Legalidad y legitimidad (II)

Arthur Mulligan

El origen de la polémica que traíamos en la anterior entrega tuvo lugar en circunstancias dramáticas después del hundimiento de los imperios centrales, perdedores en la Primera Guerra Mundial, de sus crisis estatales y en la figura de dos enormes pesos pesados de la teoría del derecho: Hans Kelsen y Carl Schmitt.

Sus apasionantes biografías merecen capítulo aparte, siendo la teoría del derecho puro del judío Kelsen la que contiene mayor grado de influencia en la producción legislativa posterior sin minusvalorar el atractivo de Carl Schmitt, su arrogancia y la profundidad de su crítica al parlamentarismo desnudo.

Pocos son los que reniegan de opiniones tan tajantes del depurado Schmitt:

«La democracia no suele morir por la fuerza de sus enemigos, sino por la desidia o vileza de sus amigos, esto es, por la corrupción de las propias instituciones democráticas».

Podría decirse que la teoría jurídica de Kelsen ha triunfado en el mundo del Derecho para las situaciones de normalidad, mientras que la de Schmitt resurge, sobre todo en el mundo de la teoría política, para las situaciones de excepción. Para aquél, la «racionalidad» impone que el Estado no pueda separarse del Derecho; para éste, la «realidad» impone que el Estado no pueda someterse al Derecho. No en vano la teoría normativa de Kelsen se asienta en la correspondencia entre validez y eficacia; la de Schmitt en la no correspondencia entre legitimidad y legalidad.

Si ambos reconocen la común raíz hobbesiana del Estado, discrepan acerca de la naturaleza y configuración del ordenamiento jurídico (normatividad y normalidad como base del pensamiento de Kelsen y politicidad y excepción como explicación que sustenta el pensamiento de Schmitt).

Para aquél, la «racionalidad» impone que el Estado no pueda separarse del Derecho; para éste, la «realidad» impone que el Estado no pueda someterse al Derecho. No en vano la teoría normativa de Kelsen se asienta en la correspondencia entre validez y eficacia; la de Schmitt en la no correspondencia entre legitimidad y legalidad.

Racionalidad y pluralismo de la democracia frente al apasionamiento y radicalidad fundamentalista en los que la vida política gira descarnadamente alrededor de la distinción entre amigo y enemigo.

Para Kelsen, «la democracia es procedimiento, y sólo procedimiento»

La democracia se identificaría, en suma, con el procedimiento de libre concurrencia entre ideologías (institucionalizadas en partidos) basado en la regla de la mayoría. La legitimidad para gobernar descansa en el respeto a dicho procedimiento, desarrollado a través de elecciones populares veraces, libres y periódicas, y en el acatamiento de sus resultados.

El gobierno de la mayoría presupone así la ausencia de límites al pluralismo político, de manera que la Constitución no significa un valladar absoluto frente a ese pluralismo, sino sólo un obstáculo puramente procedimental que, por el método más agravado de la reforma constitucional, puede salvarse. De ahí que, para Kelsen, la inconstitucionalidad de una ley nunca lo puede ser por razones sustantivas, sino formales, esto es, por haberse infringido el procedimiento previsto para la reforma constitucional. La contradicción entre el contenido de esa ley y la Constitución (y, por ello, la inconstitucionalidad de aquélla) no hubiera existido si la decisión, en lugar de haberse tramitado y aprobado mediante el procedimiento legislativo ordinario, lo hubiera sido a través del procedimiento específico previsto para la reforma constitucional. La única garantía, pues, del respeto a la Constitución consiste en la observancia de su procedimiento de reforma. Si este procedimiento se sigue, cualquier contenido de la Constitución puede cambiarse. En resumen, para Kelsen, la Constitución impone límites materiales a la libertad del poder legislativo, pero no a la libertad del poder de reforma constitucional.

