La inmigración

LBNL

La inmigración no es un fenómeno en absoluto nuevo, ni de llegada ni de salida, tampoco para Europa. Pensemos en los cuatro millones de turcos que viven en Alemania, en el 30% de oriundos portugueses que pueblan Luxemburgo, en los más de cuatro millones de musulmane que viven en Francia, o en los centenares de miles de españoles que encontraron refugio en Latinoamérica tras la Guerra civil o que se tuvieron que buscar la vida en Europa en los años cincuenta y sesenta. Pero ahora es un problema, un grave problema para Europa. Aunque no obviamente, no porque llegen decenas de miles de sirios, afganos y africanos, sino por los muchos que mueren intentándolo, en el mar y en el desierto, y los abusos y penalidades que sufren por el camino. Y también por el efecto que está teniendo la inmigración sobre nuestras sociedades europeas, polarizando el debate político sobre bases irracionales y aupando a la extrema derecha en varios países, señaladamente Francia. Los ultras claman contra Europa, que supuestamente no actúa para proteger las fronteras de la Unión, y venden la moto de que la identidad nacional está en peligro, nuestras economías y nuestros puestos de trabajo al borde del colapso por la llegada masiva de pobres de solemnidad que vienen a chupar del bote de nuestro Estado del Bienestar y al mismo tiempo, paradójicamente, a robarnos nuestros puestos de trabajo. Igual de contradictorio resulta que es precisamente la Unión Europea la que más está haciendo para acabar con el problema.

Fue la Comisión Europea la que gestionó la explosión de la ruta migratorio turco-griega y consiguió lo que parecía imposible: las llegadas diarias a las islas griegas – a menos de 15 minutos de trayecto en zodiac – han bajado a menos de 100 al día frente a los varios miles que llegaban hace meses. Mejor todavía, apenas se ahoga ninguno y los más de tres millones de refugiados sirios en Turquía están recibiendo ayuda ingente a través de los organismos de Naciones Unidas al efecto: tres mil millones de euros para el periodo 2016-17 y, si hiciera falta – ojalá acabe la guerra antes y puedan volver a sus casas – otros tres mil millones para el siguiente bienio. La ultraderecha no habría podido acabar con el flujo con su palabrabería xenófoba porque no es posible edificar un muro de barcos guardacostas y ni siquiera los ultras habrían podido soportar el ahogamiento de decenas de miles resultante. Las recetas de la izquierda extremadamente humanista y solidaria tampoco sirven. Cuánto más facilites la entrada de los que llegan, más se animan a intentarlo y dada la brutal brecha de prosperidad entre la rica Europa y los países de origen, serían millones los que acabarían haciendo buenas las predicciones de los ultras.

La Unión Europea no es en absoluto perfecta,  y tampoco la Comisión Europea que anima su acción. Pero en un escenario en el que no hay soluciones perfectas, o al menos no son factibles a corto plazo – acabar con la pobreza, las guerras y la opresión en toda nuestra “vecindad” – la única opción legítima y eficaz a un tiempo es combinar todos los intereses y arbitar soluciones factibles y dignas que mitiguen el problema.

En Turquía ha habido un golpe de Estado, el Trump otomano reprime a diestro y siniestro y, conjuntamente con el Trump ruso, antepone sus intereses propios a catalizar una solución mínimamente digna para la guerra en Siria. Pero el acuerdo con la Comisión Europea sigue funcionando.

Hace un par de semanas la Comisión volvió su atención hacia la otra gran ruta migratoria: la proveniente de Libia. Europa lleva varios años tratando de arbitrar soluciones pero la ruta central mediterránea no experimentó una explosión tan brutal como la turco-griega y quedó postergada. Las propuestas de la Comisión Europea para gestionar el flujo migratorio desde Libia (resumidas aquí en un pdf en inglés) propiciaron el sábado pasado la siguiente Declaración de los líderes europeos reunidos en Malta. La receta es parecida, salvando las distancias, porque el conflicto armado en Libia dificulta la cooperación con un socio sureño. Pero es parecida: más dinero para ayudar a los libios a controlar sus costas y patrullar sus aguas territoriales, más dinero a las organizaciones internacionales que se ocupan de asistir a los inmigrantes que quedan varados en Libia y para su retorno voluntario a sus países de origen y más dinero para mitigar las causas subayacentes a su partida, es decir, más ayuda al desarrollo para los países de origen y de tránsito, como Niger, por ejemplo. En el fondo la Comisión Europea propone lo mismo que Zapatero puso en práctica con el Plan África para resolver la crisis de los cayucos a mediados de los años 2000.

Trump clama por un muro que cuesta una millonada y que tendría un muy escaso valor añadido sobre la valla que ya existe en la mayoría de tramos porosos de la frontera con México. Y quiere deportar a todos los indocumentados, lo que cuesta otra millonada. Además de indecente, es ridículo: tendría que subir los impuestos y no conseguiría nada porque una gran parte de los indocumentados que se quedan a trabajar en una sociedad a cuya economía contribuyen inmensamente, llegan por avión.

