Por un 15 de febrero sin extrema derecha, ¡votemos!

Juanjo Cáceres

Finalmente celebraremos elecciones el próximo 14 de febrero. Las vicisitudes relacionadas con su convocatoria las comentamos en un texto anterior. Hoy ya podemos hacer todo tipo de predicciones sobre cómo será Catalunya el día 15 o poner en marcha una labor evangelizadora que permita atraer el voto a nuestra fuerza política preferida, si es que la avalancha de deserciones de las mesas electorales no impide, por causa de fuerza mayor, el desarrollo de los comicios.

Pero personalmente me obsesiona más la llegada al Parlament de la extrema derecha. Ya está presente en otros hemiciclos, en particular en el Congreso de los Diputados. Estamos desde hace tiempo en un ciclo en que la extrema derecha es una realidad electoral con capacidad de obtener representación, pero ese ciclo aún no lo había atravesado Catalunya. Ahora, presumiblemente, sí que lo hará y aquí no valen simplificaciones que aludan a la presencia ya en el Parlament de otros partidos de derechas, porque lo cierto es que Vox juega en otra liga. Vox pretende destruir los consensos básicos sobre los que se asienta la democracia y el Estado de derecho. Es una fuerza que apuesta por dar marcha atrás al reloj de la historia y a los avances en derechos individuales. Que no tiene reparo alguno en mentir descaradamente siempre que lo considera conveniente y en promover el miedo y el odio. Ha habido en el Parlament políticos que han hecho discursos de extrema derecha, pero nunca antes una estructura política de extrema derecha, que es ni más ni menos que la tercera fuerza en el Congreso, había estado a punto de irrumpir en la cámara catalana.

El efecto que Vox puede tener sobre la política catalana tiene, además, un punto de imprevisible. Conocemos los efectos del choque de sensibilidades nacionales contrapuestas, porque lo vivimos intensamente, sobre todo en 2017, pero no es la identidad españolista de Vox lo que da un carácter patológico a su propuesta. Es el carácter retrógrado y antidemocrático de la mayor parte de su propuesta política, que ese nacionalismo español envuelve, lo que nos ha de preocupar. El nacionalismo español es el continente, pero las propuestas con que se presentan es el contenido y es lo que se traducirá, si tienen la oportunidad, en políticas efectivas. Oportunidad que, por falta de potencial electoral es complicado que puedan explotar esta legislatura, pero su influencia empezará a notarse en un Parlament que es probable que cuente con más partidos representados que el de la legislatura anterior.

Ante ese advenimiento, hay que reflexionar también sobre el choque de trenes que va a producirse con las fuerzas independentistas, esas fuerzas que en los últimos años han recorrido los trayectos que han recorrido. Hemos visto que en determinadas circunstancias el Parlament tiene la capacidad de tensarse hasta límites insospechados. Hemos visto que el choque nacional ha servido para enmascarar durante años y años la falta de acción de Gobierno y la falta de iniciativas legislativas. El Procesismo se ha mostrado especialmente eficaz como elemento de cohesión del electorado alrededor de dos grandes fuerzas independentistas y ha demostrado ser tanto más eficaz, cuanto mayor es el eco que encuentra en otros partidos para confrontar de forma vehemente sus posiciones políticas, por lo que si algo está garantizado, es que será un choque con estruendo.

Así las cosas, parece que esa nueva etapa que se abrirá el 15 de febrero podría estar llena de condicionantes adversos de los que ahora mismo somos poco conscientes: entrada de la extrema derecha en el hemiciclo, mayor crispación parlamentaria, proliferación de fake news, radicalización de posiciones… Si ello cae además en un Parlament dirigido por partidos que llevan años mostrando una baja capacidad de gestión y de ejecución en las distintas áreas, podemos profundizar aún más las fracturas, heridas y deficiencias existentes y sobradamente conocidas en la acción política catalana.

A diez días de poner las urnas, no parece tarea fácil prevenir la activación de ese círculo vicioso. Por eso creo, que el mejor mensaje que se puede dar hoy es el de llamar a la participación, una participación fuertemente desmotivada con motivo de la pandemia y los mensajes emitidos por gobierno y partidos desde los días de esa suspensión electoral posteriormente anulada por el TSJC. Hacer que el miedo no sea la puerta de entrada de Vox puede ser la tarea más importante en lo que queda de campaña.

El número de personas que combinan al mismo tiempo sentimiento ultranacionalista español y ubicación ideológica en la extrema derecha es muy bajo en Catalunya, por lo que cuanto más alta sea la participación, más complicado habría de ser que Vox ocupe un amplio espacio electoral. Los duros impactos económicos y sociales de la pandemia es improbable que se reflejen en un giro masivo del voto hacia Vox, como hemos visto en otros lugares con anterioridad, pero esta fuerza política puede quedar fuertemente sobrerrepresentada si la participación es muy baja. Por encima de cualquier otra consideración, este puede ser el principal riesgo político den estas elecciones.

El miedo a votar no puede ocultar los graves riesgos de no votar. El riesgo de Vox no es el único, pero sí que es con diferencia el más importante. Se han hecho elecciones en el marco de la pandemia, se van a celebrar de nuevo el 14 de febrero y se seguirán haciendo en adelante. ¿Cómo vamos a pedir a los partidos que no sumen con Vox, si nosotros mismos no somos capaces de volver a votar masivamente para que su resultado quede reducido a la mínima expresión?

Conocemos las medidas para prevenir los contagios y se han adoptado medidas para garantizar la seguridad del proceso, así como alternativas al voto presencial que pueden activarse hasta el 5 de febrero. Solo queda vencer el miedo a votar. Solo hemos de tener miedo a los que no quieren que votemos.

4 comentarios en “Por un 15 de febrero sin extrema derecha, ¡votemos!

  1. Hombre, así puesto, completamente de acuerdo. Ahora bien, el despropósito es de tal magnitud que, ya puestos… Es decir, me encantaría que las elecciones resultaran en un govern que pudiera hacer algo para mejorar la vida de los catalanes. Pero como que no lo veo. Incluso si ganara el PSC. Más me temo que Junts volverá a ganarle a Esquerra y someterla. Y la CUP exigirá la independencia y le darán el casi. Y Podemos seguirá a dos aguas. Y el PSC, primero, segundo o más bien tercero, no conseguirá no ya la Generalitat sino entrar en el govern. Y en este contexto tan catastrófico, no puedo evitar la tentación de ver el lado positivo de que VOX le hiciera un sorpasso al PP. Para que aprendan a no jugar con fuego que lo bestia prefiere el original. Pero sí, son pulsiones bajas que me asaltan de vez en cuando en plan cuanto peor, mejor, dado que mejor no parece posible…

  2. Vamos a ver el choque de 2 ficciones nacionales. Y tengo ganas de ver cómo queda la cosa en Ripoll dónde la otra extrema derecha tiene concejal.

  3. Yo espero que en Cataluña se consiga lo de «si la extrema derecha» porque ahi parece posible.
    En el resto de España -y ya si hablamos particularmente de Madrid-eso si, nos sobra y me temo que nos va a seguir sobrando.

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