La fiesta del monstruo

Frans van den Broek

Fecha que de seguro recuerdan muchos grupúsculos radicales por aquí y por allá, pero que nosotros, los decentes, preferimos no recordar, el día de hoy Hitler, de haber sobrevivido la catástrofe a la que arrastró a Europa y a tantos otros países, cumpliría 123 años. Lo que representa, sin embargo, lo que encarnó su particular periplo por este mundo es quizá intemporal y nos pertenece a todos. Así como es en vano preguntar por quién doblan las campanas, pues doblan por uno mismo, por lo que de humano tenemos y compartimos, es menester recordar que no es solo Hitler el que cumple años cada 20 de abril, sino somos todos nosotros, prestos siempre a emularle, en circunstancias correctas y bajo las presiones sociales pertinentes.

Porque si algo han develado la sociología, la psicología y la historia en las últimas décadas (y se sabe desde siempre de varias maneras) es que no es necesario ser un enajenado para cometer atrocidades y son personas normales hasta lo anodino quienes suelen entregarse a la crueldad o la indiferencia homicida. Esto me recordó anoche un programa de la National Geographic en el que se hablaba del álbum Böcker, una colección de fotos tomadas en Auschwitz por el oficial del mismo nombre, quien fue asistente del comandante del nefastamente famoso campo de concentración, álbum encontrado de casualidad por alguien que ha preferido permanecer anónimo y que donara el álbum al museo del holocausto en New York solo en 1978. Lo que distingue a este documento es que está centrado no en las víctimas, algunas de cuyas fotos han pasado a formar parte del acerbo de pesadillas del mundo, sino en los perpetradores, en los oficiales y administradores del campo, a quienes se ve en todo tipo de escenas cotidianas que de no saberse la procedencia se podría atribuir a un campamento de diligentes miembros de los boy scouts, tal es la frescura e inocencia que inspiran. Allí están los oficiales disfrutando de una sobremesa fraternal, después de un largo día de trabajo gaseando a hombres, mujeres y niños judíos, allí las secretarias o administradoras degustando bayas del bosque cercano, riendo entre ellas, flirteando con los apuestos oficiales mientras cien o doscientos metros más allá se incineran los cuerpos, allí el doctor Mengele y su jefe bromeando entre ellos, contándose vaya uno a saber qué chiste malo, allí el mentado Böcker sonriendo entre el director entrante y saliente de aquella industria del horror. ¿Qué mecanismo especioso de la mente puede impermeabilizar a estas personas del sufrimiento sin nombre que tiene lugar alrededor suyo, cómo es posible que retocen y hasta se refocilen en medio del infierno? Tal es la atrocidad cometida, que uno supone un mecanismo no menos dramático que le corresponda, una suerte plutónica de locura, un desarreglo orgiástico del cerebro, pero esto no es verdad, no es así como estamos hechos, y son más bien mecanismos cotidianos los que lo explican, si hemos de creer al menos lo que nos dicen la psicología social y la historia.

Esta perplejidad y tal dolor llevaron a gente como el famoso psicólogo Henri Tajfel a estudiar el fenómeno y hoy sus teorías han sido validadas en muchos experimentos que demuestran que donde haya hombres juntos, se formarán grupos, sobre bases mínimas y bajo premisas insignificantes, que van desde el color de la piel hasta la pertenencia a un club de fútbol, y estos grupos distinguirán entre los propios y los ajenos (lo que suele llamarse ingroups y outgroups en inglés), y alinearán sus acciones y sus motivaciones, y hasta sus elecciones morales en consecuencia. El ser humano necesita identificarse socialmente, categorizarse y categorizar a los demás para asegurarse de una estabilidad interior y del mantenimiento de su auto-estima (necesidad de categorización que, como bien apuntó Gordon Allport, el pionero investigador del prejuicio, es connatural a nuestra cognición), y si las circunstancias lo demandan llegará al desprecio y la agresión, o, como en el caso del nazismo, a la completa deshumanización y al furor homicida, llevado a cabo de manera burocrática y eficiente, como quien fumiga una casa para librarla de las cucarachas o corrige un documento de sus fallas. Tajfel mismo había sufrido los campos de concentración y escapado de ellos, pero su familia entera fue asesinada en alguno de estos lugares donde sonríen los funcionarios y se beben cervezas bajo el sol polaco.

