“Ponme la novela, hija”

Carlos Hidalgo

Hace mucho tiempo que Telefónica encargó a un grupo de sociólogos que estudiaran a sus clientes y cómo eran atendidos por el infame 1004. De ese estudio se extrajeron muchas y muy interesantes conclusiones que, por supuesto, fueron debidamente ignoradas por la empresa por entonces presidida por César Alierta. Una de ellas era que había clientes que contrataban servicios digitales pero que deliberadamente se negaban a aprender a usarlos. Entonces se daba lo que esos sociólogos denominaban un proceso de “infantilización”, por el que los clientes no sólo no querían aprender a manejar los productos de Telefónica, sino que exigían a los técnicos que les arreglasen el ordenador o les programaran el microondas.

Todos conocemos a personas mayores y no tan mayores que se niegan a aprender a usar cosas que utilizan todos los días. Algunos ufanos, como seña de identidad y sin querer reparar en que luego andan cargando a los demás con cosas que deberían saber hacer ellos, no más difíciles que sintonizar un transistor o usar un horno de gas, pero que deliberadamente evitan. Así que a todos nos sonará la frase de “hija, ponme la novela”, que dirán muchas madres que necesitan ver su hora diaria de dramas, pero no quieren molestarse en pulsar un número en el mando a distancia de su televisor.

Obviamente esto puede tener disculpa cuando los años acumulados son muchos y además hay otros factores como enfermedades, deterioro cognitivo, etc. Si bien todos lo veríamos con peores ojos cuando se trata de personas que no han cumplido aún la sesentena.

Pues algo parecido ocurre ahora con toda esta panda de hombres que salen a darse golpes en el pecho con el feminismo, tomando la parte por el todo y diciendo que ahora ya no se puede hacer nada, que no se puede decir nada y que se confunde el machismo con la educación. Al mezclar churras con merinas y al negarse deliberadamente a escuchar con atención las reivindicaciones de las mujeres, estos hombres se están infantilizando deliberadamente y queriendo hacer pasar por inevitables comportamientos que son intolerables, no solo ahora, sino hace 40 y 50 años también.

Porque ceder el paso a una mujer o abrirle una puerta no es lo mismo que decirle que es tan guapa que si no estuvieras casado, le tirarías los tejos.

Educación no es comentar a una mujer el tamaño de sus pechos sin haber sido invitado a ello. Ni tampoco el presumir de proezas sexuales, o comentar aspectos íntimos que no se te ocurriría mencionar a tus compañeros masculinos.

Tampoco es educación o cortesía el tocar sin permiso a alguien, invadir su espacio personal o el adoptar un lenguaje corporal intimidante. Mucho menos el dar “masajes” que nadie te ha pedido.

Es más bien lo contrario de la “educación” y la “cortesía”. Y tampoco es caballerosidad. Entre otras cosas porque la última vez que miré, un caballero era alguien que respetaba a las mujeres y las trataba como a personas. Porque es que resulta que son personas.

Si tan cortés eres, párate a pensar si escuchas realmente a las mujeres en reuniones, si las interrumpes siempre cuando hablan o si las pones a tomar notas. Porque eso suena bastante descortés si se lo haces a un hombre.

Quienes ahora dicen estar escandalizados porque con las feministas no se puede hacer nada, no se dan cuenta de que en realidad no se han parado a escuchar, no sólo a las feministas, sino a las mujeres de su alrededor. Como esos clientes de Telefónica que se negaban a saber usar los servicios que ellos mismos contrataban, estos hombres se están infantilizando, quieren hacer pasar su negativa a evolucionar por una inutilidad física o intelectual y están abusando de la paciencia de los demás. Concretamente de la de más de la mitad de la humanidad.

Si los hombres, en lugar de ponernos a la defensiva y preservar una dignidad que en realidad no tenemos, considerásemos que de vez en cuando hemos sido unos gilipollas o hemos dejado que otros lo fueran sin decir ni pío, mejoraríamos mucho. No por ponernos a la altura de los tiempos, sino porque también aprenderíamos a ser mejores personas.

Y ya que eres tan cortés, a ver si cedes el asiento a una embarazada en el metro. O a una mujer con muletas.

2 comentarios en ““Ponme la novela, hija”

  1. En Japón está mal visto decirle a un anciano o mujer embarazada o a alguien que veamos que lo necesita,que le cedes el asiento.,
    Para no dañar su sensibilidad.,Los japoneses se levantan del asiento y lo dejan libre.

  2. Exclusiva .
    Noticias de un futuro pasado….ejem…de rosca…jeje.
    Rosa Díez llama a Felipe González ,Alfonso Guerra,Nicolás Redondo y Legina para comenzar las negociaciones de la formación de un nuevo partido para España.
    La propuesta de Rosa Díez es un partido con las siglas:
    A.S.N.N.A.
    (Ante Sánchez No Nos Arrodillamos).

    Si ésta noticia es cierta,No lo sé.
    Si ésta noticia no es cierta.No lo sé.
    Si ésta noticia no tiene abuela.No lo sé.
    Si está noticia no tiene visos de verosimilitud .Que Fernando me tiré la primera piedra.
    …JAJAJA…que nervios.

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