Ariamsita
En un momento como este, en que tanto triunfa el discurso de “no ser de izquierdas ni de derechas”, y el tradicional eje ideológico horizontal se ve sustituido en la dialéctica dominante por “los de arriba contra los de abajo” (cabría preguntarse cuánto hay de izquierdas en ese arriba, o si los de abajo acogen a la tradicional derecha entre sus filas), parece que los conceptos ideológicos que estamos acostumbrados a manejar pierden, de algún modo, el peso que hasta ahora habían tenido en nuestra realidad política.
¿Podemos permitirnos esto? Como persona que siempre se ha considerado de izquierdas -entendiendo por ser de izquierdas el creer en una verdadera igualdad de oportunidades, en la redistribución de la renta, o en la existencia de un Estado del Bienestar fuerte- me da miedo que decidamos olvidar dichos conceptos, durante años la base del modelo de sociedad que buscamos construir.
Creo, y sostengo, que la izquierda y sus valores siguen siendo necesarios. Mis dudas se sitúan, sin embargo, en los mecanismos a utilizar para alcanzar nuestros fines ¿es conveniente seguir recurriendo a herramientas y medidas que se han demostrado poco eficientes a lo largo de la historia?¿Debe la izquierda actuar de modo inmovilista, como al parecer desean muchos, y resignarse a la oposición eterna, a la protesta, a los mensajes grandilocuentes que nunca van acompañados de propuestas viables?¿Por qué no aprovechar las posibilidades ofrecidas por el sistema socioeconómico actual para alcanzar una economía más competitiva, generar mayor crecimiento y poder financiar con ello un Estado del Bienestar fuerte?¿No sería esto más razonable que apostar por políticas de dudosa efectividad, metas irrealizables e impagos de deuda que no harían sino emperorar la situación?
Como apuntaba hace ya dos años Víctor Lapuente cuando hablaba de política bisexual, puede que la solución pase por liberalizar la economía, a la vez que se llevan a cabo verdaderas políticas de redistribución e igualdad social.
Es cierto: hemos interiorizado que lo que diferencia a la izquierda de la derecha no es otra cosa que el grado de intervención del Estado en la economía. El Estado Niñera frente al sálvese quien pueda y al laissez-faire. Sin embargo, permitidme poner en duda que esto sea aplicable a nuestro país, cuando nos contramos a gobiernos de derechas, supuestamente liberales llevando a cabo políticas de claro corte intervencionista; o si nos fijamos en el dato de que la época de mayor libertad económica para nuestro país se dio durante la legislatura de Zapatero.
Lanzar ideas al aire es fácil, y las discusiones teóricas sobre el devenir de la izquierda sin duda interesantes, pero pongamos los pies sobre la tierra y preguntémonos qué medidas prácticas pueden llevarse a cabo, como ya lo han hecho algunos sectores del PSOE (por ejemplo, Socialismo es Libertad). Ejemplos como Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia pueden presumir de poseer algunos de los sistemas de Estado del Bienestar más fuertes de nuestro continente, y de combinar esto con una política económica liberal. Hablamos de economías con elevadas bases tributarias (aunque han descendido en las últimas décadas), cuyos sistemas actúan de forma muy progresiva alcanzando así una verdadera redistribución de renta.
En lo que se refiere al mercado laboral, propongo que nos fijemos en la llamada flexiseguridad danesa. Tres vértices principales la componen: una legislación laboral flexible, una alta protección social a desempleados, y la existencia de políticas activas de formación y reinserción laboral. Los costes de dicho modelo son elevados, sí, pero se compensa con relativa facilidad gracias a las elevadas tasas de empleo y productividad que genera.
Por otra parte, una economía dinámica y competitiva pasa por mejorar la competencia y liberalizar los mercados, desde el sector de la energía hasta el del alquiler de vivienda, pasando por las farmacias, servicios profesionales, o el transporte. Puede que sea hora de decir adiós a los excesos de regulación, empezando por la libertad de horarios, y recordar que una mayor competencia en los mercados de bienes y servicios no sólo es buena para los consumidores, sino que reduce también el desempleo estructural a la vez que aumenta los salarios.
