Carlos Hidlgo
No os lo he contado, pero desde hace casi seis meses vivo en Canarias. Concretamente en la isla de Lanzarote.
Con mi estancia aquí ya puedo presumir de haber pasado tiempo en las 17 comunidades autónomas, así como en Ceuta y Melilla. Y me gusta pensar que he podido ver con mis propios ojos qué es lo que nos hace diferentes, pero también todo lo que tenemos en común.
Canarias es curiosa. Desde la península tendemos a pensar que viene a ser todo más o menos lo mismo, pero repartido en 7 islas (8, con La Graciosa). Y la verdad es que las islas son muy diferentes entre sí. Fuerteventura no tiene nada que ver con Gran Canaria. Y Lanzarote no se parece en nada a Tenerife, por ejemplo.
Lanzarote es un paisaje de otro mundo. Con pocas variaciones. Alguna vez he subido una foto a Twitter y la gente me ha replicado diciendo que subía fotos de alguna sonda en Marte, cuando en realidad era Timanfaya. No es fácil ver árboles fuera de los núcleos de población. Tampoco ver grandes edificios. Echo mucho de menos los paisajes verdes. No tanto los edificios.
Hay mucho tópico sobre Canarias. La gran mayoría son falsos. También he de decir que mi experiencia previa me había librado de tener ideas preconcebidas acerca de ningún sitio. Pero sí que he notado a gente un poco a la defensiva con los que venimos de la España continental. “¡Espero que tú no creas que aquí somos unos vagos que vamos todo el día con el taparrabos!”, me han llegado a decir. Obviamente ni se me ha pasado por la cabeza, pero tengo la sensación de que si me lo dicen es porque algún idiota lo habrá dicho antes que yo.
Políticamente es un sitio peculiar también. En cierta manera una mezcla de lo que conozco de otros sitios de frontera pero también de aquello a lo que llaman “España vacía”. Mucha dependencia de las instituciones para que la economía funcione, muchos partidos locales o localistas que no son más que asociaciones para cobrar un sueldo y grandes desigualdades. Canarias -y Lanzarote- tiene la segunda peor sanidad pública de España (después de la de Cataluña), demasiada gente cobra el salario mínimo, si es que tiene trabajo. Y demasiado poderoso local está feliz con la insularidad.
¿Qué es la insularidad? Pues hasta donde he podido comprobar por mí mismo, es el conjunto de condiciones que hacen que el que vivir en un isla te hagan la vida un poco más difícil o que te aíslen del resto del mundo.
Os pongo un ejemplo: los medios locales no tienen apenas noticias que no sean de la isla. Otro: si quieres reformar la casa o comprar un coche, es bastante seguro que tengas que esperar a que te llegue un barco. O un avión.
Aquí es donde más se nota la lejanía de Madrid y Barcelona, donde los atascos son noticia nacional pero no que, por ejemplo, un político compre la casa ruinosa de su exnovia con dinero público.
Otra de las cosas que se notan es cierto sentimiento de impunidad. Si aquí un juez quiere llamar a 60 guardias civiles para hacer una redada anticorrupción, es muy difícil que lleguen sin que los “malos” se enteren. Incluyendo en esos malos a algún miembro local de las FF y CC de seguridad.
Estos días de ruido, furia, negociaciones y lamentos de independentistas acomodados, yo pienso mucho en Lanzarote, una isla en la que está todo por hacer pero de la que rara vez nos acordamos los del continente. A lo mejor me estoy volviendo insular yo también.
Adoro Lanzarote. Desde hace años me escapó una parte del año a esa isla. Ahora solo por placer. Por cuestiones profesionales también viví en Gran Canarias y Tenerife pero Lanzarote es una isla a la medida del hombre. Su paisaje volcánico es ideal para templar el alma. Es cierto lo que dice Hidalgo sobre esa oligarquía que con diferentes máscaras lleva años, yo diría que siglos, mandando en esas islas y donde la impunidad política campa sin grandes inconvenientes, aunque ha mejorado con la llegada de la democracia.
No deje de ir a Playa Quemada. Uno de los pocos sitios ( casi ) vírgenes que quedan en Canarias. Suerte y disfrute de esa maravillosa isla mientras pueda.
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