Procesando

Senyor_J

Parece que fue ayer pero ha ido pasando el tiempo. Me refiero a ese día en que la Diada dejó de ser una ceremonia intrascendente celebrada a los pies de una estatua para convertirse en la máxima expresión de los anhelos de independencia de un amplio sector de la sociedad catalana.

Parece que fue ayer, pero han pasado años, varios años de reivindicaciones sobre las que ha cabalgado aquello que denominamos «Procés», a base de marcar hitos y quemar etapas sin que hasta el momento todo ello se haya traducido en un resultado tangible, más allá de los cambios en las actitudes políticas de unos catalanes y catalanas que, según indican los estudios demoscópicos, se van decantando de forma creciente hacia el deseo de un «estat propi». Ese anhelo romántico que durante años residió en la periferia política ha pasado a ocupar la centralidad, como muestra una realidad innegable: proclamarse independentista ha sido la condición necesaria, de hecho prácticamente la única, que ha permitido formar mayorías gubernamentales en Cataluña en las últimas legislaturas. Mediante esa aspiración, hasta partidos tan alejados el uno del otro como Convergencia (o como se acabe llamando ahora) y las CUP han tenido que entenderse lo suficiente como para verse obligados a pactar la gobernabilidad, ni que sea mediante la ingesta de un gran número de sapos absolutamente indigestos. Pero con bicarbonato o sin él, ahí los tenemos, ejerciendo el poder ejecutivo en la Cataluña postestatutaria y postcatalanista, seguros de que su independentismo garantiza que es más lo que les une que lo que les separa, porque ese es el mensaje que les llega desde sus electorados y desde el entramado de medios de comunicación catalánicos.

Parece que fue ayer, pero han pasado varias elecciones, muchas de hecho. Y con ellas los partidos han aprendido algunas cosas, lo que les lleva a intentar experimentos que les permitan cambiar la realidad a corto plazo. La diada de 2016 ha venido notablemente marcada por la decisión de Ada Colau de asistir a la manifestación convocada por la ANC, aunque desde una perspectiva crítica, marcando distancias y lanzando su propio discurso. Muchas personas, especialmente de su propio entorno, han criticado la decisión por incoherente, desde el argumento de que a aquel que va a una manifestación no le queda otra que asumir el mensaje de sus convocantes y de que aquellos que la vean por allí la van a identificar con el independentismo. Eso tal vez sea cierto pero en la complejidad del momento catalán, hay dos cosas más al menos a tener en cuenta. La primera, que Colau representa a En Comú Podem, la primera fuerza catalana en las elecciones generales y gran aspirante a convertirse en la primera fuerza catalana en unas autonómicas. Pero para que ello suceda, ECP no puede permitir que exista un bloque de partidos cohesionado alrededor de una única idea cuya unidad haga imposible formular gobiernos alternativos. Para Ada se trata de utilizar su capital político para acercarse a ese espacio, mostrar una hoja de ruta distinta del «processisme» y arrastrar de ese modo a una parte del mismo. O quizás se trata de adoptar un discurso independentista, que aunque tenga algún coste electoral, permita separar dos cabezas de la hidra «processista», ERC y la CUP, y conducirlas a un espacio de pacto para un gobierno alternativo. Además los Comunes han tomado buena nota de la experiencia fallida de Catalunya Sí Que Es Pot en las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015, cuando dicha coalición quedó atrapada en una duelo de contrastes entre el «processisme» y el jacobinismo que expresaban partidos como Ciudadanos, PP o PSOE, a pesar de sus invocaciones a un referéndum que no podían calar en la opinión pública porque el partido se disputaba en otras coordenadas. Ante el riesgo de volver a ser invisibles, Colau ha preferido tomar un camino distinto.