Schmitt parte de una posición radicalmente opuesta: la democracia no es procedimiento, sino valor sustantivo. Por ello, su posición ante los valores no es la del relativismo, sino la del absolutismo valorativo. Al contrario que Kelsen, concibe la comunidad política moderna como una realidad social integrada por intereses radicalmente enfrentados, sin que entre ellos pueda admitirse la composición.

La política, en consecuencia, no es el camino para la composición de intereses diversos, sino el campo de batalla en que se dilucida el destino de la propia comunidad. Por ello, diría Schmitt, la distinción neta en el mundo político es la de «amigo» y «enemigo», y la supervivencia de la comunidad depende de que este último sea expulsado o, en último extremo, destruido. Ello siempre ha sucedido -dirá- en cualquier forma política adoptada por una comunidad. También en la democracia hay quienes pretenden conservarla y quienes persiguen destruirla, de manera que la pervivencia de la democracia depende igualmente de proscribir a los enemigos de la democracia.

La legitimidad de la democracia, para Kelsen, se basa en el reconocimiento de las diferencias en el seno de la comunidad política; para Schmitt, en cambio, en la negación (o, más crudamente, en la abolición) de esas diferencias, esto es, en la necesaria homogeneidad de la propia comunidad política.

Pues bien, sin pluralismo político y sin libertad no hay, sencillamente, democracia.

Si una tiene defectos, la otra, sencillamente, no es democracia.

Pero, saluda Kelsen, «en la república democrático-parlamentaria el problema del parlamentarismo es una cuestión vital. La existencia de la democracia moderna depende de que el Parlamento sea un instrumento útil para resolver las cuestiones sociales de nuestro tiempo. Es verdad que la democracia y el parlamentarismo no son idénticos, pero como quiera que la democracia directa es impracticable en el Estado moderno, no puede ponerse seriamente en duda que el parlamentarismo es la única forma real en que puede llevarse a cabo la idea de la democracia en la realidad social del presente. Por ello la opción por el parlamentarismo es también la opción por la democracia».

Parece que, para Kelsen, la democracia ideal podría ser la directa, aunque por las condiciones actuales, de extensión y población, de los Estados modernos, esa democracia ideal ya no pueda ser real. Hoy cabría poner en duda esto último, en vista de que la sociedad digital de nuestro tiempo haría posible, por medios electrónicos, la participación simultánea de todos los ciudadanos. De ahí que el argumento técnico no sea ni mucho menos el decisivo para desechar la democracia directa, sino el argumento teórico (en el que Kelsen no parece reparar), dado que la democracia directa es incompatible con la única democracia válida y efectiva: la democracia constitucional, en la que la democracia puede ser veraz porque está garantizada por el propio Derecho, esto es, porque el Derecho regula, y por ello limita, funcional y materialmente, la acción del poder.

Por otra parte, la democracia directa, en cuanto que supone restringir las decisiones a una respuesta estrictamente bipolar, resulta incompatible con el pluralismo político, que es otra de las bases de la democracia constitucional, y que no puede estar representado por la existencia de sólo dos opciones simples y radicales acerca de los asuntos públicos, impidiendo la transacción y el compromiso entre la no descartable multiplicidad de la representación política.

Se amputa la racionalidad si en la decisión no entra al mismo tiempo la discusión, es decir, si se impide el debate, máxime cuando las decisiones políticas son, en su inmensa mayoría, complejas y no simples. Precisamente por ello la democracia directa es el campo abonado a la demagogia, esto es, a la perversión de la propia democracia.

Bien, la crítica de Schmitt al parlamentarismo puede descomponerse en dos estratos: la crítica al parlamentarismo como forma de gobierno y la crítica al parlamentarismo como forma de Estado. Por lo que se refiere al primer supuesto, achacará al parlamentarismo la inestabilidad de los gobiernos y el excesivo dominio de éstos por el parlamento: dirá así que el parlamentarismo conduce bien al gobierno ejercido por el propio parlamento, bien a la imposibilidad misma de gobernar, resultados ambos, concluirá, que no sólo son contradictorios con la división de poderes (que el parlamentarismo, como régimen liberal, por principio habría de respetar), sino que también son inconciliables con las necesidades del Estado «administrativo» de nuestro tiempo.

