Arthur Mulligan
No ha sido hace tanto tiempo ni su presencia felina ocupó tantas páginas como se empeñan en mostrarnos sus antiguos admiradores, fabricantes de leyendas y columnistas distraídos. Ninguna lágrima recorre la simbólica lápida levantada tras la sombra de su paso por entre los muros del poder. Ya todo es solo memoria y el silencio debido a la muerte del estratega, al obligado protocolo que asumió para sellar sus labios con los sagrados lacrados que guardan as confidencias del autócrata.
En DC (11.09.20) Arthur Mulligan y yo mismo, ofrecían una remembranza imperfecta, acaso como lo son todas, que me permito reproducir para significar la necesidad de acudir a la fabulación que explique y complemente las conductas de los personajes sometidos a reserva:
«Iván Redondo, Jefe de Gabinete vocacional, ya tuvo una inspirada idea cuando abordó la campaña electoral de los populares en Extremadura o en Badalona: la amoralidad es un arma valiosa que no paga peaje. Las elecciones políticas y sus campañas son una mercancía más, no sujeta al principio de contradicción, y en consecuencia es perfectamente asumible una alianza entre el PP e IU, confeccionando una bella unidad de los contrarios para echar al PSOE en Extremadura. Dicho y hecho, porque la fe sin obras es una fe muerta y la mejor obra que puede realizar un político es la conquista del poder para él y para sus compañeros de viaje.
Formado en Deusto, es evidente la impronta que ha dejado en su carácter la hagiografía de un Ignacio de Loyola enfebrecido, quien desde los días de su conversión en la casa-torre de Loyola pasando por su visión a orillas del río Cardoner en Manresa, estaba persuadido de que se había encontrado con Dios, con el Absoluto que lo relativiza todo: «Estoy tan cierto de que he experimentado a Dios que aunque se perdieran las Sagradas Escrituras yo seguiría firme en mi convicción», reflexionó sin ser consciente de que esta frase bien pudiera haberle llevado a la hoguera por reflejar el sentir de los alumbrados.
Es evidente que este Redondo ni es marxista ni, mucho menos, socialista, pero con su carácter y saber hacer es muchas cosas más, es jefe de gabinete y estratega clave de Pedro Sánchez (a quién presta, agradecido, su brillo por una suerte de capilaridad), primer secretario de Estado y secretario del Consejo de Seguridad Nacional, al que se añade en 2020, el cargo de director del Gabinete de la Presidencia.
Enardecido por los buenos resultados de su descubrimiento moral (un bloque inatacable y sin fisuras) ¿por qué no pensar a lo grande? se dijo y, ni corto ni perezoso, puso en marcha la flamante Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo en España. Si Mitterrand impulsó las grandes obras para fijar su paso por este mundo al modo de los faraones, esta Oficina que debería velar por los intereses estratégicos de España en los próximos 30 años, será su mármol testamentario.»
Es evidente que no es un líder (ni lo pretende ni lo ha pretendido, al contrario de los muchos militantes socialistas que se inclinaban a su paso) pero es un buen estratega, un eficaz y buen consejero político capaz de convertir en exitoso el balbuceante y atolondrado discurso de las insípidas, grises y municipales figuras que pergeñan su futuro personal entre barricadas de cajas de papel para fotocopiadoras en cualquier sede de cualquier partido político de alma rural, anónimo entre las calles de la gran ciudad y que languidece sin ideas, esperando el alpiste de las próximas elecciones con ansiedad.
La izquierda, la derecha y la extrema izquierda sectaria y dividida reconocen la validez de sus servicios ; Jordi Évole, ejerciendo de Sumo pontífice de los medios, también.
Entonces, ¿cual es el problema? Sencillamente una pésima puesta en escena, una inversión mediática frustrada en su imposible elevación: Sánchez, el rostro impenetrable, el voluble autócrata, la esfinge ausente que con sus garras destroza el ovillo que juzga descomunal en las circunstancias actuales.
La brillantez del estratega Trotsky fracasa ante la energúmena fuerza de la rebaba sanguinaria de Stalin.
Me asombra el despliegue de medios para una entrevista con tan magros resultados; los análisis previos de los misteriosos circunstantes a los que no presenta con las obligadas calidades de su historial.
También la enfebrecida mirada de un Iván, descontextualizado en un «in my opinion» letal, extemporáneo con la jerga filtrada de un visionario.
Pero estos personajes son así, los mismos que sostienen con competencia el “share”, los adelantados del mundo de la imagen -hacedores de Reyes, les llaman- beneficiados de ese «star system», último eslabón necesario en una cadena de mensajes.
Hacer de una foto de ebriedad el resumen de una vida, de una acción profesional, de un saber codificado en su práctica, es miserable desde el poder adquirido por otro profesional que se degrada.
Le deseo a Iván lo mejor, ahora que ha mostrado algunos trucos del retablo de Maese Pedro, y que siendo muy inferior a Maquiavelo, su ilustre predecesor, es más digno en su saber que los muchos analistas que pueblan la geografía política española, de los que, sin duda, sabe mucho.
No le faltará trabajo ni éxito en la vida si conoce sus límites, aún por definir.
Porque, al igual que con el autor de La Mandrágora, de Hamlet o El Criticón, la moral de los actos no pertenece a quienes los representan sino a los que actúan; a los estrategas solo compete los deseos de éstos últimos para su mejor cumplimiento.
Imposible terminar las líneas anteriores sin hacer mención a un fragmento que nos legó el gran autor colombiano Álvaro Mutis y que se ajustan al momento como tantos otros en un tiempo circular e inaprensible :
«Creo en mi función de Estratega y la cumplo cabalmente, conociendo de antemano que no es mucho lo que se puede hacer, pero que el no hacerlo sería peor que morir. Hemos perdido el camino hace muchos siglos y nos hemos entregado al Cristo sediento de sangre, cuyo sacrificio pesa con injusticia sobre el corazón del hombre y lo hace suspicaz, infeliz y mentiroso. Hemos tapiado todas las salidas y nos engañamos como las fieras se engañan en la oscuridad de las jaulas del circo, creyendo que afuera les espera la selva que añoran dolorosamente.»
¿En tercera persona?
¿ Usted también se ha dado cuenta ? Que curioso.