Nuestro Annus Horribilis

Barañain

Y ahora la primogénita se separa. Eramos pocos y parió la abuela;  perdónenme el exabrupto plebeyo, pero eso es lo que debió pasar por la augusta cabeza de S. M. don Juan Carlos  cuando se vio abocado a revelar lo que, por intuído o sabido,  amenazaba con ser pasto de la telebasura y las revistas del corazón.

El anuncio de la primera separación  -digase “cese temporal de la convivencia”-, en nuestra familia Real ha sido, por ahora, el último episodio de un año particularmente fastidioso para el monarca. Y don Juan Carlos empieza a mostrar una cierta “fatiga de materiales”.

La de este último año ha sido una racha en la que se han entremezclado reproches, digamos, costumbristras, con andanadas de cariz eminentemente político. Por un lado, desde polémicas por su sueldo y los gastos de la Casa Real, a chismes sobre malas compañías, pasando por el  eco de costumbres poco edificantes (¡aquella historia de la cacería rusa del oso borracho!). Por otro, desde la tormenta desatada por el procesamiento de los humoristas de “El Jueves” hasta el enfrentamiento con el venezolano Chávez, pasando por la campaña tontita de la quema de retratos y la persistente descalificación por parte del radiopredicador favorito de la derecha española.

Si los avatares “domésticos” sólo alimentaban un chismorreo popular sin mayor trascendencia, los otros sucesos tenían una carga  potencialmente desestabilizadora para la institución. Pero, en cualquier caso,  unos y otros revelaban que algo está cambiando en la relación de la institución monárquica con la sociedad española. La Casa Real ha dejado de ser esa referencia amable y a la vez anodina para pasar a ser protagonista, muy a su pesar, del debate político. Se trata de un cambio probablemente irreversible y con unas consecuencias que aún no somos capaces de calibrar de todo.

Porque, hasta muy recientemente, la Familia Real y en particular la figura de Juan Carlos han estado protegidas de la crítica política y la maledicencia popular. Convengamos que para un país como el nuestro, tan dado a la chirigota, el chiste cruel y el cotilleo, el trato recibido por la familia Borbón ha sido mayormente muy discreto, predominando una mezcla de respeto reverencial con reconocimiento por los servicios prestados.

En el pasado, los inevitables chismorreos sobre amoríos y desavenencias conyugales  (ya saben, los del típico “enterado” que sabía de los ligues de un rey marchoso), los comentarios más o menos crueles sobre la supuestas limitaciones intelectuales de una infanta o las evidencias sobre la poco recomendable vida social de un yerno, apenas sí compensaban el inmenso caudal de simpatía por la Familia Real visible en casi todos los estratos de la sociedad española.

Sin duda, ha habido mucho más de autocensura colectiva que de restricción impuesta.

La alta valoración popular de la figura del Rey – más que de la institución monárquica en sí-, unida a la ausencia de “Corte” –que en otros países suele alimentar las críticas y recelos de la ciudadanía-, han contribuido a crear un eficaz paraguas defensivo en torno a la monarquía española.

Entre las particularidades de nuestra transición a la democracia no es la menor la naturalidad e inteligencia  con que la izquierda asumió que el combate a librar no era “monarquía o república” sino “dictadura o democracia”. Hasta el punto de contribuir a difundir una visión “canónica” de aquella transición que hacía aparecer al Rey, forzando los hechos históricos, como el auténtico padre del invento.  De una tolerancia sin pasión se pasaría, más tarde, a legitimar la monarquía. Al hacer frente al intento golpista del 23 F, el Rey se convierte en figura indiscutida. Un icono democrático.

A medida que la izquierda gobernante hacía patente sus buenas relaciones con la institución monárquica se hacía no menos evidente el surgimiento de un resquemor en determinados sectores de la derecha que llegó a adquirir rasgos conspiratorios. Seguramente pensaba en ello el monárquico Luis Mª Ansón cuando reconocía los riesgos para la estabilidad del Estado derivados de la infame campaña de acoso contra Felipe González en la que algunos miembros del llamado “sindicato del crimen” no tenían reparo en cuestionar incluso la monarquía como forma de acabar con su gobierno (¿se acuerdan de García Trevijano y su regeneracionista III República?).

Las dos legislaturas con gobierno del PP contribuyeron también a ese distanciamiento entre sectores de la derecha y la Casa Real (no sorprendió a nadie que Felipe González recordara, en reciente entrevista, hasta qué punto había sido mal tratada la institución por el aznarismo en contraposición con lo sucedido bajo sus gobiernos). Pero no ha sido hasta ahora cuando desde la derecha se ha cuestionado abiertamente si no a la institución en sí misma, sí a su titular y el papel que juega –o, mejor, su carencia de papel-, respecto a la supuesta grave crisis nacional en la que estamos inmersos.