Este nivel de crítica será muy efectivo en aquellos años (en la Tercera República francesa o en la República de Weimar alemana) a través de la operación intelectual, tan schmittiana, de la conversión de lo excepcional en normal, se definen como rasgos teóricos del modelo los que sólo derivan de un ejemplo práctico de su mal funcionamiento (muy real, por cierto).

«El régimen parlamentario ha muerto» –vendría a sostener Schmitt- « porque genera gobiernos inestables».

Ahora bien, los sofismas, por muy inteligentemente que se construyan, tienen siempre unos límites. Schmitt es consciente (aunque no lo confiese) de las debilidades de su crítica en este plano, es decir, de su crítica reducida a descalificar el parlamentarismo como forma de gobierno, puesto que éste no siempre ha generado inestabilidad gubernamental, ni la estabilidad del ejecutivo conduce necesariamente a un régimen de asamblea, ni el predominio del gobierno sobre el parlamento ha de conducir, inexorablemente, a la inoperancia de éste.

«La democracia no se basa en la libertad -dirá-, sino en la homogeneidad, y por ello la democracia representativa sólo es posible cuando la entidad representada (la nación) tiene un solo interés (que es lo que ocurría con la reducción de la nación a la burguesía en el Estado liberal del siglo XIX), pero no cuando aquella entidad es heterogénea, como sucede en el siglo XX con la existencia del sufragio universal que, al hacer coincidir nación y pueblo, toma como entidad representada a una sociedad dividida en clases o en grupos con intereses contrapuestos.»

Hasta aquí, empezamos a encontrar ecos familiares, aún no declarados en su crudeza conceptual. Solo basta acercar el oído a los cantos catalanes o vascos más significativos.

Más claramente, insiste Schmitt, al hablar de «representación» opta por un camino que se separa por completo de la representación electoral. En tal sentido, distinguirá entre Vertretung, o representación mediante elecciones, que es siempre, a su juicio, una representación, Repräsentation, o representación «espiritual», que se manifiesta no por la elección, sino por la «identificación» del pueblo con sus líderes (mediante la «aclamación» o el «asentimiento»). Esta Repräsentation, que es, dirá, la representación «auténtica», no puede verificarse a través de procedimientos, ya que es algo «existencial». De ahí que el representante no pueda ser un delegado de la voluntad de los representados, voluntad que, por principio, no existe, pues en el seno de la sociedad no hay una voluntad única, sino una diversidad de voluntades antagónicas, un sujeto que es capaz, por sí solo, de «encarnar» lo que de homogéneo hay en los representados, expresando así (o dando vida) a una voluntad popular que sólo es capaz de manifestarse (de hacerse presente) por obra del representante mismo, de su cualidad política para «identificarla». Esa – afirmará– es la verdadera democracia, frente a la falsa democracia pluralista basada en la imperfecta representación electoral.

A partir de ese concepto de «representación» (y de ese entendimiento de la democracia), no es de extrañar que Schmitt afirme que la democracia es cosa distinta de las votaciones secretas, que democracia y dictadura no son términos inconciliables, que bolchevismo y fascismo son, como cualquier dictadura, antiliberales, pero no necesariamente antidemocráticos. Otra vez se constata, pues, y no importa repetirlo, la lógica confluencia entre ideas de extrema derecha y de extrema izquierda. ¿Les suena?

Vemos sus trazas firmemente impresas en los partidos nacionalistas y de una izquierda populista que forman parte de la extraordinaria marea del gobierno.

Ahora y durante la II República Española.

No hay garantías, no las hay.

Hoy como ayer, del comportamiento de los políticos, y no sólo de las previsiones de las normas jurídicas, depende el destino de la democracia.

