Política exterior europea: ducha de realismo

LBNL

El 1 de diciembre echó a andar la nueva Comisión Europea, cuya Presidenta, la ex Ministra de Defensa alemana Ursula Von der Leyen, ha definido como una Comisión geopolítica. Ella misma junto al nuevo Presidente del Consejo Europeo, el ex Primer Ministro belga Charles Michel, y el nuevo Alto Representante para la política exterior y de seguridad, el ex Ministro de exteriores español Josep Borrell, han hecho votos para reforzar la presencia internacional de la Unión Europea, particularmente en nuestro vecindario pero también en Naciones Unidas y en el entramado multilateral internacional en general. Sin embargo, los convulsos acontecimientos de los últimos días han venido a demostrar que no lo van a tener nada fácil. La falta de voluntad política de los Estados Miembros y las deficiencias estructurales de la Unión Europea se pueden mejorar. Pero la creciente tendencia internacional hacia el matonismo, la unilateralidad y el uso de la fuerza militar son ajenas a la Unión, que no puede, no quiere y no debe competir en esos ámbitos. La impotencia de la Unión en Siria es un hecho desde hace años. La esterilidad de sus esfuerzos para mitigar las consecuencias del enfrentamiento Estados Unidos-Irán se hizo patente la semana pasada. Como su impotencia en Libia, todavía más cerca, para la que Turquía y Rusia, que como en Siria y a diferencia de la UE apoyan activamente a algún bando en el conflicto, han acordado un alto el fuego a partir de la pasada medianoche. Las limitaciones en política exterior de la UE no son nuevas. Lo que es novedoso es el vacío que deja la retirada global del Estados Unidos de Trump, que está siendo ocupado por potencias indeseables.

En Siria la Unión Europea no se ha quedado de brazos cruzados. Al contrario. Varios millones de sirios han sobrevivido y mitigado sus penurias gracias a la ingente – alrededor de veinte mil millones de euros – ayuda humanitaria de la Unión Europea y su empeño en lograr altos el fuego y limitar las violaciones de derechos humanos. Todo lo cual no ha conseguido impulsar el acuerdo político que persigue la ONU con el apoyo de la UE. Como tampoco en Yemen donde la actividad de la UE también ha sido tan activa como inútil en términos políticos.

Por lo que ambas guerras siguen prolongándose y complicándose. En Siria, Irán, Rusia y Turquía intervienen directamente sobre el terreno, los millones de sirios refugiados no pueden volver y la reconstrucción del país no puede empezar. El apoyo de Estados Unidos a los kurdo-sirios ha permitido acabar con el ISIS con la ayuda también de varios países europeos que han contribuido a la coalición internacional, que opera desde Irak. Pero si Estados Unidos llegara a retirarse de Irak – o el Gobierno irakí le invitara a hacerlo – las fuerzas europeas no podrían seguir por si solas.

Cuando Trump decidió retirarse unilateralmente del acuerdo internacional para suspender el programa nuclear iraní, los tres grandes europeos – Francia, Alemania y Reino Unido – y la UE en su conjunto reforzó su activismo para preservarlo, junto a Rusia y China, también co-signatarios. Pero la UE no se ha atrevido o no ha sido capaz de desafiar las duras sanciones norteamericanas a cualquiera que importe petróleo iraní, como tampoco las empresas chinas. E Irán está perdiendo la paciencia y haciéndolo ver. Y Estados Unidos ha empezado a contestar. El viernes los Ministros de Exteriores reafirmaron su voluntad de contribuir a calmar la situación y seguir haciendo el papel de “poli bueno” pero no está claro que vaya a servir de mucho si no remite el enfrentamiento entre el “poli malo” y el delincuente – es Irán quien intenta alcanzar la bomba nuclear, desarrollar misiles para lanzarla y repite cada poco que quiere destruir Israel.

