¿Por qué no nos confinan?

David Rodríguez

Tal como preveían la mayoría de los expertos, durante el mes de enero la pandemia ha causado estragos en toda España. La operación ‘salvemos las Navidades’ ha acabado casi con 10.000 víctimas mortales, muchas de ellas evitables, y una tasa de incidencia acumulada a 14 días que ha llegado a más de 900 casos por 100.000 habitantes, cuando el riesgo extremo se establece a partir de 250. Mientras otros países europeos han aplicado (y aplican) confinamientos domiciliarios y cierre de fronteras, España se ha quedado mirando hacia otro lado, normalizando cifras de hasta 700 muertes diarias. Mientras la estrategia de erradicación en gran parte de Asia y Oceanía ha demostrado que salva vidas y mejora la economía a largo plazo, el gobierno español ha actuado con una negligencia que meses atrás me hubiera parecido imposible. Mientras gran parte de la comunidad médica y científica imploran medidas más drásticas, el gobierno central y la práctica totalidad de los autonómicos se encuentran sumidos en una realidad paralela. Todo ello lleva a preguntarnos cuáles son las razones últimas de que en España no se aplique el confinamiento estricto que consiguió reducir significativamente las cifras de la pandemia durante la primera ola. Me gustaría explorar aquí algunas de las razones que pueden explicar este sinsentido.

En primer lugar, el cortoplacismo que siempre ha dominado la política española. Nuestros gobernantes casi siempre se han mostrado incapaces de tener una mirada a largo plazo, sobre todo en lo referente a los asuntos económicos. Nuestra economía especulativa, la dependencia crónica del ladrillo y del turismo, la falta de planificación industrial, la priorización de los beneficios financieros sobre el bienestar de la población, son sólo algunas de las muestras de esta visión estrecha, así como del escaso valor que tienen las vidas humanas de los más humildes en comparación con el rendimiento económico de los más fuertes. Durante la pandemia, la obsesión por salvar el verano acabó hundiendo el turismo, y la fijación por celebrar otras festividades ha provocado una auténtica tragedia, tanto en el ámbito de vidas humanas como en las pérdidas económicas. Da igual que hasta el FMI haya recomendado la vía de los cierres totales como mejor estrategia a largo plazo. Lo único que somos capaces de ver en el futuro es que algo externo como la vacuna resuelva todas nuestras miserias, y si existe la amenaza de nuevas variantes provocadas por la transmisión descontrolada del virus lo mejor es obviar las posibles consecuencias y seguir enquistados en esa percepción tan angosta de la realidad.

En segundo lugar, unos intereses partidistas malentendidos, concretados en unas elecciones catalanas a celebrar el 14 de febrero. Un auténtico dislate, primero por parte del govern de la Generalitat, que las convocó ese día teniendo numerosas advertencias científicas de que no sería viable, y luego por parte del TSJC, que mantiene la fecha para tratar de favorecer de este modo las opciones de determinadas opciones políticas. Llegados a este punto, llama poderosamente la atención que ni una sola fuerza política parlamentaria catalana exige medidas más drásticas contra en coronavirus, cuando según las últimas encuestas la mitad de la población española se muestra de acuerdo con el confinamiento domiciliario1.

Se pone aquí de manifiesto otro elemento de nuestra cultura política desde la Transición, que consiste en la cobardía para resolver los problemas mirando precisamente hacia el largo plazo, ya sea por pensar que es más popular no tomar medidas supuestamente molestas, ya sea por no criticar al socio de gobierno y permanecer callados para mantener ciertas parcelas de poder. Por eso hablo de intereses políticos malentendidos, porque se produce una disociación total entre buena parte del pueblo y la política, ya que no se ve representada por partido político alguno.

En tercer lugar, el desprecio hacia la ciencia que se encuentra en lo más profundo del ADN ibérico. No olvidemos que somos la cuna de la Santa Inquisición, que quemamos supuestas brujas en las hogueras, que rechazamos la Ilustración como amenaza a nuestras tradiciones, que tardamos un mundo en incorporar los avances técnicos que venían de la pérfida Europa. que hemos padecido cuatro décadas de dictadura, superstición, pan y circo. Esto se prolonga hasta nuestros días, con la endémica falta de inversión en I+D y con el desprecio a la mayor parte de la comunidad médica y científica que propone medidas más drásticas contra la pandemia. En Catalunya, ninguna fuerza política recoge en sus programas las sugerencias más repetidas de científicos de la talla de Álex Arenas, Salvador Macip u Oriol Mitjà, a los que se les tacha en ocasiones de agoreros, de catastrófistas o de tener no se sabe qué intereses ocultos. Los confinamientos cortos y estrictos, el teletrabajo o el tele-estudio brillan por su ausencia en el debate de campaña. Otra disociación muy grave, en este caso entre Ciencia (con mayúsculas) y política (con minúsculas).

He de reconocer que me dejo en el tintero otros factores que provocan que las políticas españolas sean tan endebles contra la pandemia, pero creo identificar tres de las más sustanciales. Me aterra la falta absoluta de empatía de nuestras fuerzas parlamentarias ante la tragedia que cada día se vive en nuestro país, y espero que tras las elecciones catalanas podamos sentar algo la cabeza y dejarnos asesorar un poco más por las evidencias científicas acumuladas.

1https://www.lasexta.com/noticias/nacional/barometro-lasexta-un-posible-nuevo-confinamiento-divide-a-los-encuestados-con-un-49-a-favor-y-un-50-en-contra_20210123600c36bb461e9900014da656.htm

Un comentario en «¿Por qué no nos confinan?»

  1. Y a pesar de todas las desdichas cuyo turbio origen socializa como responsabilidad colectiva es asombroso que ocupemos el lugar decimotercero entre los países industrializados y gocemos de una envidiable esperanza de vida , aunque es evidente que el gobierno de Sánchez y su desquiciado Vicepresidente miran constantemente hacia el pasado con nostalgia de su pobreza y de sus moscas ; no lo hacen porque mantengan posiciones socialísticas sino porque ellos son así: vagos e indolentes.
    ¿ Crisis migratoria ? Al muelle de un puerto canario. ¿ Pandemia ? A cogobernar toca ¿ Crisis económica ? Europa debe decidir.
    ¿ Deuda Pública ? Al BCE para que la mutual ice y a la vez la condone.
    Dice el economista Carlos Díez al respecto :

    « Pero también es un gran error técnico esa propuesta. ​Hace un año cené con Piketty en Madrid (que presentaba su último libro) y descubrí que no sabe nada de finanzas y lo que es un bono. Pero tras esta propuesta ya he descubierto que no sabe nada de nada. Su propuesta supone técnicamente un default​, como el que está negociando ahora Argentina. Para la deuda de las pymes hay una ley concursal pero no hay una ley para reestructurar deudas de países. Los procesos son complejísimos y duran años y durante ese periodo los países tienen problemas para financiar su deuda y su déficit público. ​España es el país del mundo que más ​default de deuda pública ha hecho y siempre éramos pobres en esos periodos. Los efectos los describe muy bien Piketty en su libro. La paradoja es que el economista referente en la lucha contra la pobreza hace propuestas que aumentarían la pobreza. Se lo expliqué aquella noche en Madrid pero: o no me entendió o no me quiso entender. No se cuál de las dos opciones me genera más preocupación »

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