Lo municipal

Carlos Hidalgo

Se suele decir que no hay nada como la política municipal. Se dice de ella que es la mejor escuela para los políticos y que también es la que más gratifica, al ser la más próxima a la ciudadanía.

Muchas veces se suele descartar esta afirmación como una especie de mentira piadosa para aquellos políticos que son desterrados del ámbito nacional y que pasan de tener un escaño en el Congreso a una concejalía o una alcaldía, si tienen suerte. Pero el caso es que esta frase encierra no pocas verdades.

Los ayuntamientos tienen unos poderes limitados. Unos presupuestos más limitados aún y su labor es constantemente fiscalizada por secretarios, interventores y otras administraciones, que unas veces por pereza, otras por exceso de celo y otras por falta de medios, obstaculizan o bloquean las actividades de los consistorios.

Los alcaldes de localidades pequeñas temen y reniegan en privado de las fiestas patronales, llenas de dispositivos especiales, horas extras que en algunos casos no se pueden pagar, incidentes, altercados, accidentes y vecinos que al calor de la masa o de los caldos locales se enfrentan a los regidores no siempre con las mejores maneras y puede que tampoco por los mejores motivos. A la vez, los alcaldes han de sonreír en público, gastar un dinero que apenas poseen las arcas municipales en los festejos, los artistas y en las subvenciones o ayudas a las asociaciones vecinales, charangas, agrupaciones carnavaleras y ese entorno de intelectuales locales, que tienen nula influencia fuera de las fronteras de su localidad, pero que pretenden dictar con mano de hierro lo que es “tradición” o “cultura” local sin que nadie realmente les haya habilitado para ello.

Pero los alcaldes, los buenos alcaldes, también pelean por arreglar las aceras, porque las basuras se recojan a tiempo, porque el alcantarillado y el agua funcionen, por poner una papelera más en un parque o por poner rampas en sitios que han sido poco accesibles toda la vida.

Ser alcalde o alcaldesa también supone un sinfín de reuniones con los vecinos, con las personas que dicen representar realmente a los vecinos, con los comerciantes locales, con la gente que dice representarlos, con otras administraciones, con sindicatos, asociaciones y prensa local, con la que hay un permanente tira y afloja y no siempre relativo a los mejores valores del periodismo.

er alcalde te enseña a ver los problemas más cercanos, a saber que no siempre es fácil solucionarlos, te enseña a negociar y a dialogar, te pide crear alianzas, colaboraciones y mesas de diálogo y también te permite ver casi de primera mano los buenos frutos de tu trabajo o, de manera más dolorosa todavía, como nadie agradece realmente el tiempo y el esfuerzo que has dedicado a que las cosas puedan funcionar un poco mejor.

Los buenos alcaldes y alcaldesas se preocupan de verdad por las cosas, tienen días de 30 horas, no tienen fines de semana y llevan con el mejor humor posible que su persona y su vida sean tema de conversación en los bares y en los corrillos de sus localidades.

Cualquiera puede ser elegido para alcalde o alcaldesa, pero no cualquiera vale para el puesto. Por eso es tan importante que sea la gente quien les vote y quien les apee del cargo. De ahí la importancia de estas próximas elecciones locales, las que se van a celebrar en menos de 6 días.

¿Creéis que es eso de lo que estamos hablando cuando hablamos de las elecciones?

3 comentarios en “Lo municipal

  1. No hablamos de las elecciones , esa es la verdad , hablamos de otras cosas , porque nada hay tan aburrido como el vulgo municipal y espeso, especialmente la mentalidad provinciana que trata de reproducir como verdaderas células cancerígenas un estado a escala con sus ministerios de interior y de obras públicas como faros deslumbrantes . Cada cuatro años rotúran calles y plazas con incómodas obras y meten cables y tubos , todo ello bien rodeado de vallas y carteles porque se acercan las elecciones. En Bilbao , ninguna novedad : ganará el PNV que no es mal gestor , seguido de Bildu – entalcado convenientemente para la ocasión – aunque eso sí , se disfracen de aldeanos ( este año se ha anunciado la posibilidad de celebrar bodas tradicionales con parejas homosexuales , con sus boinas y trajes de época , carro de bueyes incluido y alardes de danzas vascas ) , para que luego no se diga que la tradición discrimina y no se adapta a los tiempos modernos , éstos que vivimos porque no hay más : siempre repetimos el siglo XIX .

    En realidad de lo que se habla y lo que interesa son las variaciones en el tamaño de las carpas del bipartidismo y si el tamaño de sus tensores anuncian el declinar del sanchismo o la eclosión de una nueva centralidad .

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