Pandemia en transición

Juanjo Cáceres

A punto de cumplir un año del inicio del confinamiento, parece mucho mayor el tiempo transcurrido desde entonces. Lo recordaba el lunes, con motivo del 8M. Las actividades del 8 de marzo de 2020 se desarrollaron sin apenas percepción por parte de gran parte de la población de que un grave riesgo sanitario se cernía sobre nosotros y unos días más tarde todos nos veíamos confinados en nuestros domicilios, con los hospitales llenos y con la movilidad muy reducida. Lo que vino después, como se dice habitualmente, es historia, una historia atravesada por varios traumas de los que no hemos siquiera empezado a recuperarnos.

Un año después de todo aquello hemos comprobado las elevadas capacidades científicas y técnicas alcanzadas por la humanidad, que en un tiempo récord ha puesto sobre la mesa diferentes vacunas, ha empezado a producirlas y avanza, no sin dificultades, en un proceso de inmunización masiva. No son pocos los que lamentan los retrasos o el incumplimiento de unos calendarios de vacunación demasiado optimistas, sin tener en cuenta que nuestra capacidad de innovación científica no va acompañada de una misma capacidad de ejecución productiva. tras décadas de expansión de los servicios y de encogimiento de los sectores industriales. No obstante, la velocidad está siendo realmente de crucero y los que todavía exigen más y más, creo que no son del todo conscientes de hasta que punto han brillado realmente nuestras capacidades de innovación para dar con una respuesta inmunológica a la Covid-19.

A estas alturas de 2021, podemos considerar que estamos de lleno, ahora sí, en un proceso de transición hacia el mundo postCovid-19. Pese a los niveles de prevalencia, pese a la ocupación hospitalaria, pese a tantas cosas que nos quedan por resolver, estamos consiguiendo ya en nuestro país vacunar a la población más vulnerable, está disminuyendo el riesgo de nuevos tsunamis pandémicos y estamos flexibilizando paulatinamente las medidas de contención. No es el momento, al menos para mí, de reflexionar sobre si esto último está sucediendo demasiado pronto o demasiado rápido, sino de concluir que está pasando y que si las nuevas variantes no se oponen, es probable que no haya muchos más retrocesos en el futuro. Lo del verano pasado fue un mero respiro, esta vez caminamos hacia algo más irreversible.

Si tomamos consciencia de que, ahora sí, avanzamos hacia un mundo o al menos hacia una Europa postCovid y de que ya no debemos responder a una emergencia, sino acabar de salir de una pandemia, creo que sería bueno empezar hacer una cosa importante: planificar el futuro. Un futuro que no es el de la gestión de los fondos europeos puestos a disposición masivamente por la Unión Europea, sino el de dibujar una Europa más inclusiva y menos marcada por el liberalismo salvaje que ha salpicado o incluso hegemonizado las políticas públicas durante las últimas décadas.

Son muchas las cifras coyunturales que nos muestran la fractura que sufre ahora mismo nuestra sociedad, como esos 4 millones de parados que tiene España actualmente, pero el verdadero drama son las cifras endémicas, las que van más allá del efecto de la pandemia, es decir, las amplias capas sociales excluidas del acceso a la vivienda, la exclusión laboral e imposibilidad de emancipación de las personas jóvenes, las múltiples y variadas formas de vulnerabilidad que afectan a las familias…

En el año 2020 hemos evitado gran parte de la sangría social que no evitamos en el año 2010, cuando vivíamos bajo el yugo de los despidos masivos y las ejecuciones hipotecarias, porque hemos reaccionado con sensibilidad social a la pandemia. Con insuficiencias, pero procurando no dejar a nadie atrás, que es lo que intentas cuando implementas ERTEs masivamente, por ejemplo.

Ahora bien, esas medidas con las que hemos combatido los efectos de la Covid19 son medidas meramente coyunturales, desde los planes de choque hasta los fondos europeos, incluso pasando por las medidas de contención epidemiológica y las vacunas. No tenemos, en cambio, un plan para que cuando el fuego se apague no emerja el mismo bosque quemado de siempre. Y nos hace falta un plan que, por un lado, no haga negación de los múltiples problemas sociales que nos afectan y, por el otro, contenga esas derivas tan dominantes en el plano político y económico que todos conocemos y que ahora se mantienen algo más dormidas. Especialmente peligroso en ese sentido es el peso político que en distintos países sigue adquiriendo la extrema derecha y la composición de signo conservador de gran parte de los parlamentos y gobiernos europeos.

En definitiva, un año después de la Covid, en este mundo en transición, hay una mirada corta que, calculadora en mano, está pensando en qué se va a gastar los fondos europeos. Ahora debe haber una mirada larga que nos ayude a disfrutar una Europa más inclusiva y cohesionada en 2030.

2 comentarios en “Pandemia en transición

  1. En Bruselas están en ello. Reconstruir pero mejor, verde y digital. Y hay fuerzas muy poderosas tirando hacia la reindustrialización y una mayor auto suficiencia, o menor dependencia. Pero pronto surgirán las voces rigoristas. Aunque esta vez lo tendrán más difícil para imponerse: no he visto quiebra semejante de la ortodoxia neo liberal

  2. Espero que no exista un gossplan y no se dibuje el futuro por el mismo dibujante y que desplieguen su poder las fuerzas poderosas , esas sí , que incluyan objetivos de industrialización para una mayor y mejor autonomía sin propaganda , con nuevas tecnologías y una ágil burocracia .
    Si de paso huimos de generalidades estériles , tanto mejor.

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