Parece que fue ayer que Pablo Iglesias llenaba el polideportivo de la Vall d’Hebron en Barcelona, pero han pasado muchas cosas desde entonces. A Ada Colau se sumará en la manifestación de la Diada una delegación de Podemos Cataluña, encabeza por su nuevo secretario general, Albano Dante Fachín. Con ese paso al frente se despiertan las alarmas en sectores de la organización, por un lado, por la escasa identificación de buena parte de la militancia con el «processisme», y por el otro, por el temor de desconectarse de esas capas sociales que en las dos elecciones generales han votado masivamente a ECP en las ciudades y poblaciones situadas en la periferia de la capital catalana o en el litoral barcelonés o tarragonés, entre otros lugares. Inquietud compartida, además, por otros socios de ECP como Iniciativa per Catalunya, que no acudirá. El recuerdo del cinturón naranja que surgió de las elecciones del 27 de septiembre en aquellas zonas sobrevuela y amenaza para muchos con reeditarse si se produce un acercamiento excesivo al espacio independentista. Quizás tengan razón, pero hay al menos dos cuestiones a no olvidar. Primero, no es evidente que una vez que el electorado ya ha votado en dos elecciones a ECP, ese electorado no ponga en valor otras características de dicha candidatura que le puedan seducir suficientemente. Segundo, que tampoco es evidente que, en un momento en que el «processisme» experimenta signos de agotamiento por su falta de resultados, ECP no pueda acabar consiguiendo lanzar una opa hostil a ese espacio y acabar arrastrando a una parte del mismo, significativamente mayor de la que se quede por el camino. Se verá.

Parece que fue ayer que el PSC era el otro gran partido catalán, pero esos días ya han quedado atrás, engullido buena parte de su espacio político tradicional tanto por ECP como por Ciudadanos. Su fragilidad ha conducido a su líder a ponerse tras las espaldas de Pedro Sánchez y a secundar el mensaje que vienen emitiendo los socialistas españoles en los últimos tiempos, pero ante la necesidad de no quedarse descolgados de lo que sucede en Cataluña con un discurso demasiado centralista que le encaja mejor a Ciudadanos que al PSC, el PSC empieza también a dar algunos pasos al frente distintos, acercándose a la línea de la solución de consenso y «consultista» propia de ECP. De ahí que sus textos en estos tiempos empiecen a aludir a la vía canadiense como solución del atasco territorial. Si el PSC se acaba poniendo ese traje es posible que le acabe quedando mejor que el que llevaba hasta ahora, le dejará en mejores condiciones de abordar unas futuras elecciones catalanas, por mucho que a otros les ponga nerviosos, y facilitará posibles acuerdos de gobierno en clave distinta a la meramente independentista. La experiencia de gobierno municipal conjunto entre PSC y Barcelona En Comú está sin duda ayudando a tender puentes y a acercar perspectivas políticas.

Parece que fue ayer que Ciudadanos asaltaba la escena política catalana, pero tras su éxito en las elecciones autonómicas, las posteriores no se le han ido igual de bien. Su misión seguirá siendo encarnar la defensa de la España unida con algunas pinceladas de modernidad que permitan seguir dándole viabilidad a ese discurso en un contexto de fuerte identificación con el independentismo entre gran parte de la población. Mientras el «processisme» no expire, es complicado que ello les permita algo más que conseguir ciertos buenos resultados formales, aunque de escasa utilidad para formar gobierno. Y a su estela seguirá ese PP con sabor añejo, que tan poco representa por aquí.

Son tiempos de cambio y de adaptación en el entorno catalán, ese puzzle cambiante que aspira que en algún momento sus piezas encajen con las del Congreso y pueda empezarse a hablar en serio y con rigor del autogobierno en Cataluña. De momento Rajoy no es presidente y ello todavía da esperanzas a aquellos que son totalmente conscientes que otra legislatura de cerrazón va a aumentar aún más la desafección y puedo incluso hacer hegemónica la voluntad de alcanzar un estado propio. En las últimas semanas se han hecho propuestas que podrían permitir abrir caminos en la búsqueda de una solución democrática para el modelo territorial, que en modo alguno puede alcanzarse sin una consulta en Cataluña. Que se abriera algún camino en ese sentido, por preliminar y exploratorio que fuera, sería una gran noticia.

7 comentarios en “Procesando

  1. Buen Post sí, y eso que soy de los que en mi asamblea de Bcomú no veía bien la asistencia de Bcomú a la mani independentista de la ANC, me puede mi formación: definición, proposición, teorema.

  2. Gracias. Ruego me disculpen el uso del futuro en lugar del pasado: es lo que tiene escribir sobre eventos antes de que se produzcan y publicar después. Mea culpa!