La democracia, y así se ha dicho muy bien y en frase gráfica, es una planta delicada, como el césped de los jardines cuya conservación requiere de cuidados y riegos continuados. Efectivamente, en ambos casos, la vitalidad proviene de abajo arriba (ya sea en las raíces, en el césped, ya en la votación popular, en la democracia), pero su mantenimiento ha de ser de arriba abajo (ya sea el riego y el cuidado continuado, en el césped, ya la educación cívica y el magisterio de costumbres basado en la ejemplaridad de las instituciones, en la democracia).

En estos tiempos en los que la democracia constitucional está asediada por populismos, nacionalismos o fundamentalismos, que son el nuevo rostro del totalitarismo, conviene insistir en que la democracia no suele morir por la fuerza de sus enemigos, sino por la desidia o vileza de sus amigos, esto es, por la corrupción de las propias instituciones democráticas, que pierden, así, su capacidad de resistencia, dejando el campo libre a quienes pretenden destruirlas. Ese es el peligro que la democracia corre en el presente. Para conjurarlo, no hay otro camino que el de las reformas, jurídicas, políticas y sociales, orientadas a mejorar la democracia, no, obviamente, a abandonarla, traicionando los valores que la identifican.

Pues bien, con inquietante frecuencia, en España se banalizan en los extremos semejantes cuestiones; hoy mismo, ni más ni menos que el ex presidente de la Generalitat afirma orondo que no reconoce la legitimidad de la Justicia española.

El problema, una vez más, es que un misterioso designio del PSOE le lleva por sendas extraviadas acompañando a los enemigos del Estado, so pretexto de reivindicar la necesaria incorporación de todos a la tarea común de su administración, precisamente a su liquidación, alimentando de paso la fortaleza de los mensajes populistas disolventes.

22 comentarios en “Legalidad y legitimidad (II)

  1. Tanta erudición,para sacar la conclusion de que tu BILIS es lo mas importante para quitarle legalidad y legitimidad al gobierno de Pedro Sánchez y a las mayorías parlamentarias que está consiguiendo.
    ¡¡Vaya tela!!…JAJAJA..que nervios.

  2. Esperando expectante los próximos poste de Quiensea : «Por que Ucrania es Rusia» (I, II, III…)

  3. «Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces».
    Es la frase que más veces escuché a Xabier Arzalluz. Primero comer y luego pensar, … Unos mueven el árbol y otros recogen las nueces.
    En definitiva, nunca ha dejado de ser cierto que, como dijo Arzallus siendo presidente del PNV, «mientras ETA agita el árbol, el PNV recoge …»..
    Hoy en día ETA no existe.No hay terrorismo.
    Pero este mismo principio lo está aplicando con buenos resultados políticos la ultra derecha ,aprovechando la incertidumbre creada por la subida de la energía eléctrica y los carburantes..
    Y digo «la ultra derecha»,porque «la derecha» ha dejado de existir en nuestro país..
    Quedé claro que no discuto el derecho a la manifestación y a ejercer la huelga para reivindicar cualquier tema….pero creo que la cuestión no está en esos derechos constitucionales.
    Tan sólo me pregunto,quien se beneficia de esta incertidumbre y malestar..y sólo tengo una respuesta:
    Esos que piensan «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros».

    «Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces».

  4. Laertes , este es un debate sobre la historia y como pudo ser lo que luego vino , y si hay indicios en nuestra realidad de los aspectos más negativos de la historia anterior . Usted y su compañero de Sidecar no nos avergüenzan , porque carecen de esa capacidad , ustedes acometen un debate renunciando a debatir sobre si las razones que se ponen en el debate significan algo
    o tiene que ver sobre los hititas . Yo creo que importan en la naturaleza exacta del poder en España . Y por eso le anuncio una próxima entrega en la que aplicaremos la teoría a nuestra situación.
    Desde luego siempre dispuesto a discutir razones y no exabruptos de militantes socialistas del estilo de Lastra que como comprenderán me afectan y desilusionan en una ordenada demanda de discusión .
    Ser militante del PSOE hoy , expresa la máxima desorientación doctrinal .

  5. Mr Mulligan,No se esfuerce, puede poner en la mesa todas las teorías desarrolladas en la historia ,lo que da vergüenza es la exposición de sus conclusiones y el carácter bilioso que desprenden.

