Macron contra el bloqueo populista

Arthur Mulligan

La elección presidencial en Francia cuando está a punto de concluir también su liderazgo en la UE después de las sucesivas crisis que tanto comprometen su recuperación, se ha decantado por la continuidad de Emanuel Macron no sin atravesar la sociedad francesa, y con ella Europa, una verdadera catarsis por el fuerte componente personal de los liderazgos que surgen con la crisis general de representación y su irreconciliable antagonismo.

El sistema de bienestar social que concierne a la UE cuenta en principio con más riesgos de ponerse a prueba que con oportunidades para ampliar su cartera de servicios, y estas elecciones a doble vuelta no han disipado la preocupación sobre la gobernabilidad de Francia y la orientación de su política institucional en el marco de la UE.

Una de las palabras más irritantes sobre el debate de fin de campaña entre Macron y Le Pen es «arrogancia», una confusión interesada por ese saber adquirido en las grandes escuelas cuya distancia con el pueblo llano se comporta como un semillero de la clase dirigente que encuentra en el primero un portavoz frente a la segunda, ese pueblo a quien la ultra populista, vaporosa y embrutecida Madame le Pen, trata de representar de mala manera, sumando izquierdas y derechas con un despiste mayúsculo en cuanto se le pone un buen argumento con cifras incontestables ante sus narices, tan sensibles por otra parte para conocer desde dónde sopla el viento de la “Francia real”.

Como se ha explicado hasta la saciedad, la estrategia ni-ni de los «insumisos» contenía una trampa: ni un voto para Le Pen (salvando su izquierdismo nominal) lo que implícitamente venía a decir… y ni uno para Macron ¡a ver qué se ha creído éste!

El propio nombre melodramático de Insumisos es la expresión de quien rechaza convivir en un sistema democrático de derecho por considerar que “somete” a la inmensa mayoría a un juego en cuya elaboración de las reglas fundamentales no pudieron participar.

Un adanismo que reclama nuevas bases – como la vibrante canción de la Internacional – para controlar el destino nacional frente a una mundialización inmanejable y que, al carecer de compromisos y fe en las reformas, siempre parciales y contingentes, sobrevuela la insatisfacción de amplias capas amalgamando su frustración y produciendo, en esta ocasión y como un impasse, la denuncia al modelo anterior de alternancia que esterilizaba por razones complejas las grandes reformas.

La panorámica resultante de estas elecciones refleja que la estructuración política ideológica de la Francia contemporánea mezcla la descomposición del sistema anterior, en el que se oponían izquierda y derecha clásicas, con la derechización general liderada por la ultraderecha de Le Pen y Zemmour.

Las fracturas son múltiples (demográfica, identitaria, territorial, cultural, de clase, de los que se sienten despreciados, de la desigualdad, etc.) y las soluciones propuestas por los rivales de Macron incluyen invariablemente formas autocráticas, opresivas y totalitarias en diversos grados.

Y a pesar del declive de las clases medias, refugiadas en el empleo público y en la jubilación, y la opción de tantos jóvenes por Le Pen, la abstención y el voto nulo o en blanco, todavía, como se vio el domingo, el reformismo salió victorioso frente a la dialéctica entre la insumisión de izquierdas y la de derechas que retroalimenta aspiraciones que hoy por hoy nidifican en el aire.

Porque a pesar de todo, Emmanuel Macron ha sido capaz de implementar parte de su programa económico durante su primer mandato y obtenido resultados tangibles. La tasa de desempleo a finales de 2019 era del 8,44 % la más baja desde 2008.

A pesar del impacto de la pandemia del COVID, que llevó a un desempleo 8,65 % a finales de 2020, la tasa de desempleo volvió a bajar al 8,4 % a finales de 2021.

Esto ha sido posible por las medidas de Macron destinadas a aumentar las inversiones en la educación (reduciendo el tamaño de las clases en zonas más desfavorecidas económicamente), la formación profesional (doblando las horas de aprendizaje y mejorando los servicios de asesoramiento a estudiantes) y la menor regulación y mayores incentivos a las escuelas para desarrollar sus actividades docentes.

Los problemas básicos a los que se enfrenta la economía francesa no son muy diferentes de aquellos a los que se enfrentan otras economías desarrolladas, pero más tarde o más temprano, y al margen de las preferencias ideológicas de los populismos descritos, el centrismo político y económico que apareció con Macron en 2017, aunque reducido por el desgaste, impone su lógica positiva.

Mención especial merece el destino crítico de la socialdemocracia francesa, que después de la desorientación frívola de Hollande al no saber atajar las luchas intestinas en su cúpula dirigente, víctima a su vez de las inercias de una rigidez ideológica, antimoderna y poco creíble por una aversión a las inevitables medidas liberalizadoras en el sector público – burocratizado hasta la asfixia – rasgo que comparte con las nostalgias retardatarias de la derecha nacionalista.

Buena parte de sus efectivos están ahora con Macron aunque sin duda todavía mal articulados, por lo que su victoria incontestable en las grandes ciudades representa un brillo de esperanza para obtener una mayoría en la Asamblea.

La victoria de Macron es un estímulo para todos los demócratas que sostenemos la construcción de la UE en estos tiempos oscuros y la esperanza en una época de reformas que señale la inanidad de las figuras grotescas que nada aportan al decoro institucional de la sociedad española.

¡Vive la France et vive la Republique!

2 comentarios en “Macron contra el bloqueo populista

  1. Conclusión:
    Que bueno es Macron porque ha ganado al populismo ultra francés.
    Que malo Sánchez porque es incapaz de vivir sin el populismo bolivariano terrorista independentista de ultra izquierda.
    ¿Verdad?.

  2. Una vez mas tenemos que agradecer a Bildu su sentido de estado y de la realidad política en beneficio de TODOS LOS ESPAÑOLES.

    No será más bien que el PP NO sabe ,No quiere y NO está dispuesto a convertirse en un partido capaz de negociar y con sentido de estado.
    Siempre pone escusas cainitas para no apoyar medidas que aunque considere insuficientes son necesarias y ponen bases sólidas para que sean efectivas.
    Dijo NO al decreto del Gobierno ,ni tan siquiera se abstuvo para dar credibilidad a su voto favorable para que el decreto fuera tramitado como proyecto de ley con carácter de urgencia para poder presentar sus enmiendas.
    Es como pretender pedir salvavidas ,Cuando con su voto negativo ha querido hundir el barco.

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