La movida de las vacunas

LBNL

Hace un par de semanas fue Pfizer la que anunció que tendría problemas para cumplir el calendario de producción y entregas de vacunas contra el COVID-19. La semana pasada fue AstraZeneca la que se descolgó con que no iba a poder cumplir las entregas pactadas. La Comisión Europea, que pre-financió la producción de las vacunas y negoció su compra y entrega en nombre de los 27 Estados Miembros de la UE, no aceptó sus excusas sobre la necesidad de atender también a otros “clientes” y el viernes impuso un sistema de autorización previa para las exportaciones. Es decir, no saldrá una vacuna producida en la UE sin el acuerdo previo de Bruselas, que solo lo otorgará si está satisfecha con el cumplimiento de los contratos, o por motivos humanitarios. Todo esto ha generado mucho ruido y llamadas a la nacionalización de fábricas, expropiación de las patentes y demás porque dado que ya somos todos expertos en virus, podemos igualmente serlo sobre las vacunas, producción y distribución. Lo que me escama es que hayamos dejado de hablar de las limitaciones del programa de vacunación en si, como si el lentísimo ritmo fuera culpa de la escasez de vacunas. Ojalá.

Todavía no sabemos si las tres vacunas aprobadas por la EMA (acrónimo inglés de la Agencia Europea de Medicamentos protegerán por poco o mucho tiempo y mucho menos cómo lo harán las chinas y rusas que no se han sometido al examen de la EMA pero se están comercializando en otras partes del mundo, o las que están en camino, Johnson & Johnson y Curevac, entre otras. Pero sabemos por los ensayos clínicos que protegen en un altísimo grado frente a la variante actual del virus y que no tienen efectos perjudiciales a corto plazo. De ahí que exceptuando a los anti-vaxers, negacionistas y demás iluminados en posesión de la verdad verdadera, todos queramos ponérnosla cuando antes. Lógico pero inviable pese a los tremendos esfuerzos realizados.

El ciclo medio de producción de una vacuna desde que se identifica un virus ronda una década y con el COVID-19 hemos conseguido tener vacunas en el mercado en menos de un año. Pero es imposible producirlas de inmediato para los 450 millones de europeos y mucho menos para los varios miles de millones de personas en el mundo. Todo el mundo puede entenderlo. El problemas es que se anunciaron unos objetivos de vacunación bastante poco realistas, tanto respecto a la producción y entrega de vacunas como a la infraestructura para administrarsela a la población. Especialmente viniendo de dónde venimos.

La industria farmacéutica es el ogro de muchos y, obviamente, va a ganar mucho dinero con el COVID-19. Pero no es tan diferente del resto y, por tanto, lleva décadas deslocalizando fábricas de Europa a países en desarrollo. De ahí que solo tengamos unas pocas fábricas en Europa que puedan producir las vacunas que tanto necesitamos. Y nuestra sanidad pública lleva soportando recortes sustanciales durante al menos la última década – más bien dos ó tres en el caso de la Comunidad de Madrid. Si no hemos sido capaces de implantar una red eficaz de rastreadores formados, será todavía más difícil reclutar de golpe y porrazo a una legión de practicantes médicos capaces de administrar estas vacunas, algunas de las cuales requieren de una logística compleja.

Está muy bien apuntar alto y dejarse la piel para alcanzar el objetivo y más cuando se trata de salvar vidas y, también muy importante, salvar la economía. Pero vacunar a 450 millones de europeos, o 46 millones de españoles, lleva necesariamente tiempo, especialmente si las vacunas han sido apenas aprobadas médicamente – 21 de diciembre la de Pfizer, 6 de enero la de AstraZeneca y 29 de febrero la de Moderna, hay pocas fábricas capacitadas para producirlas y todo el mundo quiere vacunarse. Aquí pueden comprobar cómo va el asunto país por país. En España se habrían vacunado ya casi 1,5 millones de personas (3,14%), frente a los 1,3 millones de Francia (2%), 1,8 millones de Italia (2,6%) y los 2,3 millones de Alemania (2,8%). Es decir, que nos vamos mal en relación a los países de nuestro entorno. Estados Unidos va bastante por delante, con un 8,4% de la población vacunada, Reino Unido todavía más con un 13% y la palma se la lleva Israel con un 53%.

EE.UU. se ha beneficiado de que las farmacéuticas suelen solicitar la licencia médica primero en ese país, que es fuente de mayores ingresos, así como de que Moderna está principalmente implantada allí. Reino Unido tomó la decisión de aprobar la vacuna de AstraZeneca provisionalmente en atención a los resultados de los ensayos clínicos. Lo cual es una apuesta bastante arriesgada: ¿Imaginan el escándalo si por la razón que fuera los ensayos anunciados por la empresa estuvieran mínimamente trucados? E Israel compró todo tipo de vacunas sin importar el precio (más del doble de lo que ha pagado la UE) y, además de tener una población limitada (menos de nueve millones), tiene mecanismos de gestión de crisis muy bien implantados dado lo recurrente de sus conflictos bélicos con sus vecinos. Por ejemplo, su servicio de inteligencia interior ha intervenido los móviles para asegurarse del cumplimiento de las cuarentenas.

Nada de lo anterior pretende justificar la gestión manifiestamente mejorable de las vacunas en España o en Europa, pero si contextualizarla. La UE podría haber anticipado mejor las dificultades de producción y haberse pertrechado más sólidamente contras los posibles incumplimientos de las farmacéuticas. Pero es la primera vez que la Comisión Europea pre-financia vacunas y las compra en nombre de los Estados Miembros. ¿Se imaginan cómo habría sido si cada país se hubiera puesto a negociar por su cuenta con las farmacéuticas? Alemania podría haber salido mejor parada pero recuerden el caos de las mascarillas hace solo unos pocos meses. Y desde luego las diferentes administraciones españolas podrían haberse preparado mejor para ser capaces de administrar todas las vacunas que les llegan según les vayan llegando. Pero por mucho que se le pida, el olmo no da peras.

Así que paciencia, cuidarse mucho y serenidad, que las vacunas están llegando y nos las pondrán a todos, pero no tan rápidamente como se nos ha llevado a creer.

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