  3. Interesante. A mí lo que me gustaría en Cataluña sería un gobierno ECP, C´s y PSC. Como para el resto de España. Parece que soy el único que está por la labor pero me gustaría. En Cataluña C´s no es PP. Son jacobinos pero están por la labor de mejorar el sistema. Y ECP no es independentismo puro sino «derecho a decidir». Deberían ser compatibles bajo la premisa de trabajar sobre lo que les une y aparcar, o mitigar, lo que les desune. Como en el resto de España. No parece probable…

  4. Lo que llama la atención – más si cabe en este foro – es la ronca manía de apelar a un derecho que no encuentra amparo en ningún ordenamiento jurídico vigente.
    « Existe el derecho porque yo lo digo y además es lo correcto porque es lo democrático. »
    Pues no , no y mil veces no.
    El absurdo de contemplar dos legitimidades enfrentadas de igual valor ( una legal , otra producto de un invento ) se mantiene en las argumentaciones franciscanas de unos líderes que se reclaman pacíficos , sobre todo pacíficos y también democráticos. Lo de ser nacionalistas lo dejan para el final.
    Pero hay que insistir : NO EXISTE EL DERECHO A DECIDIR EN NINGUN ORDENAMIENTO JURÍDICO EN VIGOR.
    Y si esto es verdad, que lo es , el proceso está irrevocablemente condenado al fracaso. De hecho , no existe tal, como indicador de algo que va de un sitio a otro , su destino natural después de un proceso. El destino es la nada, que puede expresarse en su frustración tal vez con violencia , más o menos pasajera.
    Hay algo salvaje y poco civilizado detrás de esa afirmación ( un programa para gentes como Rufián ) ; una ruptura brutal con el presente , pero sobre todo , con un pasado de convivencia común.
    Aquí llegan los socialistas menos instruidos : « Acuerdo entre diferentes » dicen los cretinos que , además , son socialistas.
    El potencial criminógeno de sus boberías , mal pensadas , peor asimiladas y horriblemente transmitidas es inmenso.
    Es , en su reducción práctica , una ideología de odio al diferente , porque habla en general de diferencias , diferentes y deferentes , como los famosos conductos anatómicos.
    Se nota que no nace en sus cerebros , ni siquiera en sus think tanks. Nace como diseño tutti frutti en los equipos de imagen.
    Pero esos equipos no compadecen ante el público ; son parte del gasto ( nuestro siempre) de campaña.
    Como son irresponsables no verifican que sus discípulos asimilan el concepto. Han visto series en las que la “ gente » , esa nueva categoría política , utiliza ideas sofisticadas para ligar en un entorno cool.
    ( Podemos sabe bastante de esto último )
    Sánchez es la mejor representación de la bobería nacional light. Sus contradicciones se pudieron de manifiesto en un mitín con el dirigente de UGT , un anciano servil que veía todo en clave resistente ante el jefe del partido regional, un hombre consciente de los límites objetivos de su partido , y que se ha significado por la sensatez de pactar.
    Como siempre ocurre en los cambios de época , en el PSOE conviven estilos , ideas (pocas) y más que nada resistencias al cambio.

  5. De acuerdo con Mulligan con que el derecho a decidir – concepto bastante abstracto – no es tal derecho en ninguna parte. También coincidiremos, supongo, en que el hecho diferencial no está claro que sea ni hecho ni diferencial. Ahora bien, lo que importa es la voluntad democrática diferencial. Y parece que de eso hay un poco en Cataluña. Como lo había en Escocia, donde tampoco había derecho a decidir pero, por prurito democrático, Londres aceptó convocar un referéndum de independencia.
    Yo estoy en contra de los nacionalismos – español incluido – y a favor de la integración antes que de la disgregación. Y me parece que con las independencias mejor no jugar porque a veces acaban en guerra y cuando no, acaban en separaciones traumáticas y costosas.
    Pero si cientos de miles de catalanes se emperran de verdad en que quieren ser independientes, me parece que no hay otra que aceptarlo. Ojalá no sea el caso y para evitarlo me parece mucho más eficaz la vía Zapatero – nuevo Estatut – que la vía Ansar PP – súper bandera de España en Colón y me cierro en banda siquiera a hablar de más transferencias competenciales, por no hablar de reformas constitucionales federalistas. Lo de que el PP es una máquina de fabricar independentistas no es sólo un eslógan electoral: es cierto. Contar con un Tribunal Constitucional bastante desprestigiado por vicios de origen y funcionamiento sub óptimo, tampoco es buena cosa.
    Y en un momento dado quizás sería tácticamente bueno verles el órdago a los supuestos independentistas de Convergencia. Aunque sólo sea para que dejen de tener todas las excusas del mundo para esconder su corrupción e ineficiencia.

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