  6. Realmente grosero y embrutecido. Triste porque piensa que defiende algo , que está en una trinchera de alto significado y solo queda el ridículo desubicado.

  7. No sé si VOX es un partido de ultraderecha, lo que si parece que es es ultratransversal. Está rebañando votos de todos lados.

  8. Vaya, eso quiere decir que Mr Mulligan es ultratransversal ,ocupa todos los espacios del insulto. y no quiere dejarme ni uno
    …JAJAJA..que nervios.

  9. Bueno,bueno…saltó la noticia.

    https://youtu.be/b3wJT__0m8A

    Pero….Los socios del Gobierno están que trinan.
    Feijóo se siente minusvalorado.
    VOX se pone en pie de guerra.
    Argelia manda a consultas a su embajador.
    Y El Polisario dice que es una traición más de España.
    ….
    Será muy interesante saber la opinión de los Callejeros más cafeteros.

    ¿Legalidad o legitimidad?
    Yo por mi parte….lo que diga Ziluminatius.

  10. Y Ziluminatius dice:
    El expresidente del Gobierno ha recordado este viernes que apoyó públicamente el plan marroquí para la autonomía del Sáhara Occidental y ha asegurado que “políticamente” es una postura “inteligente”, al tiempo que se ha felicitado de que España recupere una “relación de confianza” con Marruecos.
    En una entrevista en la Cadena Ser, recogida por Europa Press, Ziluminatius ha señalado que le sorprende que se hable de “un cambio o giro” en la política exterior del actual Ejecutivo porque, según ha explicado, la propuesta de la “amplia autonomía” del Sáhara ya se la presentó Marruecos en 2007 y él la apoyó “públicamente” un año después.
    “En esa política estuve, que es una política de tener en cuenta como una base importante el proyecto de autonomía para una salida que solo podrá ser con un acuerdo en el marco de Naciones Unidas”, ha subrayado el exlíder socialista, quien ha insistido en que esa posición era la de su Gobierno “y no fue revisada aunque tampoco confirmada” por el Gobierno de Mariano Rajoy.
    Ziluminatius ha destacado la importancia de las relaciones con Marruecos en materias como la migración, la lucha contra el terrorismo o las relaciones comerciales y ha animado a respaldar la “posible vía” de la autonomía del Sáhara, “que no ha querido ser explorada por el Frente Polisario pero quizás puede ser una solución”.

    “Hay que buscar un acuerdo y esta vía, desde el 2007, se ha intentado explorar. Sigue viva y la diplomacia española ha trabajado muy bien en una política de Estado. Esto no es un cambio histórico y ratifica algo de 2008
    “Lo que no conviene es la situación de los últimos 50 años ni económica, no social ni políticamente. Estas posiciones hasta 2008 no han dado lugar a nada. Intentemos otras vías. Sabemos lo que puede suponer un proceso de autonomía política”, ha defendido Ziluminatius.
    Amén.

    Pues nada más que decir…
    Ahora os toca a vosotros..
    …JAJAJA…que nervios.

  11. Pues que va a decir Feijóo ,que quiere tener atributos de presidente del PP ,cuando tan sólo es un candidato de gira para ser elegido .
    Todo lo que diga no tiene relevancia política,real.

  12. Creo que le va a reducir el tiempo de estancia en la Moncloa a Pedro Sanchez a como lo habría hecho Pablo Casado.
    Y lo sabes.

