No espanten a los electores

Carlos Hidalgo

Aunque han quedado seriamente opacadas por la coronación de Carlos III de Inglaterra, se han celebrado elecciones locales en parte de Inglaterra durante esta semana. Y el Partido Laborista ha arrasado a los conservadores. Incluso en alguna circunscripción los Liberales-Demócratas, que están en decadencia, han barrido a las candidaturas del partido de Thatcher y Boris Johnson.

Parte del electorado progresista británico está enormemente sorprendido, porque mucha gente daba por hecho que el actual líder de los laboristas, Keir Starmer, era demasiado discreto y centrado como para liderar victorias así. Y aún quedan las elecciones generales, donde las encuestas dan una mayoría igualmente aplastante al laborismo frente a los actuales gobernantes, los conservadores.

Se argumenta y no sin razón que esta victoria presente y algunas de las victorias futuras, más que mérito del actual líder laborista, se deben al desastre que es en estos momentos el Partido Conservador. Y la verdad es que desde el Brexit este partido ha entrado en una espiral de chifladuras que llegó a su cumbre con la elección de Boris Johnson como primer ministro y tuvieron un hit espectacular con el breve pero desastroso mandayo de Liz Truss, que hizo unos presupuestos tan conservadores que no tenían nada que ver con la realidad y se sustentaban sólo en fe y en dogmas monetaristas. Ni a los bancos les parecieron bien y Truss dimitió al mes de haber sido elegida.

Pero con los deméritos del rival no basta para ganar elecciones. Y si no que se lo digan al anterior líder de los laboristas, Jeremy Corbyn, que espantaba aún más al electorado con proclamas más propias del laborismo de los 70 y 80, que del siglo XXI. Por no hablar de su apenas disimulado antisemitismo (con un electorado judío británico mayoritariamente de centro izquierda), su apoyo apenas disimulado al Brexit y otras salida de tono. El radicalismo de Corbyn solo conseguía movilizar a la derecha y dejar a los indecisos en casa, incluso aunque los conservadores estuvieran en plena espiral de autodestrucción y chifladura.

Visto eso, no es de extrañar que Starmer, con su discreción y sus declaraciones medidas, sea capaz de liderar las opciones de cambio en el Reino Unido. Porque, conservador o progresista, la gente lo que espera es que no seas una opción peor que lo que tienen en estos momentos.

O dicho de otra manera que irritará a los defensores de la pureza: las elecciones se ganan por el centro. No tanto porque se demande una política centrista, sino porque la gente vive con mucha incertidumbre y prefiere algo de seguridad o que la alternativa al gobierno actual no parezca estar dirigida por una panda de volubles dementes.

Y una vez que se llega al gobierno, lo que la gente espera es que refuerzes esos sentimientos de seguridad. Y sí, puedes aplicar tu programa, siempre que lo hagas mediante hechos y medidas concretas en lugar de a través de declaraciones desquiciadas o escandalosas. Aunque gobernar quema. Y a más tiempo en el gobierno, más posibilidades tienes de que la gente considere seriamente sustituirte por alguien que les canse menos.

Lo mismo sucede en la oposición. Si aspiras a sustituir al gobierno, lo suyo es parecer menos chiflado y con mayor control de las circunstancias que los que ostentan los cargos en ese momento. Y si no te explicas por qué narices no te votan, pese a que los gobernantes te parezcan una panda de incompetentes majaretas, a lo mejor es porque la imagen que proyectas no es mucho mejor que eso.

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