David Rodríguez
Cuando la mayoría de los analistas esperaban de nuevo un largo y complejo período de negociaciones, con vetos, bloqueos y desencuentros incluidos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias acaban de obsequiarnos con un acuerdo de gobierno de coalición. Dejemos para otro día el repaso a las declaraciones que se han sucedido durante los últimos meses, así como los reproches a quiénes decían que esto era inviable, para centrarnos en un somero análisis de los resultados electorales y en algunas primeras impresiones acerca del pacto entre PSOE y UP.
A nivel numérico, la repetición electoral auspiciada por Pedro Sánchez ha resultado ser un auténtico fiasco. De hecho, sólo dos cosas han cambiado sustancialmente respecto a los anteriores comicios: VOX le ha comido el terreno a Ciudadanos; y en la sede de Ferraz los gritos de ‘con Rivera, no’ han sido sustituidos por los de ‘con Casado, no’ y ‘con Iglesias, sí’. Lo demás prácticamente se ha mantenido inalterable, y las opciones de gobierno han seguido siendo prácticamente las mismas.
Entrando en en análisis porcentual de los votos, el bloque progresista en su conjunto se mantiene casi igual: el PSOE pierde 0.7 puntos, Unidos Podemos se deja 1.5 y Más País asciende 1.6. En diputados, se pasa de 165 a 158. El bloque de la derecha también repite el resultado global, aunque su distribución interna varía de manera sustancial: el PP gana más de 4 puntos, VOX casi 5 y Ciudadanos se estrella cayendo precisamente en 9 puntos. Por el efecto engañoso de la ley electoral, en diputados destaca el aumento de la extrema derecha en detrimento del partido de Albert Rivera, pero en votos absolutos el trasvase de Ciudadanos hacia el PP es prácticamente idéntico. En escaños, las derechas pasan de 147 a 150. Como puede observarse, la correlación de votos absolutos entre izquierdas y derechas permanece prácticamente idéntico.
En Catalunya, territorio estrella de la campaña electoral, tampoco se producen variaciones sustanciales, más allá de las modificaciones que acabamos de ver en el campo de la derecha. Vuelve a ganar ERC-Sobiranistes, y el voto independentista alcanza el 42.6%. En Comú Podem, fuerza partidaria del derecho a decidir, alcanza el 14.2%. El PSC, contrario a la DUI pero defensor de un Estatut con mayores cotas de autogobierno (amputado por el Tribunal Constitucional) se hace con un 20.5%. Mientras que las tres derechas de ámbito estatal suman el 19.3%. La situación no admite de simplificaciones como confrontar el voto favorable o contrario a la independencia, ya que entre los Comunes y Vox, por ejemplo, existen diferencias abismales. Lo que está claro es que el separatismo puro y duro sigue sin tener mayorías cualificadas, pero las opciones que pretenden una recentralización llegan a duras penas a una quinta parte de la población. En este contexto, seguir insistiendo en una confrontación entre compartimentos estancos no tiene sentido ni se corresponde con la pluralidad que existe en Catalunya.
Por tanto, la repetición electoral no ha hecho sino situarnos en la casilla de salida, aunque con la extrema derecha mucho más fuerte. Y, en cambio, el acuerdo que quedó bloqueado durante varios meses se ha desencallado de manera exprés en menos de 48 horas. Además, y según la información que tenemos en este instante, con Pablo Iglesias con Vicepresidente. Esto implica que, a nivel de representación institucional, el máximo dirigente de Unidas Podemos consigue, con menos votos, aquello a lo que ya había renunciado hace un par de meses.
Supongo que se va a especular mucho sobre los motivos que han llevado a Pedro Sánchez a acelerar de esta manera los acontecimientos. La situación me recuerda, salvando las distancias, a la rapidez con la que Zapatero retiró las tropas españolas de Iraq. Del mismo modo que el expresidente evitaba incómodos momentos de presiones por parte de ciertas potencias imperiales, ahora el candidato socialista se ventila de un plumazo todo un largo y tedioso debate interno y externo. De hecho, el propio Sánchez había reconocido al periodista Jordi Évole que determinadas personas y empresas influyentes de este país no simpatizan demasiado con una coalición de estas características.
