Paco Ibáñez en Bilbao

Arthur Mulligan

El 13 de Octubre Paco Ibañez cantó muy bien, con la sensibilidad a flor de piel y acompañado por un grupo de jóvenes músicos de talento en el Teatro Campos de Bilbao. Inscrito en una serie de recitales para conmemorar su éxito en el Olympia de Paris, el recital fue acogido con el fervor propio e incondicional de una platea de cabellos plateados.Nostalgia de otros tiempos y renovación de compromisos imposibles se atropellaban ante el espejo desvencijado de un Paco Ibáñez en donde el azogue de la edad servía sin piedad de contrapunto a una voz debilitada pero siempre la misma.

Fue recibido por una cerrada ovación de casi dos minutos; era el aplauso agradecido , sincero y entusiasta al rapsoda que arrancó la poesía española moderna y contemporánea de las garras de un clasicismo académico y museal, oculto y esterilizado por hábitos conventuales, para expresar con renovada fuerza el sentir profundo de una España que trataba de liberarse del estrecho corsé impuesto por una dictadura opresiva y vergonzante que pretendía mantenernos como una reliquia a las puertas de la UE.

Ya desde su inicio como artista de referencia cultivó entre canción y canción una afición al sermón, con valores entendidos, admoniciones a un buen obrar unidireccional que se acompañaba acríticamente con la exaltación de figuras propias de la ceguera voluntaria de una nueva izquierda iluminada por el sol de la violencia y el tambaleante juego de sombras de la utopía autoritaria.

A menudo nada más terminar una de las extraordinarias interpretaciones de poetas españoles o traducciones de cantautores franceses, aparecía el disonante panfleto – justificado en un contexto de lucha política -cambiando de manera incómoda de registro aprovechando que la música atraviesa cualquier barrera de seguridad contra el entusiasmo sentimental.

En la Ópera esto se hace más evidente cuando de un argumento vulgar y folletinesco trufado de honor, Dios, amor, monjas multíparas y héroes enajenados por amantes suicidas, nacen lágrimas de la sublime amalgama de voces y música en un escenario colosal.

Pero lo que dota de sentido a la Ópera, incluso a la carga del Séptimo de Caballería, no funciona en el tránsito desde la delicadeza del arte a la explicación concienzuda de la estiba de esquistos bituminosos en cargueros de cabotaje medio, porque enfría el alma, al igual que hacen los panfletos en un recital.

Y esto es lo que sucedió con Paco Ibáñez al abusar de su posición en el púlpito para arremeter contra el Premio Nobel de Literatura de este año, Peter Handke, de cuya obra nada había leído, según dijo.

Y de golpe y porrazo muchos en el Teatro Campos dejamos los versos de Palabras para Julia para sumergirnos en los Balcanes, en el guirigay de nacionalismos excluyentes, en la crueldad de sus guerras y en la odiosa figura de Milosevic, a quien Handke extrañamente defendió. No fue el único: también Régis Debray, esa especie de filósofo santón de la izquierda nacionalista francesa y reconvertido en tardío admirador de todo un Charles de Gaulle.

Pero no es mi intención iniciar una polémica sobre la izquierda europea y el conflicto de los Balcanes sino llamar la atención sobre la tentación del mandarinato; sobre la deriva que en cualquier campo de la cultura aparece en el momento en que se pretende extender una reputación magistral al campo de la política, cuando, en definitiva, el artista se convierte en predicador y monopoliza el púlpito para sí, y con independencia de sus eventuales aciertos políticos y morales, establece que éstos son una consecuencia natural de las habilidades por las que es conocido.

Jueces estrella, cantautores, entrenadores de fútbol, periodistas, actores, y un sinfín de turiferarios se reafirman en la idea de que su prestigio público tiene derecho a consumir un plus de recursos mediáticos, al igual que lo hacen nulidades grandilocuentes con escasa capacidad para administrar los asuntos públicos.

El abuelo cebolleta que llevamos dentro tiende hacia la auto afirmación, a la repetición   esclerotizada -desde un egoísmo senil -de esencias que son prejuicios.

Pero volviendo al gran Paco Ibañez, nada dijo sobre la “ciudad quemada” en donde vive, ni sobre el procés ni sobre la inestabilidad de la política española; no interpretó “España en marcha” y terminó con una insulsa pieza de folclore chileno.

El cartero siempre llama dos veces. Para bien y para mal. No sabemos qué noticias trae. Pero aún queda la voz y la palabra.

6 comentarios en “Paco Ibáñez en Bilbao

  1. En efecto, con Paco Ibañez y sus ideas políticas pasa como les pasa a muchos con Handke, del que yo tampoco he leído nada, pero del que dicen los conocedores que escribe de maravilla. Pero piensa como un imbécil. Salvando las distancias, tanto en lo primero como en lo segundo, a mi me pasa parecido con Mulligan: me gusta como escribe pero suelo – hoy no – discrepar de cómo opina.

  2. Se fue Franco de Cuelgamuros. Un 10 a la operación del Gobierno. Perfecta.

  3. Un día histórico. Una organización perfecta. Y un triunfo de la democracia. Personalmente un día muy emotivo recordando a mi padre y muchos amigos que ya no están.

  4. Sí, fue muy emotivo. De noche nos fuimos a casa de unos amigos a brindar con cava (catalán, por cierto, y muy rico). Fue noche de emociones, y de brindar por varios abuelos. Por el de la anfitriona, en una cuneta; por el mío, condenado a muerte aunque luego indultado y con pena de varios años, por el de Zapatero, asesinado por no sublevarse contra la República; y por todos los demás abuelos y no abuelos que sufrieron la barbarie del franquismo.
    La salida del monstruo de Cuelgamuros es un alivio a todo ese dolor.

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