Por ello, en lugar de olvidarlo y denegarlo, el cumpleaños de Hitler debiera ser usado para quitarnos la falsa ilusión de que aquel comportamiento no será jamás el nuestro. En estos días se juzga al asesino de Noruega, Breivik, responsable de una masacre ejecutada con larga premeditación y gélida alevosía el verano pasado, irredento y orgulloso, y a quien se considera lo suficientemente sano como para enfrentarse a la justicia. Da igual que más tarde se le declare psicópata, pues pudo ser cualquiera de nosotros, para vengar el multiculturalismo o defender la ridícula piedra de Perejil, para lanzar aleluyas por las Malvinas o injuriarse por Repsol, para espetar desmedro a los gitanos o despanzurrar al vecino porque llegó el Milosevic de turno. Mientras no se reconozca que todos podemos ser Hitler o Mladic o Breivik, siempre podremos ser presa de los mismos mecanismos que condicionan y categorizan y que nos hacen insultar al Barça o defenestrar al del otro partido. Y todo mientras, como Böcker, nos tomamos una cerveza al sol con los amigos o hacemos carrera para algún día morir de viejos y, a salvo de la  conciencia, olvidar el pasado y enterrarlo. Pues la vida eterna está asegurada.

5 comentarios en “La fiesta del monstruo

  1. Buenos días!!

    Hola Frans, muchas gracias por tu artículo!! Tienes toda la razón, hay algo en nuestra mente que sirve de barrera para impedir que afloren emociones sanas, como la empatía. Hasta que los afortunados experimentan un ‘click’, que es lo que algunos psicólogos denominan al momento de darse cuenta de algo. Este siglo debería ser diferente, ya que estamos en el siglo de las emociones y de la inteligencia emocional. El ser humano seguirá teniendo esas fallas si no se le educa. Y desafortunadamente esa es la intención, no educar, ni en emociones ni en nada…

    Un ejemplo de una empresa y un empresario que no tienen emociones sanas es el siguiente:

    http://www.viajeselcorteingles.es/caza/home.html

    La super empresa Corte Inglés (donde no compro nunca, porque nunca me ha gustado) vende viajes para matar animales por diversión….. Se puede pedir que no lo hagan en el siguiente enlace: http://actuable.es/peticiones/dile-al-corte-ingles-no-organice-viajes-cazar-animales 🙂

    Saludos!

  2. 1
    Me ha impactado que utilicen hermosas imágenes de animales como el leopardo para promocionar semejante barbaridad…

    De ayer

    Barañain, muchas gracias por la aclaración. Creo que me expliqué mal. Quería decir que no se habían comentado las últimas
    medidas del Gobierno.

    Hoy ando un poco atareada y justa de tiempo, por lo que no me podré extender más.

    Disfrutad del fin de semana y procuremos que nos amarguen la vida lo menos posible.

    Abrazos

  3. Gracias Sarah por el comentario y el link. Es verdad, ahora se va a invertir incluso menos en educación y así seguiremos igual de idiotas y a merced de nuestros peores demonios. Y sobre el link: qué horror! ¿Por qué querría alguien hoy en día matar leopardos? Sí, es cierto, la caza pertenece a la condición humana, como también la exterminación de la tribu vecina, la muerte prematura, la peste, la superstición, ocasional canibalismo, infanticidio, esclavismo o gruñidos con dientes negros. Vaya argumento! En fin, confirma lo que digo. Hay que joderse!

  4. Buenos días y enhorabuena por el artículo. Hoy también es una fecha literaria señalada: el centenario de la muerte en Londres de Abraham Stocker, autor de la más universal de las novelas góticas que haya existido jamás, «Drácula» (1897). La que Oscar Wilde calificó en su día como «la novela más hermosa jamás escrita». Otro aniversario de hoy es el de la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla (1992). Dos décadas ya.

    Buenas tardes y feliz finde anticipado.

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