La (in)competencia digital en las escuelas

David Rodríguez

Hace unos meses, la Conferencia Sectorial de Educación, que agrupa al ministerio y a los gobiernos autonómicos, aprobó la evaluación de la competencia digital de todo el profesorado. Se ha llegado al compromiso con la UE de que al menos un 80% de los docentes serán evaluados antes del curso 2024-2025. La idea tiene como objetivo la mejora de las destrezas digitales de los profesionales educativos, y el aprovechamiento de las mismas para un incremento de la calidad a la hora de impartir la docencia.

Como suele ser habitual por estos lares, el deseo del gobierno y de las autonomías choca de frente con la cruda realidad de muchas escuelas, que carecen de los recursos suficientes para hacer llegar la tecnología digital al conjunto del alumnado. De hecho, en ciertos lugares el uso de estos medios para el ejercicio cotidiano de la docencia tiene una calidad que deja mucho que desear, e incluso algo tan sencillo como mostrar al alumnado un sencillo contenido audiovisual se convierte en una odisea de dimensiones colosales.

Alguien puede pensar que estoy exagerando, pero conozco casos reales en diversas escuelas de Catalunya que ponen de manifiesto la grave contradicción entre las exigencias de que el profesorado mejore su competencia digital y la realidad de las condiciones pésimas en las que se encuentran ahora mismo muchos centros que son maltratados financieramente por la Generalitat.

Vayamos al ejemplo de emitir un pequeño documento de audio y video en una clase cualquiera. Para conseguir este objetivo aparentemente tan simple, hay que superar una serie de obstáculos que en algunas ocasiones convierten la misión en algo imposible. Para empezar, tiene que existir ordenador en el aula, y aunque la mayoría pueda pensar que esto es de perogrullo, han de saber que en algunas clases los dispositivos pueden estar estropeados y sin ser restituidos durante semanas enteras. La única ventaja de no superar esta primera prueba es que no pierdes el tiempo en tener que enfrentarte a las etapas subsiguientes.

En segundo lugar, el dispositivo tiene que funcionar. Para ello, parece evidente que ha de encenderse, tarea que en ocasiones ocupa entre cinco y diez minutos de reloj, debido a que algunos aparatos tienen más de diez años y la Generalitat no se digna a sustituirlos. Pero esa pérdida de tiempo se da en el mejor de los casos, ya que en ocasiones el ordenador no se enciende o directamente vuelve a apagarse solo durante el proceso. A esto debemos añadir otros errores múltiples que imposibilitan la tarea, como el fallecimiento total o parcial del teclado, la desaparición de los iconos en la pantalla de inicio o la inhabilitación de cables diversos.

La tercera etapa consiste en que podamos conectarnos a internet, y para ello tiene que funcionar la wifi de la escuela, cosa que en ocasiones no sucede. Ello depende de múltiples factores, como el número de alumnos que la están utilizando en ese momento, la cantidad de piratas que se cuelan desde los edificios adyacentes o incluso el brillo del sol en el cielo. Cabe destacar el hecho de que la edad avanzada del hardware no facilita la operación, ya que en ocasiones los estudiantes sí que disponen de conectividad y el profesorado no la tiene.

El cuarto paso pretende el buen funcionamiento del proyector del aula, de manera que la imagen del ordenador pueda ser vista en la pizarra digital por parte de todos los presentes. Como no podía ser de otra manera, los proyectores andan ya un poco desgastados, y no siempre responden adecuadamente al esfuerzo de encenderse. Hay veces que los cables están en un estado lamentable, hay que conectarlos con la inclinación adecuada medida en grados exactos o incluso poner algún objeto debajo para que no haga falsa conexión. En otras ocasiones, el documental aparece con colores de fondo de lo más diverso, como el rosa, el verde o el amarillo, o con parpadeos de intermitencia muy diversa.

Finalmente, cuando todo parece resuelto, falta conectar el sonido. Aquí se repite la historia del complejo mundo de los cables, y se une el tema de los altavoces, que no siempre responden adecuadamente. Otro asunto es el volumen, ya que en ciertas ocasiones es excesivamente bajo y hay que realizar un ímprobo esfuerzo para una adecuada escucha.

Si se superan estas cinco pruebas y se completa la gymkana, los saberes del documental pueden ser transmitidos al alumnado de turno, que se  aprovecha entonces de las modernas tecnologías digitales a pleno rendimiento. La innovación educativa puede seguir su curso y convertir a los muchachos en personas que realizan un aprendizaje sustentado en las competencias básicas que deberán desarrollar a lo largo de su carrera profesional y de su vida personal, frases estas que jamás pueden faltar en los discursos de los consejeros de educación de turno.

Los problemas que han sido descritos en este artículo están basados en hechos reales y corresponden a diversas escuelas, sobre todo situadas en entornos sociales desfavorecidos. No afectan por igual a todos los centros, ya que, como se ha comentado en otras ocasiones, existen los de primera división, las de segunda y las de tercera, aunque esto no vaya demasiado en consonancia con la aclamada igualdad de oportunidades que también aparece de forma infalible en las proclamas institucionales. Tampoco es siempre responsabilidad de los colegios o institutos, que en muchas ocasiones insisten en la falta de recursos disponibles, incluso ante la inspección educativa, con diversos grados de éxito.

Por tanto, cuando oigan ustedes que nuestro profesorado va a asumir una competencia digital digna del entorno europeo, no se olviden de bajar al terreno de juego, aunque en ocasiones resulte incómodo por hallarse bastante embarrado. La innovación educativa sin recursos disponibles de manera igualitaria se convierte en una nueva fuente de desigualdad educativa, como ya se puso de manifiesto durante los confinamientos derivados de la pandemia.

 

 

Un comentario en «La (in)competencia digital en las escuelas»

  1. Gracias por el artículo, David Rodríguez.
    Nada que añadir.
    Pero como hoy Martes y 13.
    Dicen que a veces los árboles no dejan ver el bosque.
    Pero …¿y si delante de los arboles hay un pelotón de maquinaria para convertir en leña los árboles y acabar con el bosque?
    ¿Quién defiende los árboles del bosque?.
    O lo que es lo mismo :
    ¿Quién defiende las leyes y presupuestos del Gobierno de Sánchez,ante la amenaza de la carcundia mediáticas PPopular y Voxiferante y los jueces en rebeldía?
    García Page seguro que no.
    Me recuerda a aquellos que no supieron defender al gobierno de Zapatero y perdieron las elecciones por mayoria absoluta del PP..
    Tiene Leginanitis.
    Ante mi doy fe.
    AC/DC.
    ….JAJAJA…que nervios.

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