Lo de Libia es todavía más sangrante porque la estabilidad dictatorial de Gadafi se fue al garete porque Reino Unido y Francia lideraron la operación para poner fin a sus desmanes contra su propia gente. Pero luego se desentendieron y la situación no deja de empeorar. La ONU, siempre con el apoyo de la UE, reconoce al Gobierno de Trípoli y propugna una solución política que incluya a todas las tribus con sus respectivas milicias de las deslavazadas tres regiones de Libia. Pero el Gobierno de Trípoli es demasiado cercano a los Hermanos Musulmanes por lo que Egipto, Emiratos Árabes y Rusia llevan tiempo violando el embargo de armas internacional apoyando a un ex general de Gadafi laico, mientras que Turquía y Qatar hacen lo propio armando a Trípoli. El viernes los Ministros de la UE también acordaron intensificar sus gestiones para lograr un alto el fuego que permita una Conferencia internacional – el llamado Proceso de Berlín. Y a continuación Turquía y Rusia anunciaron su propio alto el fuego. Rivales también en Siria, Putin y Erdogan tienen sin embargo muchos puntos en común. No tienen ambages en ser percibidos como machos alfa nacionalistas y autoritarios. Al contrario, se enorgullecen de ello. Y no tienen reparos en enviar sus soldados, misiles y aviones allá donde consideran que pueden sacar tajada.

La Unión Europea no tiene ejército, ni pretende tenerlo. Los 28 Estados Miembros – 27 a partir del del 31 de enero con la salida del Reino Unido – si los tienen pero solo están coordinados suficientemente para contribuir a la defensa del continente de una agresión exterior, en el marco de la OTAN. La Unión Europea tiene varias misiones militares en el exterior – Bosnia, Somalia, Mali, República Centro-Africana, Golfo de Adén – pero para preservar la paz: no tienen mandato para intervenir en un conflicto armado y no pueden tenerlo porque el Tratado de Lisboa no lo permite. Como tampoco lo permitiría la inmensa mayoría de los 500 millones de ciudadanos europeos.

Somos los primeros en indignarnos ante el sufrimiento por las guerras y en exigir acción para ponerle fin. Pero no queremos entrar en conflicto y ni siquiera estamos dispuestos a gastar más de lo estríctamente indispensable para dotar a nuestras fuerzas armadas con el armamento necesario para poder hacer frente a los que participan activamente en ellos. El asedio de Sarajevo sacó a varias decenas de miles de españoles a la calle pero las guerras yugoslavas terminaron en gran parte porque la OTAN – es decir, Estados Unidos – intervino. Y cuando no interviene, no acaban.

Lo peor es que dada la retirada de Estados Unidos, cuando las guerras de Siria y Libia acaben darán paso a regímenes orquestrados por Rusia, Turquía, Egipto, Emiratos, Qatar y similares, que serán cualquier cosa menos democráticos y respetuosos de los derechos humanos, mal que nos pese.

Es muy posible que Trump sea reelegido pero incluso de no serlo es dudoso que Estados Unidos vaya a volver a la senda de la diplomacia multilateral apoyada en su fuerza militar para garantizar los acuerdos a los que se llegan. Y aunque hay algo de esperanza en el caso de Turquía – arrecia la oposición interna que puede destronar a Erdogan el año que viene – es prácticamente seguro que la sucesión de Putin nos brindará un reemplazo igual o peor.

Todo lo cual no obsta – al contrario – para que la Unión Europea siga insistiendo en la necesidad de respetar el Derecho Internacional, apoyando a las Naciones Unidas y defendiendo diplomáticamente la libertad, la democracia y los Derechos Humanos universales. Y en paralelo, tratando de reducir progresivamente sus deficiencias internas políticas y estructurales. Pero conviene tener muy presente el mundo en el que vivimos y no pedirle peras al olmo.

Un comentario en «Política exterior europea: ducha de realismo»

  1. Estupendo artículo en su claridad y concisión con el que es muy difícil estar en desacuerdo. Si acaso uno termina la lectura sumido en la desazón de ese obligado “ no puede , no quiere y no debe “ que limita seriamente la eficacia político militar de unos nobles propósitos hasta rozar el sonambulismo colectivo e irresponsable.

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