dudas.
El segundo semestre del año iba a ser difícil en lo político y lo está siendo. El momento de gloria de Feijóo ha concluido con el menos glorioso doble fracaso en la sesión de investidura. Como si de un partido de beisbol se tratase, ahora es al PSOE al que le toca batear y empezar a correr hacia las bases. En medio del humo y de las incertezas, algunas cosas parecen claras. Que a la investidura solo se llegará con una forma de compromiso con los partidos independentistas. Que para que ese momento llegue, será necesario verbalizar cuáles son las características y el alcance de la amnistía, lo que sin duda generará buenos titulares, complejos análisis y nos pondrá de nuevo en confrontación directa con la historia reciente. Entretanto la política y los medios seguirán tratando de transmitir sensaciones: la de que unos van a ganar y la de que otros van a perder, la de que hay un ganador y un perdedor, la de que habrá presidente y la de que no vale ser presidente a cualquier precio. Esas son las aguas donde seguiremos navegando los meses venideros y las aguas que seguirán incidiendo sobre el ánimo del electorado. Un ánimo que se intentará poner a prueba lo más pronto posible por parte de unos y lo más tarde posible por parte de otros. Se está agitando tanto la coctelera, que parece impensable que en una futura contienda electoral las cosas vuelvan a salir con los mismos números, sin que pueda anticiparse a día de hoy quién sería el que saldría reforzado.
Juanjo Cáceres.
Gracias por el artículo.
Un artículo para enmarcar y aprenderse de memoria
No se puede decir más claro.
Me atrevo a afirmar que es el artículo más OBJETIVO que he leído de un tiempo a esta parte.
Gracias.
Ante mi doy fe.
AC/DC
firmado :…mira,mira,los pelos como escarpias….