Carlos Hidalgo
Cuando yo nací, en noviembre de 1976, Juan Carlos de Borbón ya era rey de España. De hecho, visitó mi ciudad natal, Talavera de la Reina, cuando yo tenía cuatro días. La web de la Casa Real, que conserva y publica todos los discursos de la monarquía desde su restauración a la muerte de Franco, conserva los tres párrafos que dirigió a los asistentes tras recibir la Medalla de Oro de la ciudad:
“Muchas gracias por tan afectuosas palabras de saludo y bienvenida a la provincia de Toledo y a Talavera de la Reina. En Toledo nos sentimos en el centro y en el corazón de España, por la historia y por la geografía. Estas tierras, como vosotros toledanos, son bravas y fuertes, agradecidas a la atención y al trabajo, honradas y leales.
Talavera, tan cerca de la capital histórica, Toledo, y de la moderna capital de la nación, es ejemplo de laboriosidad y de desarrollo debido al propio empeño. Yo os agradezco cuanto hacéis por crear riqueza y por mantener la paz y la concordia, porque en el esfuerzo de todos y cada uno de nosotros está la clave de nuestro porvenir.
Agradezco mucho esta Medalla de Oro de la Ciudad, que conservaré con orgullo, y agradezco también de parte de la Reina el nombramiento de Regidora Perpetua de Honor de Talavera, vinculada por su nombre a las Reinas de Castilla y León, y de España, y desde hoy vinculada aún más a nuestro corazón.
Talaveranos, muchas gracias por vuestro recibimiento.”
43, casi 44 años después, estas palabras no se leen de la misma manera. Yo crecí y me eduqué en pleno apogeo de Juan Carlos, se le agradecía haber optado por la democracia, en lugar de estirar la dictadura militar, se le agradecía haber apoyado a esa misma democracia durante el golpe de Estado del 23-F, se le reconocía haber puesto su contacto y su encanto al servicio del Estado y de la economía española en sus viajes al extranjero y sólo en voz baja se comentaba de manera chistosa su afición a los buenos caldos, a las motos y a las mujeres guapas.
Fue entrada en mi treintena cuando alguien que había tratado en numerosas ocasiones con el rey Juan Carlos me dijo esta frase sobre él: “Es como su abuelo, no le interesa nada que no tenga faldas o motor”. Y más adelante, cuando mi trabajo como periodista me llevó a temas relacionados con la Casa Real, cuando personas que también habían tenido trato directo con el monarca despotricaban abiertamente sobre su desmesurada afición a las faldas y a acaparar dinero, que todo el mundo tapaba como podía.
Fueron esas fuentes quienes me contaron que, durante la mayor parte del tiempo, Juan Carlos estaba obsesionado por la idea de tener que salir repentinamente de España, como le pasó a su abuelo y como le pasó a la familia de su esposa, la reina Sofía de Grecia. Y para eso quería hacerse un “colchón” de muchos millones de euros, afirmando que a él no le iba a pasar lo mismo que a su abuelo. Para eso, me dijeron, disponía de empresarios amigos y con lealtad a prueba de bomba, como Manuel Prado y Colón de Carvajal, Enrique Sarasola o Miguel Primo de Rivera, nieto del dictador y alcalde más joven de Jerez (en 1967). De hecho, Prado y Sarasola se “comieron” denuncias, juicios y condenas sin decir una sola palabra y con lealtad inquebrantable al rey. También se “quemaron” en el proceso y fueron sustituidos, aunque también debidamente recompensados.
Juan Carlos separó vida sentimental de los negocios, me aseguraron, incluso cuando su pareja era la empresaria balear Marta Gayá, que no llegó a estar en el meollo de las transacciones financieras del monarca.
No fue hasta la aparición de Corinna Larsen cuando el rey decidió mezclar gestión con relación. Según me dicen, todo el mundo advertía al rey de que una persona que se había quedado hasta el apellido de su exmarido, el noble alemán Zu-Sayn Wittgenstein, era sospechosa de querer apropiarse también del patrimonio de Juan Carlos, fuera este legal, ilegal o inmerso en el mundo de la irresponsabilidad legal de la figura del Rey.