Y llegamos a este “annus horribilis”. Incidentes sin demasiada enjundia en sí mismos  como las provocadoras quemas de fotografías del Rey por grupos minoritarios de independentistas catalanes o el episodio chusco de la grosera portada de El Jueves, casi se convirtieron en crisis políticas por la torpeza con que se gestionó la defensa de la institución. Y, cada semana, las críticas cada vez mas abiertas desde la cadena de los obispos. La indisimulada irritación que mostró el Rey ante Esperanza Aguirre cuando esta, con total desverguenza, intercedió por su locutor protegido, reveló que el rey flemático dejaba paso al monarca impaciente. La cumbre de Chile, colmó su paciencia.

Un problema de las monarquías –como muestra el caso británico-, es cómo acertar con el momento adecuado para el traspaso de poder al heredero. ¿Podría ser el cansancio del Rey, una oportunidad para que se plantee ya su jubilación? Tal vez sea mejor dar paso ahora al príncipe Felipe antes de que se produzca un deterioro de la popularidad de la institución, que será inevitable a medida que siga ocupando titulares de prensa.

Y, de paso, con el recambio al frente de la Corona los detractores de la monarquía podrían plantear la cuestión de la forma de Estado –que en algún momento dejará de ser tabú-, sin el condicionante que supone la popularidad de Juan Carlos. Se abriría el debate civilizado entre “monárquicos” y “republicanos” sin sitio para ya la distorsión que supone la existencia de un quizás mayoritario bloque de los “republicanos juancarlistas”. Así que intereses contrapuestos se beneficiarían del retiro, además bien merecido, del Rey.

P.D.- Sí, ya sé que eso es lo que quiere también Federico Jimenez Losantos. Pues, la verdad, no sé que decirles.

57 comentarios en “Nuestro Annus Horribilis

  1. Fernando….
    Es o no para ponerse a cortar coxone…..Segun fuentes de la Moncloa (muy bien informadas) La Ministra de administraciones Publicas ha decidido montar un gabinete de crisis con el Ministro de Trabajo y la colaboracion expresa de Eduardo Manostijeras para atajar y cortar de raiz estos movimientos contrabandistas en el funcionarado español.
    Todo por el bien de la funcion publica y de los intereses bancarios.

  2. Si se van a dedicar a cortar huevos habrá que cambiarles los nombres por los de ministra de administraciones púbicas y ministro del carajo.

  3. Devagar, no se si me leerás pero estoy de acuerdo contigo en que el PSOE no se ha portado bien con Marín. Y aún así, estoy muy contento de que se retire de la vida política. Porque no deja de ser uno de esos figurones que está un poco de vuelta de todo y como ha hecho tantas cosas y tan importantes y tan bien pues como que no les mola mucho tener que aguantar que un chiquilicuatre como ZP les diga cómo hacer las cosas. A los que piensan que debería y habría sido un buen Ministro de Exteriores les digo que no, que los desplantes y explosiones volcánicas no son buenas en Exteriores y Manolo Marín es conocido por ellas. Ha estado bien donde ha estado 4 años (no me gustaba su estilito maesttroescuela pero sí su filosofía de independencia y seriedad y ahora es un buenísimo momento para pasar a la reserva. vaya con dious amigou

  4. Y aquí está «Ella». En su salsa, sin complejos: cómoda en los argumentos y en el discurso de la extrema derecha. Apoyando la «reforma constitucional» propuesta por las fundaciones de la derecha más dura. Apoyando sin complejos la puerta abierta a las teorias conspiratorias sobre el 11-M. Jaleada por medios como éste al que os remito. Es «Ella»: Doña Rosa Díez González.

    http://www.libertaddigital.es/noticias/noticia_1276317591.html

    Posdatilla: si esta resta votos, es al PP, sin duda, a poco que Rajoy se muestre tibio o que antes de las generales Ánsar cometa la imprudencia de aparecer por Moncloa a departir con ZP y tomar distendidadmente una merendola. Buena noticia para el PSOE, ya que ni el más crítico militante/votante/simpatizante socialista de tendencia jacobina y antinacionalista puede apoyar lo que esta señorona predica.

  5. a mi me cuesta mucho digerir racionalmente que desde planteamientos de izquierda se pueda defender la monarquía, por más constitucional y democrática que sea – y no siempre es el caso. Estoy dispuesto a aceptar, si se quiere, que don Juan Carlos – y doña Sofía , no la olvidemos! – se han ganado el puesto ; no veo por qué tenemos que darles una oportunidad a Felipe y a Leti, qué queréis que os diga. Veo que ya han dejado de hablar de cambiar la constitución por lo del orden dinástico, y me parcece muy bien. Porque no tiene sentido corregir una discriminación inaceptable , la preferencia del hombre sobre la mujer, y mantener otra que no lo es menos : la monopolización de la jefatura del Estado por una familia. En resumen, me parece que la cosa está clara: desde una lógica democrática y de izquierdas, sin prisas -dejemos en el trono al actual matrimonio reinante – pero sin pausas ni sucesiones, mi conclusión es esta : VIVA LA TERCERA REPÚBLICA (FEDERAL, POR FAVOR) ESPAÑOLA !!!

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