Le Pen quiere acabar con Schengen y expulsar a cualquier no blanco y no cristiano que tire un chicle en la calle. Es todavía más caro. Hace algunos años, el coste de enviar a un chino de vuelta a su país, era de casi veinte mil euros: billete de avión de ida para el chino y de ida y vuelta, más dietas, de los dos policías que le deben acompañar. En teoría sería posible abaratar el coste habilitando un Yak42 y atiborrándolo de chinos, moros o negros, convenientemente esposados hasta llegar a su destino. Pero además de indigno, no es factible: sus gobiernos se negarían a recibirlos en tales condiciones y, de negarse el emisor a recibir el vuelo de vuelta, se suspenderían los vuelos entre los dos países, las relaciones diplomáticas y demás. Todo ello por un problema inventado puesto que ni nuestra economía está a punto de reventar por la inmigración – al contrario, necesitamos como agua de mayo trabajadores jóvenes que ayuden a compensar el ensanchamiento de la pirámide demográfica – ni la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora tiene nada que ver con el robo de los puestos de trabajo por la escoria foránea.

Más coherente resulta – pero no por ello más aceptable – el argumento de la defensa de la identidad nacional contra el mestizaje racial, cultural y religioso. El Trump Hungaro lo dice a las claras: sólo acepta cristianos. El Presidente eslovaco, supuestamente de izquierdas, está de acuerdo. Ni siquiera diferencian entre refugiados e inmigrantes: a tomar pol saco la protección acordada para los que huyen de una situación en la que peligra su vida. Lo mismo ha hecho Trump con la prohibición de entrada para los originarios de siete países musulmanes, afortunadamente suspendida por un juez federal.

Resulta que la comunidad internacional entendió que a todos beneficiaba que, en caso de guerra, tuviéramos que acoger a los que huían de ella. Es terrible que tal protección no se extienda a los que huyen de una miseria que pone sus vidas en peligro, pero así es y, por lo menos, todos los demócratas de bien deberíamos estar de acuerdo en cumplir con el derecho internacional. Pero no. En los tiempos que corren el derecho internacional es, para todos los trumpistas mencionados y alguno más – en Dinamarca se decidió requisar los bienes de valor a los refugiados sirios para ayudar a costear su estancia-, una mariconada buenista que no merece demasiado respeto. Menos aún si los yihadistas mesiánicos ponen alguna bomba: argumento adicional para estimular la xenofobia ignorante.

El mesianismo yihadista es un problema complejo de primer orden, al que hay que meter mano actuando a muchos niveles, incluido el de atajarlo de raíz en la península arábiga, Arabia Saudí incluida. Pero eso tiene un coste que nadie está dispuesto a asumir: ahí tenemos al Rey Felipe deshaciéndose en parabienes durante su reciente visita. ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿De qué serviría que España se desmarcara llamándole al pan pan y al vino vino y señalara a Arabia Saudita como el foco principal de la ideología que mata en Bruselas, Paris, Estanbul, Londres o Madrid? Tampoco lo hacen Le Pen, Trump o Victor Orban, muy anti moros ellos pero sólo contra los indefensos.

Estoy completamente a favor de hacer cumplir a todos los ciudadanos sin distinción con las normas de orden público de la sociedad en la que viven. La deriva ultra de Polonia no me gusta un pelo pero no tiene sentido pretender abortar en Polonia. La ley está para cumplirla y se cambia en el Parlamento, tras ganar las elecciones. Los musulmanes que llegan a nuestros países tienen que cumplir con la ley como cualquier hijo de vecino. Y de hecho lo hacen, en su gran mayoría, como los no musulmanes. Si un africano practica la ablación a su hija, al trullo. Si un musulmán obliga a su mujer a vestirse como él considera o le da una paliza por no hacerlo, al trullo. Cero respeto a la multiculturalidad mal entendida y respeto al cien por cien a la diferencia cultural dentro del Estado de Derecho. No es tan difícil. En realidad es muy sencillo: tratar a todos los ciudadanos por igual.

Cosa bien distinta es que la mayoría de los países europeos hayan gestionado la inmigración pésimamente durante las últimas décadas del siglo anterior, generando su apartheid social encubierto, guetos infranqueables que después se han revelado como fuente de problemas muy complejos, especialmente con los inmigrantes de segunda y tercera generación que no son tratados en absoluto como ciudadanos de pleno derecho por una sociedad que preferiría mantenerlos apartados como a sus progenitores. De ahí salen los yihadistas europeos que van a combatir a Siria u optan por atentar en casa. O los norteamericanos. Son excepción los extranjeros que atentan contra la sociedad que les ha acogido, principalmente porque han huido del horror y lo que más quieren es tratar de ganarse la vida en paz en condiciones mínimamente dignas.

