La libertad individual y el bienestar colectivo

David Rodríguez

La discusión sobre el asunto de la vacunación se está situando como un importante centro de atención durante las últimas semanas. La pandemia vuelve a avanzar con fuerza en toda Europa, y lo hace sobre todo en aquellos lugares con menores tasas de inmunización. Por fortuna, España se halla entre los países con índices de incidencia más bajos, pero en otros estados está teniendo lugar una nueva ola del virus en toda la regla. Los gobiernos occidentales comienzan a pensar en medidas para incentivar más la vacunación, que van desde la lógica de la recompensa (cerveza gratis) hasta la del castigo (no poder ir a trabajar), pasando por el famoso pasaporte covid, que no permite la realización de ciertas actividades sin disponer de la pauta completa. La confusión campa de nuevo a sus anchas, con gobernantes que expresan su malestar por la insolidaridad de algunas personas, y con colectivos que salen a la calle a protestar contra el recorte a sus libertades individuales.

Europa se halla ideológicamente confusa. El debate sobre la vacunación siempre me ha parecido muy sencillo de solucionar. Si nos hallamos ante una pandemia (y subrayo el prefijo para destacar su significado como ‘todo’ o ‘en su totalidad’), la inmunización ha de ser un deber colectivo, no un derecho individual. Cuando la supuesta libertad personal es contraria a la salud pública, no estamos entendiendo bien el concepto de ‘libertad’. Creía que el tema estaba resuelto desde el momento en que, por ejemplo, el pago de impuestos es obligatorio o los límites de velocidad deben respetarse, sin que prácticamente nadie apele a la libertad individual de no pagar al fisco o de circular a 200 kilómetros por hora. Si ya hay precedentes notables sobre la prevalencia del bienestar común, la reticencia a hacer obligatorias las vacunas pone de manifiesto la crisis ética que padecemos y la incapacidad de las autoridades para hacer entender lo que debería ser de sentido común.

Aunque haya puesto ejemplos en los que predomina de manera casi unánime lo colectivo, también hemos vivido (y estamos viviendo) situaciones en las que la discusión se hace bizantina. El tema medioambiental es el principal y más lamentable ejemplo sobre la materia. Es bastante incomprensible que, dada la evidencia científica acumulada, prosigan las resistencias de los contaminadores individuales sobre el derecho colectivo a gozar de una atmósfera mínimamente respirable. Aquí se combinan factores como la estrechez de miras y la cobardía de nuestros mandatarios, el cortoplacismo en la toma de decisiones o un economicismo estúpido que precisamente nos lleva a graves impactos económicos a largo plazo. Si observamos la incapacidad de los estados occidentales para afrontar este problema, podemos entender mejor que naveguen en la confusión sobre la estrategia de vacunación.

El bien común se está lanzando poco a poco al estercolero de la historia, aunque nunca había estado precisamente muy boyante. Pero la paradoja se vuelve más aterradora cuando tampoco se tiene claro cuándo y cómo debe ejercerse la libertad individual o el derecho individual a la toma de decisiones. He visto que en ocasiones nos felicitamos ante el hecho de que se convoque un referéndum sobre si las parejas del mismo sexo pueden casarse, pero en mi opinión me parece aberrante que una decisión estrictamente individual (o de pareja), que no tiene afectación alguna sobre el colectivo, tenga que votarse en las urnas. Este es otro momento en el que se pone de relieve la tremenda deriva de valores que nos ha tocado padecer.

Mientras miles de personas encuentran muros y concertinas para acceder a Europa, el capital campa a sus anchas totalmente desregulado sin fronteras que lo limiten. Constatamos una vez que los derechos de unos pocos poseedores de grandes fortunas priman sobre la libertad de movimiento de la inmensa mayoría. Pero no existe un debate colectivo serio y riguroso sobre esta y las otras materias mencionadas, la mayoría de partidos políticos contribuyen a sumir las discusiones éticas en la ceremonia de las confusiones, y el sistema educativo no contempla que estos asuntos lleguen a la mente del alumnado, no vaya a ser que nos pongamos a pensar en las graves contradicciones del sistema y nos entren ganas de transformarlo. Vivimos en una crisis civilizatoria de consecuencias imprevisibles.

Ante semejante coyuntura, los jueces y los magistrados han decidido tomar cartas en el asunto y trascender sus funciones para ponerse a legislar. Lo hacen de manera diferente y contradictoria, en función del territorio, las variables meteorológicas y otros indicadores de muy compleja índole. Como si fueran exégetas de la Biblia, se erigen en intérpretes de la Carta Magna y escogen sin complejo alguno entre libertinaje individual y derechos colectivos. Ante la ausencia de mensajes claros por parte de los otros poderes, debemos entender que sea el judicial el que zanje el asunto.

En definitiva, hay debates que no se pueden realizar en voz demasiado alta, no vaya a ser que pongan al descubierto las monumentales contradicciones del mundo contemporáneo. Yo no puedo tener razón en todo lo que escribo y probablemente me equivoque en muchos de mis análisis, simplemente me conformo con que haya una cierta discusión pública mínimamente seria sobre los temas que nos afectan. De momento, parece que tengo unas aspiraciones difíciles de ver cumplidas.

Un comentario en «La libertad individual y el bienestar colectivo»

  1. Muy interesante y ambiciosa reflexión la que nos trae el articulista . Hoy mismo las últimas noticias son muy alarmantes por la aparición de una nueva variante y la situación en Alemania. Desgraciadamente uno de los focos que genera disonancias no es tanto el poder judicial como la ausencia de normas reguladoras que son con las que trabajan los jueces .
    No existen derechos colectivos sin letra que los ampare ni libertinaje ( como sinónimo de desenfreno ) , salvo tal vez el botellón , sin su sanción administrativa.
    Ahora bien , la afición por los desbordamientos del poder ejecutivo no pertenecen a los derechos colectivos sino a las raspas de los Decretos Ley .
    Y en esas estamos , pero no solo aquí , en nuestra querida España , sino también en este fascinante proyecto en marcha qye es la UE.

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