Otro punto a mejorar sería nuestro sistema impositivo. El modelo fiscal español, pese a ser progresivo sobre el papel, elimina en muchos casos esta labor redistributiva al incluir infinidad de deducciones que hacen que las rentas más elevadas puedan escapar de algún modo de la carga impositiva inicial prevista. Puede que la solución pase por un sistema fiscal más sencillo, que distorsione menos las decisiones económicas, facilite la labor de inspección y desincentive el fraude; a la vez que permita un mayor gasto social después. Es decir: si los mecanismos de redistribución se han mostrado poco eficientes a la hora de recaudar, establezcamos un método que permita que lo recaudado se distribuya mejor.
Es hora también de que apostemos por la existencia de autoridades independientes (tanto del Gobierno como de grandes empresas): el Tribunal de Cuentas (recordemos noticias como esta, o esta), Consejo Fiscal,o las Comisiones Nacionales de la Competencia, Mercado de Valores, Energía y Telecomunicaciones. Un verdadero control parlamentario sobre los mismos, así como sobre el funcionamiento de instituciones o comportamientos irregulares de políticos y cargos públicos se declara imprescindible.
Vayamos por último con las mayores partidas de gasto social. En lo referente a pensiones, los países nórdicos han optado por ser previsores y tener en cuenta el envejecimiento de la población que se aproxima y que hará cada vez más difícil sostener el sistema actual. ¿Cómo? Subiendo la edad de jubilación, pero también mediante el fomento de la adquisición de planes privados, o la introducción de bonificaciones para quien se jubile más tarde. En este sentido, podría promocionarse un modelo que combine una parte solidaria que garantice la renta básica con una parte capitalizable que incentive el ahorro y la responsabilidad. Sin extenderme demasiado, apuntaré simplemente que tanto en Sanidad como en Educación se trata de sistemas públicos, enteramente financiados por el Estado y cuyo resultados se muestran altamente positivos.
Estas no son, o al menos no pretendo que sean, una lista de recetas mágicas, y soy consciente mientras tecleo esto de que cada país tiene sus propias particularidades, y de que España no es Suecia. Sin embargo, creo que es hora de que desde la izquierda dejemos de lado ciertos prejuicios, así como eternos debates moralistas y decidamos de una vez por todas: ¿queremos abrazar el conservadurismo y aferrarnos a unos medios y políticas que han perdido su sentido a día de hoy, o vamos utilizar las herramientas de nuestro modelo actual para construir con ellas un verdadero Estado progresista?
Off topic. El Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid a Pepa Blanco en la SER hace un momento: «No le importaría dimitir porque ya viene comido; y , como usted ya sabe, muy bien comido.»
De lo que, en buena lógica, se desprende que si no viniera comido, no se plantearía dimitir aunque lo hubiera hecho mal.
Esto, después de una sarta de imprecisiones, escurrimientos de bulto, acusaciones veladas o no tan veladas ¡¡¡a la enferma!!!!
Entre corruptos e incompetentes (características no excluyentes entre sí, por cierto), este país tiene muy difícil arreglo.
Si no fuera porque sería aun peor, darían ganas de hacerse de Podemos.
«Puede que la solución pase por un sistema fiscal más sencillo, que distorsione menos las decisiones económicas, facilite la labor de inspección y desincentive el fraude; a la vez que permita un mayor gasto social después.»
Yo empezaría por ahí. Lo primero. Y liberalizar ya tal.
Muchas gracias por el artículo Ariamsita. La izquierda tiene un caos ideológico tremendo en general, y en este nuestro país el Psoe. Por no saber, no saben ni lo que son. Se olvidaron que hay que proteger al más débil…….