  13. El País .
    Editorial : « Sánchez nos debe una explicación »

    ( y dos huevos duros, añadimos )

    La carta de Sánchez supone un cambio de criterio con respecto al programa electoral del PSOE en 2019. El compromiso de los socialistas entonces era que promoverían “la solución del conflicto de Sáhara Occidental a través del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas, que garantizan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui”. “Con ese objetivo”, apuntaban, “[los socialistas] trabajare mos para alcanzar una solución del conflicto que sea justa, definitiva, mutuamente aceptable y respetuosa con el principio de autodeterminación del pueblo saharaui, así como para fomentar la supervisión de los derechos hu- manos en la región, favoreciendo el diálogo entre Marruecos y el Frente Polisario, con la participa- ción de Mauritania y Argelia, socios claves de España, que el enviado de la ONU para el Sáhara Occidental está propiciando”. Fuentes de la dirección federal del PSOE aseguraron que los barones no les había trasladado ningún matiz ni reproche. “Sin ningún problema”, sentenciaron.
    El PP solicitó la comparecencia de Sánchez en el Congreso para explicar el apoyo del Gobierno a la autonomía del Sáhara propuesta por Marruecos. El principal partido de la oposición consideró “intolerable” que semejante cambio en una posición política “de consenso tradicional, indudablemente una política de Estado, con 47 años de antigüedad”, se hubiera realizado sin que previamente hubieran sido informados.

  14. Zapatero y los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos .

    La posición de España en el conflicto del Sáhara quedó marcada por lo que dijo Zapatero en Casablanca en su primera visita a un país extranjero como presidente del Gobierno (Marruecos había sido también dos años antes su primer viaje como secretario general del PSOE), pero sobre todo por lo que no dijo: el presidente del Gobierno omitió toda referencia al Plan Baker, que era todavía el proyecto de Naciones Unidas y la posición que hasta entonces respaldaba España. «Nunca un político español de este rango ha sido tan neutro respecto a esta cuestión (el Sáhara) como lo ha sido el líder de los socialistas», publicó entonces el diario marroquí Libération.

    El Gobierno intentó compensar esa política con algunos gestos significativos hacia los independentistas saharauis. El 26 de noviembre de 2004, Zapatero recibía a Mohamed Abdelaziz y se convertía en el primer jefe del Gobierno en entrevistarse con un secretario general del Frente Polisario. Sin embargo, la entrevista, que no produjo resultados, estuvo a punto de frustrarse porque Zapatero decidió recibir a Abdelaziz, que también es presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD, reconocida por la Organización para la Unidad Africana y por 80 países del mundo), en la sede del PSOE y sólo en su calidad de líder de una organización política. Varios miembros de la dirección del Frente Polisario consideraron un insulto el hecho de que su líder no fuese recibido en el palacio de la Moncloa y le recomendaron no asistir. Abdelaziz ya no fue recibido por Zapatero en su posterior visita a España, ocho meses después.

    Otras actuaciones sin precedentes fueron los tres viajes que el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León, hizo a los campamentos del Frente Polisario en Tinduf a partir de finales de la primavera de 2004. Ninguno de los viajes produjo resultados. En ellos, según fuentes de ambos lados, el emisario español trató de explicar a los saharauis que la voluntad de España era la de buscar una solución negociada satisfactoria para ambas partes, pero no llegó a presentar una propuesta concreta de mediación. Los dirigentes saharauis pidieron a su interlocutor que España se involucrara en la defensa del Plan Baker como fórmula amparada por la ONU para la búsqueda de una solución o que, en su defecto, mantuviera silencio. La diplomacia española anota la liberación de 100 prisioneros saharauis en junio de 2004 como uno de los resultados de esas gestiones.

    Otras actuaciones sin precedentes fueron los tres viajes que el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León, hizo a los campamentos del Frente Polisario en Tinduf a partir de finales de la primavera de 2004. Ninguno de los viajes produjo resultados. En ellos, según fuentes de ambos lados, el emisario español trató de explicar a los saharauis que la voluntad de España era la de buscar una solución negociada satisfactoria para ambas partes, pero no llegó a presentar una propuesta concreta de mediación. Los dirigentes saharauis pidieron a su interlocutor que España se involucrara en la defensa del Plan Baker como fórmula amparada por la ONU para la búsqueda de una solución o que, en su defecto, mantuviera silencio. La diplomacia española anota la liberación de 100 prisioneros saharauis en junio de 2004 como uno de los resultados de esas gestiones.

