Carlos Hidalgo
Nunca pensé que en mi vida adulta vería una manifestación en España donde se dijera “la culpa es del judío”. Y menos por parte de alguien joven. Además, no entiendo nada. ¿Cómo es que todavía hay gente que culpa a los judíos de todos los males, como hace 1000 años? En cualquier caso, parece que se la han vuelto a colar al inefable delegado del Gobierno en Madrid, don José Manuel Franco, que autorizó dicha manifestación pensando que los nazis harían “lo que hacen todos los años”. ¿Y qué hacen todos los años? ¿Cosas nazis, como dicen en el gag de “Padre de Familia”?
Por otro lado, hasta donde yo sé, ser judío es practicar una religión, aunque haya gente que hable de ello en términos de raza. Y es que de razas ya sí que no entiendo nada de nada. Con la religión, con cualquier religión, me puedo meter. Los dioses y las patrias siempre exigen sacrificios sangrientos y pocas veces te prometen un mes de vacaciones pagadas en vida.
Y el caso es que el tema de la raza parece tener cada vez más importancia en este mundo en el que todas las personas parecen estar en busca de una identidad. En el caso de los estadounidenses, porque realmente se interesan en saber a qué raza perteneces para hacerse una idea de cómo tratar contigo. En ese afán tan anglosajón de determinar tu etnia, uno llega a dudar de qué etiqueta elegir si te preguntan. ¿Yo qué soy? ¿Blanco? ¿Hispano? ¿Latino? ¿Mediterráneo? ¿Soy menos blanco por ser bajito de pelo moreno o lo soy más por ser pálido y de ojos azules? ¿Quiero ser blanco? ¿Necesito serlo? Son dilemas en los que me quiero negar a entrar.
Hace no mucho leí en el New York Times un reportaje en el que los intelectuales y los políticos franceses se quejaban de la influencia estadounidense en las universidades y en la sociedad, diciendo que exportaban problemas que ellos no tenían antes. Y si bien es verdad que entiendo que, a diferencia de los estadounidenses, los europeos tendemos a pensar más en lograr derechos universales que en medidas segmentadas por etnias, razas y religiones, no es menos cierto que los europeos tenemos nuestros propios problemas de racismo. Desde la persecución a inmigrantes a las ocasionales declaraciones de políticos de centroeuropa menospreciando a los europeos del sur.
Y sí, sin ser estadounidenses, franceses, alemanes u holandeses, tenemos a políticos catalanes y vascos agitando espantajos de un supuesto carácter español que nos hace a todos los que no compartimos sus opiniones o lugares de nacimiento inherentemente fascistas, o a una niñata en el centro de Madrid declarando que “la culpa es del judío”.
No sé de quién es la culpa, porque igual que creo en derechos universales, también creo en responsabilidades colectivas. Tan colectivas, que la parte de culpa que nos corresponde a cada un es tan pequeña que esperamos que sean otros los que hagan algo, en lugar de nosotros mismos. Como el delegado del Gobierno en Madrid, vamos.
A la niñata fascista antisemita le va a caer un puro y bien estará. Más vale. Increíble que se manifiesten tranquilamente diciendo semejantes cosas mientras Hasel va a la cárcel. Y Hasel me cae fatal y me parece un impresentable, que conste.