Así, según parece, Juan Carlos usó el buen instinto para los negocios de Corinna Larsen para seguir adquiriendo patrimonio y parece que puso a su nombre inmuebles y cuentas bancarias que él consideraba como suyas.
Cuando en plena crisis financiera el Rey es sorprendido en Botswana, cazando elefantes con Larsen, todo empieza a salir a la luz y el aura de inmunidad real empieza a desaparecer. Y, para mayor desgracia de Juan Carlos, Larsen le dice que todo lo que está puesto a su nombre es suyo, por lo que no le piensa devolver nada. Y se pierde completamente el control. Si Gayá nunca intentó estafar al rey (tampoco tenía demasiado con qué) y chantajes como el de la supuesta cinta sexual de Bárbara Rey, que dice la leyenda que fue sustituida por el CESID (el antecesor del CNI) por una copia de “Independence Day”, pudieron ser solucionados, en el caso de Larsen es todo más difícil. La empresaria alemana está rodeada de temibles abogados británicos y suizos y está fuera del alcance del rey emérito. Si realmente ha estafado a Juan Carlos, es difícil que éste pueda recuperar su dinero. Por el camino han salido a la luz varios negocios reales que, cuanto menos, parecen poco éticos.
Ahora, lo que nos queda a los españoles es saber de dónde sale ese dinero, si se obtuvo legalmente, terminar de disipar los velos alrededor de la figura de Juan Carlos de Borbón “con sus luces y sus sombras”, que dicen estos días los monárquicos, y hacernos nuestra propia idea acerca de qué significa eso para nuestras instituciones, para nuestro país y qué querríamos que se hiciera con todo esto.
Interesante perspectiva. No conocía yo la versión de que en realidad Corinna timó al Rey. No me cuadra con lo de que le hiciera una donación de varias decenas de millones excluyendo a sus herederos. Pero vaya usted a saber. Si en realidad esa es la verdad del asunto, aparte de todo lo demás, tonto de capirote. Tampoco me cuadra lo que solo le interesan las mujeres y la pasta. La política le ha interesado bastante, aunque solo fuera para mantenerse en el cargo. En fin. Repito mi propuesta: a Dominicana, mejor hoy que mañana.
«…cuando personas que también habían tenido trato directo con el monarca despotricaban abiertamente sobre su desmesurada afición a las faldas y a acaparar dinero, que todo el mundo tapaba como podía.» Me quedo con lo del «TODO EL MUNDO TAPABA COMO PODÍA». No ha sido un cambio de un día para el otro.
Los «rumores» se han ido confirmando y faltaría saber si en enero y febrero del 81 estaba Borboneando o no. Qué cómo se ven confirmando las otras cosas pues nos falta esta.
Juan Carlos también tiene derecho a un juicio con garantías cómo todos, no me parecería justo condenarlo al destierro sin él.
Si Juan Carlos ha cometido algún delito debe ser juzgado y, en su caso, sentenciado. La propuesta de salir de España me parece un disparate que inmediatamente se volvería contra Felipe VI. Por contra creo que afrontar este tema con la misma normalidad que se han afrontado otros casos relevantes es la mejor contribución a la higiene democrática de este país. Y llamar exilio a su posible salida me parece de aurora boreal.
Sobre la vida privada del monarca aplico el mismo criterio que sobre la vida privada de Pablo Iglesias: me importa un pito siempre y cuando no interfiera a su responsabilidad pública.
Irene Montero, ministra del gobierno de España, declaró hace 24 horas que el problema es la institución. Se confirma que Podemos, como el independentismo, tienen como verdadero objetivo a Felipe VI. Si la alternativa a esta monarquia es la republica de Pablo Iglesias o de Puigdemont y Torra paren que me bajo. Yo con esa tropa de chavistas y supremacistas no voy ni a heredar.
Atención,pregunta:
¿Si a un ex-presidente de una Republica» lo cogen con el carrito del helado » como al Rey Emerito,si los monárquicos pedirían la abolición de la Republica?
Por favor ,contestenme antes de que no pueda parar de reirme.
……
Por cierto..No se por que a Polonio no le resulta buena idea , que el Rey Emérito se fuera al exilio…
Al Fantasma de Waterloo le ha ido dabuti y encima tiene un títere gobernando en su nombre,fomentando la telepolitica por Skype.