    Para la política española, mientras tanto, todo parece estar sujeto a una prioridad: la estabilidad de Marruecos. Por eso los diplomáticos españoles hacen esfuerzos, tanto en Rabat como en Madrid, para observar progresos del régimen marroquí en materia de democratización y de derechos humanos, convencidos aparentemente de que cuando se juzgue la acción exterior del actual Gobierno español el veredicto dependerá en gran parte de cómo evolucionen los acontecimientos en Marruecos. El problema es que la respuesta que encuentra en Marruecos no es, frecuentemente, la esperada.

    Marruecos presentó ante la ONU su plan de autonomía para el Sáhara Occidental en abril de 2007, cuando el rey Mohamed VI llevaba ocho años en el trono. La iniciativa, que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha calificado como “la base más seria, realista y creíble” para la resolución del conflicto, sigue inalterada 15 años después de su presentación. El plan concede por parte del Estado competencias fiscales y administrativas para la “región del Sáhara”. Pero reserva al Estado central la seguridad nacional, así como los poderes que recaen en la figura del rey: defensa, relaciones exteriores y las atribuciones constitucionales y religiosas del monarca.

    Marruecos presentó ante la ONU su plan de autonomía para el Sáhara Occidental en abril de 2007, cuando el rey Mohamed VI llevaba ocho años en el trono. La iniciativa, que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha calificado como “la base más seria, realista y creíble” para la resolución del conflicto, sigue inalterada 15 años después de su presentación. El plan concede por parte del Estado competencias fiscales y administrativas para la “región del Sáhara”. Pero reserva al Estado central la seguridad nacional, así como los poderes que recaen en la figura del rey: defensa, relaciones exteriores y las atribuciones constitucionales y religiosas del monarca.

    La propuesta contiene 35 puntos y en ella no se menciona en ningún momento al Frente Polisario, sino a las “poblaciones de la región” a las “diferentes tribus saharauis”, o a “todos los saharauis, estén en el exterior o en el interior”. El Frente Polisario rechazó desde el primer momento la iniciativa de Rabat y siguió reclamando un referéndum de autodeterminación. La organización saharaui sostuvo que en su consulta de autodeterminación, “cabe desde la autonomía a la independencia”. Marruecos, sin embargo, solo contempla en su propuesta de 2007 efectuar un referéndum sobre el estatuto de autonomía. Y desde entonces, no ha cambiado su oferta ante la ONU ni ante la comunidad internacional.

    Las leyes que emanen de la región autónoma prevista en la iniciativa marroquí deberán ajustarse al estatuto de autonomía y a la Constitución marroquí. El poder ejecutivo de la región autónoma del Sáhara sería ejercido por un jefe de Gobierno elegido, por el Parlamento regional. Las competencias del poder autonómico quedarían limitadas a los presupuestos y la fiscalidad de la región; las infraestructuras, como el agua, las instalaciones hidráulicas, la electricidad, los trabajos públicos y el transporte. En el campo social abarcaría la vivienda, la educación, la sanidad, el empleo, el deporte, la seguridad y la protección sociales. Y también podría promover el patrimonio cultural saharaui hassaní y gestionar el medio ambiente.

    En la comunidad internacional destacó la posición del presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero que respaldó la propuesta en 2008, ensalzando los esfuerzos “serios y creíbles” de Marruecos. Por su parte, el Frente Polisario siguió y sigue reclamando su referéndum de autodeterminación.

    Nos van a cortar el gas ………….

  15. Por supuesto que el mundo se desmorona contra los mentecatos , ignorantes pertinaces cejijuntos – sin visión periférica – , habitantes de una Sodoma y Gomorra políticamente canina .
    Sánchez no responde de ninguna de las maneras a la historia política exterior de España ni a sus doctrinas . Sánchez escucha y decide cómo un sátrapa .
    No le importa nada las poblaciones saharauis , ni la história de España . Es un ejemplar bruto en calentón y su miserable representante melifluo un meritorio que será destruido igual que su anterior ministra .
    Sánchez , un cambiador de una renfe universal .

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