País Vasco, Irlanda, Palestina… ¿Son las comparaciones odiosas?

MCEC

Las diferencias son muchas pero, ¿hay similitudes entre los conflictos del País Vasco, Irlanda del Norte y Palestina? Nadie discute la consideración de proceso de paz a los procesos de diálogo político entablados para solucionar los conflictos de Irlanda del Norte y Palestina. Varias resoluciones de Naciones Unidas sancionan la ilegitimidad de la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania y por tanto las iniciativas diplomáticas destinadas a ponerle fin constituyen claramente un Proceso de Paz. En Irlanda del Norte no concurre el requisito de internacionalidad porque es parte integrante reconocida del territorio del Reino Unido, de la Gran Bretaña y de Irlanda del Norte según reza su nombre oficial. Pero la concesión de independencia a la República de Irlanda en la parte sur y central de la misma isla, alimenta la noción de que tendría sentido, por razones políticas y geográficas, que el Reino Unido aceptara la anexión del Ulster a la República.

Además, tanto en Irlanda del Norte como en Palestina concurre la existencia de dos bandos combatientes bien diferenciados. Como también que ambos bandos han cometido desmanes en su lucha contra el otro, sea la guerra sucia británica contra los militantes republicanos, sea la represión israelí contra los milicianos y la población palestina o sean los atentados terroristas del IRA y la OLP y sus diferentes aliados.

Por estas razones aparece como incontrovertida la percepción de que en Palestina y en Irlanda del Norte existe un conflicto subyacente a la violencia que exige una solución dialogada, especialmente desde que quedó claro que no cabía una victoria militar, en un sentido o en otro.

El caso vasco es obviamente distinto. No hay dos etnias, dos religiones o dos pueblos enfrentados. Simplificando, todos los vascos son católicos y blancos y todos juegan al mus, chiquitean, aman la merluza a la vasca, animan al Athletic (alguno hay de la Real e incluso del Alavés) y van a misa (o han dejado de ir, pero no para ir a misa contraria). No se trata tampoco de un enfrentamiento entre vascos y españoles por más que el nacionalismo pretenda enmarcarlo en una lucha post-colonial por la autodeterminación que el inmemorial «Pueblo Vasco» perdió en virtud de una invasión. Un somero análisis histórico revela que el País Vasco nunca ha gozado de tanta capacidad para decidir por sí mismo como la que tiene actualmente. Y la lucha que entabló ETA contra la dictadura franquista no era distinta de la que entablaron otros grupos, violentos y pacíficos, en otras partes de España.

Lo que si hay en el País Vasco es un grupo muy numeroso que no se siente a gusto dentro del Estado constitucional y autonómico español. Y un grupo, afortunadamente mucho más reducido (aunque suficientemente grande: entre 100 y 200 mil personas) que está dispuesto a empuñar las armas, o a apoyar a los que lo hacen, para exigir sus reivindicaciones políticas. Sus reivindicaciones de mayor soberanía no encuentran soporte histórico ni suscitan el apoyo de la mayoría de la población. Y en todo caso, el uso de la violencia no es legítimo, especialmente en democracia. De tal manera que la única opción razonable sería que los que ejercen la violencia desistieran de ella y propugnaran su ideario nacionalista por medios exclusivamente democráticos. Y hasta que no lo hagan, la única opción para el Estado de Derecho sería perseguir a los criminales policial y judicialmente, por lo que no cabría entablar un proceso de diálogo político, un “mal llamado Proceso de Paz��?.

El problema es que los violentos no están dispuestos a cesar en el uso del terror y han dado muestras de que son capaces de retardar su extinción eficazmente. Pero es que, además, la solución “policial��? no solucionaría el conflicto político subyacente dado que seguiría habiendo varios centenares de miles de ciudadanos vascos a disgusto con su encuadre en España, por muy aberrante que tal percepción resulte dadas las ventajas de todo tipo que la autonomía vasca conlleva.

Una solución dialogada, en cambio, permite poner fin definitivamente a la violencia y sentar las bases de un acomodo del País Vasco en España que suscite un mayor grado de adhesión entre la ciudadanía vasca. Es evidente que una democracia constitucional no puede aceptar dialogar o negociar su misma esencia o poner en cuestión sus bases fundamentales. Por principio pero también por eficacia, pues aceptar hacerlo incitaría al uso de la violencia para apoyar cualquier otra reivindicación política. Pero esos límites, las llamadas líneas rojas, también concurren en los casos de Palestina o Irlanda del Norte. Israel no se plantea, y la comunidad internacional no se plantea exigírselo, hacer concesiones en cuanto a su misma existencia. Y el Proceso de Paz en Irlanda del Norte ha respetado en todo momento los derechos de la comunidad protestante. En ambos casos, la apertura del Proceso de Paz exigió señales inequívocas de la OLP y del IRA de que estaban dispuestos a renunciar a la violencia como condición previa. Y las violaciones posteriores de tal compromiso han provocado sucesivas crisis en las negociaciones, hasta el punto de quebrar la dinámica de paz en Palestina y suspender el proceso durante mucho tiempo en Irlanda del Norte. Es decir, tanto en Palestina como en Irlanda del Norte, el establecimiento de un Proceso de Paz no implica poner sobre la mesa lo que no puede ponerse. Y lo mismo ocurre con el bien llamado Proceso de Paz para poner fin a la violencia terrorista de ETA.

Curiosamente el Presidente del Gobierno presentó esta semana una iniciativa de paz para Palestina, conjuntamente con Francia e Italia, que pasa por un cese de la violencia palestina e israelí, formación de un Gobierno de Unidad Nacional palestino (es decir, que Hamás acepte implícitamente la legitimidad de Israel como contraparte negociadora) y establecimiento de un cauce de diálogo político entre las dos partes, a poder ser, con el destacamento de una fuerza de interposición internacional para consolidar el alto el fuego.

Está claro que en el País Vasco no hace falta una fuerza internacional porque el Estado de Derecho no está bombardeando caserios ni matando supuestos etarras con misiles desde el aire. Pero si hacía falta que ETA declarara un alto el fuego, permanente. Como había hecho el IRA. Y que Batasuna aceptara (Anoeta) que las cuestiones políticas sólo se podrán resolver por vías políticas. Como había aceptado antes el Sinn Fein.

Puestas así las cosas parece que, además de las consabidas diferencias objetivas, si cabe hablar de un Proceso de Paz en el País Vasco con la misma propiedad con la que lo hacemos en Palestina o en Irlanda del Norte. Un Proceso de Paz que permita poner fin a la violencia terrorista, en este caso sólo de una parte, y hacerlo de forma ordenada y eficaz. Y por supuesto, con todos los retrasos a los que obliguen los incumplimientos del alto el fuego.

Si se mantiene el cese de la actividad terrorista, Proceso de Paz en toda regla, para pactar políticamente sobre aquello que se puede pactar. Y si no se mantiene, leña al mono que es de goma.

Prometo que en mi próxima cita con estas teclas me dedicaré a una cuestión ajena al monotema.

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