Un ejemplo de lo más reciente:
Edu Madina en twitter: «Un perro en Madrid ha generado más movilización y noticias que miles de muertos por ébola en África. Para reflexionar.»
Mi reflexión es que me alegro de que este chico no fuera elegido. Si toda la historia del perro del ébola la reduce a una frase tan simple y estúpida, el que tiene que reflexionar sobre su propia inteligencia es aquel (y aquella) que no vea más allá de sus narices. Por favor, no quieran dar lecciones.
La tontería se divide entre los que no quieren ver (maldad) y los que no pueden ver (tontería).
Saludos!
Hola Ariamsita. Eres una valiente por defender la socialdemocracia en estos momentos de tanto «monedero». Dudo que la izquierda española acepte liberalismo como animal de compañía. Mucho más en un país donde los herederos de Ramiro de Maeztu se autoproclaman liberales. Igual cuando acabe el periodo PPodemos al que vamos vuelva la sensatez.
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No cabe duda que el puesto de miserable mayor del reino se lo merece por méritos propios el consejero de Sanidad de la CAM. Incluso Ana Mato al lado de él parece una bellísima persona. Qué asquito da todo lo que está pasando.
Con el debido respeto: los liberales españoles que monten un partido liberal como en muchos países de Europa, presenten su programa, lidien con sus contradiciones y saquen los votos que les toque.
A mi modo de ver,creo que obtener el poder con el apoyo electoral de un electorado, o un partido al que a veces diectamente se menosprecia no es lo mejor. Puede que haya funcionado unos años, ya es hora de probar otras cosas.
Dado que el momento sociopolitico es muchas cosas malas, pero al menos, abierto y con oportunidades, a mi me parece una opción más natural
Sin acritud, es mi opinión
Estoy con Laertes. Los liberales deberían formar de una vez un partido y medir sus fuerzas.
El problema de las propuestas que defiende el autor de nombre impronunciable es para mi claro: mucha gente (entre la que me incluyo) no se puede creer en estos momentos que el PSOE vaya a cumplir todo el programa bisexual. La experiencia indica que a la hora de la verdad la cabra tira al monte: se liberaliza el mercado de trabajo, se recortan las pensiones por lo que pueda venir, se reduce el impuesto de sociedades… pero de la otra parte escandinava llega muy poco. La ley de dependencia estuvo muy bien, pero se dejó en manos de los gobiernos autónómicos, que eran mayoría del PP. El chequé bebe fue un error desde el punto de vista escandinavo (allí invierten en educación 0-3 años, que tiene retornos mucho mayores), aunque por suerte no duró mucho. Y así con todo lo demás. Para la sexualidad redistributiva nunca quedan ganas, todas se gastan siempre en la liberal, que es más limpia, más fácil y está mejor vista. La redistributiva es casi una parafilia en los gobiernos socialistas. Después de 21 años de gobierno del PSOE tenemos uno de los Estados del bienestar menos redistributivos de la OCDE…
Hablando de liberales
http://economia.elpais.com/economia/2014/10/08/actualidad/1412796783_374675.html
En España ya existe la pensión de la Seguridad social y los Planes o Fondos de Pensiones donde el que quiere puede invertir una parte de su ingreso disponible(después de deducir impuestos y cuotas a la SS) para invertirlos en un fondo de pensiones.
En cuanto a la liberalización no hay que olvidar que permite a cualquier persona con algún que otro familiar forme una SICAV aunque su «objeto social» sea inexistente. Gran parte de las grandes fortunas consiguen asi tributar por el impuesto de sociedades en vez del IRPF. Por eso en Francia querían hacer un impuesto de grandes fortunas, pero parece que no ha sido posible. con todo esto lo que quiero decir es que para ciertas cosas la liberalización es fácil de hacer, pero para otras choca contra otros obstáculos que de saltarse, no son liberalizadores. Ejemplo fácil: taxis por redes sociales. podemos considerar a nuestros taxistas tradicionales que pagan sus impuestos una remora antiliberalizadora?