Los laureles electos

Guridi

¿Qué es democracia? Porque con la democracia pasa como con la ciencia-ficción, es más fácil decir lo que no es, que acotar lo que es.

Democracia no es sólo poner unas urnas y hacer que la gente vote. El mundo rebosa de ejemplos de sufragios hechos para consolidar al tirano de turno. Las urnas importan, son imprescindibles, pero no son lo único que es democrático. 

Democracia es también aceptar unas normas de juego comunes para todos. En realidad, no es que ya eso sea democracia: es que es civilización. Tienes que poder fiarte del vecino. Y más si el vecino tiene poderes ejecutivos. Las normas que no sean comunes no sirven. Si pasase jugando al mus, diríamos que es hacer trampas. Pues con los asuntos de la política también. Y más graves.

Lo de que las normas sean iguales para todos tampoco es casual. Es consecuencia directa de otra base de la democracia: pensar que todas las personas tenemos iguales derechos e igual capacidad para elegir y ser elegidos. Y esto se debe aplicar de manera inflexible: los malos y los buenos son iguales ante la ley. Los listos y los tontos. Los jóvenes y los viejos. Los doctorados y los que abandonaron los estudios. Los ricos y los pobres. Los hombres y las mujeres. Los derechas y los de izquierdas. A todos y a todas se nos debe reconocer por igual nuestro derecho a obrar políticamente, a opinar, a elegir y a ser responsables o a pedir responsabilidades.

Sin esta igualdad tampoco hay democracia. Sin aplicar esta igualdad, si no se cree a ciegas en ella, la tentación de no dejar votar a quien te cae mal es demasiado fuerte para resistirla.

Democracia es también que los procedimientos, las discusiones y los acuerdos que se alcancen sean públicos. La democracia y los pactos secretos, las leyes secretas, las sorpresas legislativas, no se llevan bien. Todo el mundo tiene derecho a ser informado y los poderes públicos y los políticos están obligados a decir qué es lo que hacen, con quién y por qué.

La igualdad que es base de la democracia obliga además a reconocer al diferente o al adversario como interlocutor tan válido como uno mismo. Por eso las democracias tienen parlamentos. Porque las democracias te obligan a entenderte, a llegar a acuerdos, a pactar y a debatir. Y si el otro tiene que aguantar tus discursos, tú también tienes la obligación de aguantar los suyos. Es más, tu obligación es no parar de hablar con los demás hasta lograr algún acuerdo.

Como el adversario es tu igual, como has de reconocer sus derechos, como su mandato de representar es tan sagrado como el tuyo, no puedes ignorarle, retirarle derechos, negarle la palabra o pretender aplicarle normas diferentes a las que sigues tú.

Hay más cosas que son democracia, sin que sepamos definir exactamente lo que es democracia. Pero hay cosas que seguro que no lo son: las leyes secretas, el uso de los votos para pretender negar los derechos a otras formaciones que también han sido votadas, los cambios arbitrarios de las reglas y las purgas.

Ahora os dejo pensar en los ejemplos que se os ocurran. Y, cómo veréis, no he hablado ni de lo que está pasando en el Parlament, ni de la carnicería que se celebra ahora en el PSOE de Cantabria.

Un comentario en «Los laureles electos»

  1. La belleza está en los ojos del que mira, y la democracia en los de Guridi.
    (No sé si es mucha o poca suerte)

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