La primavera para la que contenemos la respiración

Carlos Hidalgo

Aunque en estos días estamos sufriendo un calor adelantado, más propio del verano que de la primavera, en Ucrania aún hace frío y los ejércitos ruso y ucraniano se baten mientras esperan a la primavera para lanzarse en grandes ofensivas. Los rusos para intentar ganar terreno que necesitan no sólo como victoria militar, sino también moral. Y los ucranianos para hacer un esfuerzo que les permita rechazar al invasor y devolverles a las fronteras existentes antes de febrero de 2022 o, incluso, a las de antes de 2014.

Estos días se han filtrado en las redes sociales documentos del Pentágono que nos han permitido conocer un poco más a fondo en qué situación se encuentran los contendientes, aparte de dejar muy en entredicho la fiabilidad de los Estados Unidos como guardianes de los secretos propios y ajenos.

Lo que se sabe de los rusos es que sus fuerzas armadas están en muy malas condiciones. Los embargos, la corrupción y el sistema de competencia entre facciones que alienta el presidente Putin, hacen que los suministros lleguen de manera desigual, que su sistema de comunicaciones y mando sea tan rígido que las ofensivas se ejecuten a medias o solo sobre el papel y que sufren tantas bajas que no pueden reponer en condiciones al personal desgastado en el frente. Además de que los militares ven con desconfianza al ejército privado de Wagner, que parece tener acceso preferente a los recursos, mientras que los militares se enfrentan a la desconfianza del presidente ruso y a las guerras internas de la cleptocracia gobernante.

Otra de las cosas que muestran esos documentos filtrados es el alto grado de infiltración que sufren sus servicios de seguridad por parte de los servicios secretos occidentales, que disponen de muchísima información acerca de dónde están sus efectivos, de qué recursos reales cuentan y de cómo se enfrentan entre ellos.

En el caso de los ucranianos hay dos cosas muy destacables: que también han sufrido muchísimas bajas y se encuentran al límite de sus capacidades y que los estadounidenses también les espían, porque no tienen nada claro qué es lo que los generales ucranianos pretenden hacer en el campo de batalla, ni tampoco tienen claros los objetivos de los defensores.

Así que parece que los rusos, tras fortificarse todo lo que han podido en las zonas conquistadas que aún están en su poder, intentarán seguir lanzando grandes ofensivas, si bien con soldados mal equipados, con vehículos acorazados con tecnología de los años 60 y con menos dinero en las arcas del que les gustaría.

Los ucranianos, que también están al límite, sufren una severa escasez de munición de artillería (que la industria armamentística aún tardará meses en suplir), de personal (agotado al haber menos rotaciones de las que necesitan) y de vehículos acorazados, pues los refuerzos provenientes de occidente tardarán en llegar y su personal todavía está entrenándose en su manejo.

No sabemos cuándo se lanzarán las ofensivas de primavera de los contendientes, pero sí qué es lo que está en juego. Rusia se juega su prestigio interior y exterior y de su éxito (o al menos de una ausencia significativa de fracasos) depende el apoyo que recibe por parte de su actual financiador y valedor ante el mundo no democrático: China. Y el éxito o el fracaso ruso también pueden influir en la actitud agresiva que Xi Jinping está mostrando en su política exterior.

De Ucrania dependen muchas cosas más. No sólo asegurar su integridad e independencia como país, sino que es la prueba de hasta qué punto la OTAN tiene auténtica capacidad disuasoria y del “poder duro” de las democracias europeas y estadounidense.

Pese a que las filtraciones son, sin duda, espectaculares y muestran una gran cantidad de datos, lo que hacen es aumentar la incertidumbre acerca del curso futuro de la guerra y desmentir la narrativa triunfalista, tanto de rusos como de estadounidenses.

Un comentario en «La primavera para la que contenemos la respiración»

  1. Algunas reflexiones telegráficas. Rusia no puede conquistar: su ofensiva ha pasado completamente desapercibida. No tiene otra en preparación. Ucrania puede resistir perfectamente contra soldados poco motivados, mal entrenados, peor pertrechados y pésimamente dirigidos. Ello no implica que, cuando se produzca, la contraofensiva ucraniana vaya a ser un éxito. Porque conquistar es más difícil que defender. Pero reconquistarán territorio, poco, bastante o mucho. Cuanto más reconsquisten, más posibilidades habrá de que Putin se vea compelido a replegar filas para evitar un desastre total, que le acabe costando el puesto, que es, desde siempre, lo que más le importa: por el poder y por la pasta. Es verdad que Putin no puede permitirse perder pero tambíen que puede vender como gran victoria haberle hecho frente a USA, la OTAN y la UE por sí solo, manteniendo Crimea. El nacionalismo ruso lo compra casi todo y la represión ayuda con los díscolos. Si la contraofensiva ucraniana es solo moderadamente exitosa, Putin seguirá apostando a que el próximo invierno «el Oeste» – y señaladamente la UE – cederá. Pero no tiene con qué doblegar a Ucrania y su situación económico-industrial va a peor y no al contrario. Hay fuertes motivos para el optimismo dentro de la gravedad de la situación.

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