La nueva Unión Europea

LBNL

La nueva Unión Europea echó a andar la semana pasada con la toma de posesión de la nueva Comisión presidida por la cristiano-demócrata alemana, Ursula Von der Leyen, y del nuevo presidente del Consejo Europeo, el ex Primer Ministro liberal belga Charles Michel, que se sumaron así al recientemente nombrado presidente del Parlamente Europeo, el social-demócrata italiano David Sassoli. Los retos que la Unión deberá afrontar durante los próximos cinco años son enormes y no son pocos los que temen que no consiga superarlos y caiga en la irrelevancia, llegando incluso a desintegrarse. Pero los objetivos que se ha planteado la nueva Comisión, el brazo ejecutivo de la Unión, están a la altura de los desafíos. En resumen, llevar a cabo una transición radical del modelo de economía social y de mercado europea para adecuarlo a la amenaza del cambio climático y la transformación digital teniendo más en cuenta las necesidades de la ciudadanía y protegiendo la calidad de nuestras democracias. No será fácil pero no será por falta de voluntad política en Bruselas. Y convendría apoyar desde las diferentes capitales, Madrid incluida, porque el reloj corre, inexorablemente, en nuestra contra.

La anterior Comisión presidida por Jean-Claude Juncker también tomó posesión en un clima de excepcionalidad. Lo peor de la Gran Recesión había quedado atrás pero no sus consecuencias económico-sociales. La Comisión se puso manos a la obra y desde entonces se han movilizado más de 400 mil millones de euros en préstamos para promover inversiones privadas por toda Europa. Y se resolvió – mal que bien pero se resolvió – la crisis de la deuda griega – ¿recuerdan cómo el Grexit del euro parecía inevitable y con él el fin del euro? – la crisis del millón y medio de refugiados sirios que arribó a la Unión Europea sin orden ni concierto y se desactivó la amenaza de guerra convencional en Europa – Ucrania concretamente – mediante los acuerdos de Minsk, cuyo cumplimiento conllevaría el levantamiento de las sanciones económicas impuestas a Rusia, que nadie suponía que la Unión fuera capaz de adoptar.

Las cifras indican que estamos mucho mejor que hace cinco años, también en términos de empleo – unos 14 millones de empleos creados – pero las cifras de pobreza, infantil incluida, son inaceptablemente altas, la clase media tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes, las pensiones están cada vez amenazadas por la demografía persistentemente declinante y los servicios básicos siguen padeciendo recorte tras recorte.

El calentamiento global avanza y Europa tiene no solo que conseguir una economía neutra en términos de emisiones para 2050 sino promover que los demás también lo hagan, con la complicidad de China y la falta de cooperación de los EE.UU. de Trump, por cierto. La Cumbre de Madrid es un paso importante más pero lo crucial es cumplir lo acordado. La Comisión se ha propuesto no solo asegurarse de que así sea sino de que Europa se beneficie económicamente de ello. Porque en el ámbito de las energías renovables Europa figura en el pelotón de cabeza y la transformación, indispensable si queremos sobrevivir como especie, puede ser también un buen negocio.

En el plano de la digitalización, en cambio, Europa lleva un retraso considerable frente a EE.UU. y China. Pero todavía podemos jugar muchas cartas en la partida, por ejemplo en todo lo relativo a la inteligencia artificial, que promete transformar nuestros procesos económicos y sociales de forma radical, todavía más que el 5G. Si no lo hacemos corremos el riesgo de tener que aceptar sin discusión los estándares internacionales que fijen otros y estaremos en mucha peor situación para afrontar la amenaza de desempleo masivo por mor de la automatización generalizada. La nueva Comisión promete propuestas radicales para antes del verano.

Finalmente, Europa tiene que ser un actor en política exterior mucho más determinante. No podemos seguir asistiendo desde la barrera mientras los libios siguen matándose entre ellos. Nuestros valores e intereses coinciden plenamente porque queremos seguir disfrutando del petróleo libio y contar con un gobierno libio aceptable para los estándares internacionales al que apoyar para mitigar la inmigración irregular y con el que afrontar conjuntamente la amenaza del terrorismo yihadista. Lo mismo vale para el Sahel – Mali, Niger, Mauritania… – donde la situación no deja de empeorar. De nuevo, contribuir a mitigar la pobreza en Niger, el país más pobre del mundo y con mayor tasa de natalidad no es solo un deber moral sino un interés propio de primer orden. Hasta Orban, el autoritario líder húngaro lo entiende. Por no hablar de los Balcanes, sin cuyo buen gobierno la lucha contra el tráfico de armas y drogas no podrá ser plenamente eficaz. O de Turquía, cuya deriva es cada vez más preocupante, incluida la escalada reciente en su enfrentamiento con Chipre y Grecia, y cuya colaboración es también indispensable para el control de los flujos migratorios y la lucha contra el terrorismo yihadista.

En política exterior no es la Comisión quien lidera la Unión sino el Alto Representante Josep Borrell, que se ha marcado objetivos igualmente ambiciosos para afrontar todos estos retos. Así como la tendencia de Rusia, China y también EE.UU. de apartarse del marco multilateral para la gestión de las diferencias internacionales. Esperemos que todos los Estados Miembros de la Unión – también Reino Unido si finalmente la abandona – colaboren como procede porque ni siquiera Francia y Alemania tienen la capacidad de conseguir nada sustancial actuando al margen del resto.

Los desafíos son muchos y las amenazas no solo radican fuera de la Unión. Las pulsiones nacionalistas y populistas aquejan a prácticamente todos los Estados Miembros, el nuestro incluido aunque no tanto como en Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia, donde gobiernan auténticos becerros, o como en Italia con Salvini, Francia con Le Pen en la recámara o Alemania con 90 diputados de la extrema derecha filo-nazi.

Si la nueva Unión Europea no consigue los ambiciosos objetivos que se propuso la semana pasada nuestro querido continente, el de los filósofos griegos, el derecho romano, el de Erasmo, Da Vinci, Guttenberg, Rousseau, Voltaire y tantos otros, podría bien volver a auto-destruirse sumiéndose en guerras fratricidas sin fin. Para conseguirlo, para preservar nuestras democracias, los derechos civiles, los derechos sociales y la libertad de la que disfrutamos como si fuera lo más común del mundo sin serlo en absoluto, es necesario que todos arrimemos el hombro. No basta con que Bruselas tire del carro. Tengámoslo presente.

Un comentario en «La nueva Unión Europea»

  1. Grandísimo final.
    Europa es un proyecto que no es perfecto, y que tiene que renovarse y reformarse -y profundamente- pero es y será la única respuesta política ilusionante y eficaz para garantizar paz, derechos sociales y redistribución

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