Una vez sellado el acuerdo, queda lo más importante, que consiste en dotarlo de una mayoría suficiente y en ir concretando todas las medidas políticas que se van a ir desarrollando durante la próxima legislatura. Además del necesario diálogo con Catalunya, ha llegado el momento de hablar de cómo se hace frente a la emergencia climática, a la precariedad laboral o a la desigualdad de género. La implantación de políticas que deben garantizar el derecho a la vivienda, la educación o la sanidad, así como la fiscalidad que debe acompañarlas, son debates que sin duda van a resultar mucho más interesantes que el memorial de agravios que hemos padecido durante los últimos tiempos.
Todos esperamos cosas de este acuerdo, algunas de mas trascendencia o dificultad que otras.
Yo una de las cosas que espero es que cierta parte de la izquierda asuma qu hay presupuestos, compromisos y procedimientos que deben respetarse en el ejerciio del poder. De otra parte de la izquierda y de todo el país, ya de paso, que aprendan que el menu de politicas economicas es mas amplio y diverso que el q tienen en la cabeza, que hay un concepto muy estrecho de «seriedad y responsabilidad» y que muchas cosas que en el ambiente itelectual en el que nos movemos se denominan «economia» no es sino ideología, y liberal de derechas, y política.
Pedro Sánchez, fiel a sí mismo (y a nadie más)
La repetición electoral hace milagros. El PSOE y Unidas Podemos han alcanzado en 48 horas un acuerdo que fue imposible lograr en seis meses. Hace unas semanas Pedro Sánchez decía que, “como el 95% de los españoles”, no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno. Ha cambiado de opinión. A otro político las contradicciones podrían debilitarle. Pero una de las principales virtudes de Sánchez es su capacidad para traicionar: como Garrincha, sabes que se va a escapar, pero no cuándo. Y, por otro lado, esa certeza le da mucha libertad. Puede ser el socioliberal que habla a los autónomos, el izquierdista que clama contra las oligarquías del Ibex, el que compara a Torra con Le Pen y el de la declaración de Pedralbes, el heroico rescatador del Aquarius y el socorrista perezoso del Open Arms, el que suelta bulos en la ONU y el que se reivindica como hombre de Estado en los debates, el infinito y el cero. Es su forma de ser fiel a sí mismo.
Quizá salgamos del bloqueo. Entretanto, gracias a la repetición, el PSOE y UP han perdido votos, el centro ha quedado arrasado, el independentismo ha subido y la ultraderecha tiene 52 diputados. El pacto tiene una falta de concreción que ni siquiera sorprende. La socialdemocracia se une a una izquierda heredera de otra tradición. Uno de los partidos centrales de la democracia española se alía con una formación que nació para impugnar el “régimen del 78”. Para que haya gobierno probablemente será necesario el apoyo de otras formaciones que atacan ese pacto desde el lado territorial. Y seguramente esto dará protagonismo al tercer movimiento que cuestiona los consensos constitucionales: la ultraderecha de Vox.
Uno de los problemas que plantea el acuerdo del PSOE con Podemos es la relación con las instituciones. Si el PSOE se presenta como un partido de Estado, la visión de Podemos, aunque suavizada, está alejada de toda idea de neutralidad institucional. La deriva que reprochamos a otras formaciones —la instrumentalización y captura de lo que pertenece a todos los ciudadanos— es para Podemos un rasgo programático. Ahora que reivindican la Constitución quizá podamos ver hasta dónde ha llegado su aprendizaje.
La coalición generaría problemas y contradicciones en un PSOE que Sánchez ha descapitalizado. El Gobierno tendría dificultades, aunque no parece sencillo que prosperase una moción de censura en su contra. Una dosis abundante de moralina, sensacionalismo y guerra cultural camuflaría los errores, la descoordinación y las fricciones internas. No parece que esta coalición sea la más eficaz para afrontar la crisis en Cataluña o los problemas económicos. Quizá parte de ese 95% de los ciudadanos tenga algún problema para conciliar el sueño. En ese caso Pedro Sánchez se asombraría de que le hubieran creído, como si a estas alturas no nos conociéramos todos. @gascondaniel
Aún habrá que acabar de verlo, faltan todavía apoyos para que ese gobierno tire adelante y asumir contradicciones claro.
Acabo de leer en La Vanguardia que durante la negociación exprés Iglesias llamó a Zapatero. He escrito bien: Iglesias. No entiendo nada.