En España no hemos tenido ni estamos teniendo tantos problemas. Se suele decir que el acomodo sencillo de la inmigración aquí se debe a la afinidad cultural de los millones de latinos que albergamos. Es cierto sólo a medias. Para empezar, el fenómeno inmigratorio en España es muy reciente en términos históricos: la inmensa mayoría son inmigrantes de primera generación. Pero podrila haber resultado muy problemática: en los últimos años noventa y primeros dos mil experimentamos un aumento poblacional de alrededor del 15%, sin ninguna planificación. De los varios millones de inmigrantes que absorbimos, muchos eran latinos y europeos del Este, pero también más de un millón de marroquíes, incluidos los descerebrados que montaron el 11-M. Apenas hubo problemas; al contrario, nuestra economía recibió un impulso brutal estimado en alrededor de medio punto de PIB annual. Y nuestras pensiones, si es que tienen algún futuro, lo tienen mucho mejor gracias a la inyección de sus impuestos, legalizada por la regularización de unos 700 mil inmigrantes – que tenían una oferta de trabajo válida y llevaban más de un año en nuestro país – llevada a cabo por Zapatero.

Volviendo a la Cumbre de Malta del pasado fin de semana, las ONGs inmediatamente bramaron contra lo decidido: Europa no tiene alma, dejar a los inmigrantes varados en Libia es inhumano, Europa deja que se ahogen… Son críticas bien intencionadas pero infundadas. La operación marítima Sophia que la UE tiene desplegada en las costas libias desde hace dos años, ha rescatado a varias decenas de miles de africanos que trataban de llegar a la isla de Lampedusa. El problema es que, al acercarse a las costas libias para evitar las tragedias del pasado, los traficantes han empezado a enviar a los inmigrantes en embarcaciones cada vez más inseguras, directamente incapaces de llegar hasta Lampedusa, confiando en que serán rescatados. Algunos consideran que la única forma de acabar con el factor llamada es dejar que algunos se ahoguen. No es de recibo y afortunadamente nuestras sociedades reaccionarían exigiendo que volviéramos a rescatar a todos. De hecho, esa es la razón por la que se esta haciendo: un par de ahogamientos masivos de varios cientos.

No podemos ceder a los Le Pen de este mundo, pero tampoco podemos dejarnos guiar por los MSF cuyos consejos acabarían por aupar al poder a los ultras. Es imperativo respetar la protección acordada a los refugiados y por eso, por cada inmigrante irregular que llega a las islas griegas y es devuelto a Turquía, Europa acoge a un refugiado sirio acogido en Turquía. Nos hace falta inmigración y es necesario mejorar los canales legales, algo que la Comisión Europea también trata de hacer, pese a las resistencias de los Estados Miembros de la UE. Y por supuesto tenemos que actuar para que a los inmigrantes que se quedan en Libia, o en Marruecos, se les trate con unas mínimas condiciones de dignidad. Así como ayudar más a los países de origen para que sean menos los que tienten a la suerte y se embarquen en un viaje que, incluso si resulta exitoso, no le desearíamos ni a nuestro peor enemigo. La Unión Europea está en ello, con muchísimas dificultades y muchos errores y carencias, sin duda, pero en la dirección correcta. En tiempo récord, por cierto, y pese al guirigay que supone gestionar una Unión cada vez más trufada de países que ignoran o traicionan los valores y principios de la ilustración europea que la impulsan.

2 comentarios en “La inmigración

  1. Tengo algunas preguntas que no sé si el articulista podrá responderme:
    ¿Realmente podemos hablar de inmigrantes musulmanes en Francia así tal cual cuando muchos eran argelinos en los 60, o sus hijos, y por tanto franceses? O Argelia era Francia entonces como mera retórica?

    Cuando hablamos de refugiados ahora mismo parece que todo venga de la Guerra en Siria, ¿es así? ¿son todo sirios? ¿de que nacionalidades y guerras vienen?

    Tiene legitimidad la UE para quejarse de invasión respecto a personas de territorios que no hacen ni medio siglo eran colonias «nuestras»?

    ¿no hay refugiados libios, afganos o iraquíes viniendo aquí?

    Sobre justicia y valores…¿como aplicarla con Blair, Bush o Aznar? ¿Como….? Siendo realistas.

    ¿Cuantos soldados de países de la UE hay por África o Asia?

  2. Magnífico análisis de la inmigración y del enorme problema de la Unión Europea en el momento actual desde que surgió el fenómeno Trump. Esta mañana he estado en un Acto en la Casa de América oyendo a Martin Indyk y Javier Solana. Hablaron ambos largo y tendido sobre el efecto Trump en el mundo, y Solana muy especialmente para la Unión Europea. Es sencillamente aterrador el panorama de locura de romper Tratados multilaterales como el de Irán, especialmente, y tratar de cargarse a la Unión Europea a toda costa. Será muy importante lo que vaya a pasar en la reunión de G7 en Italia en mayo, decía Solana, y se está pensando en una Cumbre de la Otan. Si triunfan y hay una vuelta a los nacionalismos y bilateralidad, ya sabemos lo que puede desencadenarse. Es muy gordo ir a saco, como pretenden, contra el orden mundial establecido desde la segunda guerra mundial.

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