LBNL
Ya se que estamos en pre-campaña y que son inminentes la sentencia del Supremo condenatoria de los líderes indepes probablemente por sedición por la ausencia de violencia -obviedad comentada aquí desde hace mucho tiempo -y la exhumación del dictador- parece que el 21 de octubre, así que todavía queda tiempo para comentar.
Pero la ofensiva militar de Turquia -un aliado de la OTAN- contra las milicias kurdas que con ayuda de EE.UU. doblegaron al Daesh y desde entonces controlan el norte de Siria, ha incendiado Oriente Medio si cabe un poco más y requiere atención. De todos, porque a todos nos afecta. Baste mencionar la posibilidad de una nueva ola de refugiados sirios y cómo la de 2015 trituró consensos dentro de la Unión Europea y espoleó a la ultra derecha en muchos de nuestros países vecinos. Por ello, hoy mismo el Consejo de Ministros de Exteriores de la UE debatirá la cuestión y adoptará una posición común -si el veto de algún país descarriado no lo remedia- que incluirá también la espinosa cuestión de las exploraciones marinas que Turquía está llevando a cabo desde hace semanas en aguas de Chipre, miembro de la UE pero no de la OTAN, precisamente por oposición de Turquía, que también ha reforzado últimamente su presencia militar en la parte que controla de la isla.
Parecería que el “Sultán” Erdogan es quien lleva la iniciativa, pero al menos en Siria está jugando el papel de tonto útil de Putin. Puede que sea consciente y le dé igual porque una victoria contra los “terroristas” kurdos le libre de las crecientes dificultades políticas internas que afronta, incluida la creación de una escisión en su propio partido vista su deriva autoritaria. En todo caso, quién va a ganar de verdad es Putin. Por eso el viernes Rusia vetó que el Consejo de Seguridad de la ONU condenara la invasión turca. Pero su apoyo a Turquía es meramente coyuntural: a Rusia le viene muy bien la invasión para conseguir varios objetivos de una tacada, prácticamente sin coste alguno. Y después pondrá a Turquía en su sitio y mandará a parar.
En la larga y atroz guerra siria hay muchos actores y cada uno va a lo suyo. Siria lleva varios lustros siendo zona de influencia rusa y Putin pretende que siga siendo así en el futuro previsible, sin casarse con nadie, ni siquiera con la dictadura de Damasco y mucho menos con la teocracia iraní. Israel bombardea las tropas de ambos cuando lo considera oportuno. Hasta ahí todo normal. Lo que es más raro es que lo haga con el beneplácito de Putin, que consigue con ello reforzar su primacía en el campo de batalla frente a Irán y al régimen sirio, que de vez en cuando se atreven a tomar sus propias decisiones.
Irán apoyó al dictador alawita – una rama religiosa emparentada con el chiismo – sirio desde el principio y ahora tiene decenas de miles de milicianos chiítas desplegados en Siria. Su apoyo -también armas, petróleo y dinero- ha sido vital para la supervivencia de Bashar Al Assad. Pero cuando vio la guerra perdida por el apoyo a la rebelión de las monarquías suníes del Golfo, tuvo que ir a pedirle socorro a Putin que no despreció la oportunidad.
Rusia contaba con su base naval en Tartus y rapidamente mandó aviones, artillería y “asesores” que cambiaron el balance de fuerzas. En el otro lado, además, las milicias sirias tenían que enfrentarse al Daesh, que durante un largo período contó con la connivencia de Damasco -el enemigo de mis enemigos es mi amigo. Como entre las milicias suníes había de todo -una rama de Al Qaeda incluida- EE.UU. optó por apoyar a los kurdos de Siria para acabar con el Daesh. Y los kurdo-sirios, estrechos aliados del PKK kurdo-turco que, no olvidemos, está declarado como organización terrorista por EE.UU. y la Unión Europea, se dejaron la piel, con la ayuda inestimable de los bombardeos, armamento y consejeros americanos, pero también porque les iba su propia vida en ello. Para entonces el Daesh ya había dejado claro que no tiene ningún miramiento con los “infieles”…
Pero todo eso es historia, como también que EE.UU. ha tratado en los últimos tiempos de contener a Turquía, llegando incluso a situar sus tropas delante de las kurdo-sirias para imposibilitar el ataque y convenciendo a los kurdos de retirarse de algunas poblaciones. La semana pasada, sin embargo, Trump anunció la retirada de EE.UU. de Siria, algo que ya había intentado hacer en el pasado pero que el Pentagono había conseguido remediar. Aunque después ha declarado que no apoya la invasión turca, llegando incluso a autorizar la adopción de sanciones contra Turquía en el caso de que “se porte mal”, Trump justificó su retirada aduciendo que el Daesh ya estaba finiquitado y que, en todo caso, los kurdos no eran una prioridad para EE.UU.: “no nos ayudaron en Normandia contra Hitler” añadió en una muestra más de su inabarcable ridiculez. Y desfachatez: “si los miles de prisioneros del Daesh que tienen los kurdo-sirios en su poder se escapan, se irán a Europa, que debería haberlos repatriado hace tiempo, así que no es nuestro problema tampoco”. Al carajo la alianza transatlántica.
Erdogan contaba con el beneplácito ruso desde hacía tiempo y no tardó nada en empezar a bombardear las poblaciones controladas por los kurdo-sirios al otro lado de la frontera, que han empezado a caer una a una. Lo que, y aquí ya nos adentramos en el terreno de las especulaciones, hará que muy pronto los kurdo-sirios pidan socorro a Rusia, que sin duda intervendrá para que Turquía detenga su avance, algo que la Unión Europea y el resto de la comunidad internacional -EE.UU. incluido- ya está exigiendo. A cambio, los kurdo-sirios tendrán que aceptar la tutela de Moscú para mantener un cierto nivel de auto-gobierno dentro del Estado sirio. Y Damasco tendrá que tragar porque Rusia le obligará a ello negándole su imprescindible apoyo militar. El patronazgo sobre los kurdo-sirios le vendrá bien también a Moscú de cara a Teherán, que tiene su propia insurgencia kurda dentro de Irán y que siempre podría refugiarse en las zonas kurdo-sirias si los iraníes le ponen las cosas dificiles a Rusia.
En compensación, Rusia seguirá apoyando la ofensiva siria contra la última zona controlada por las milicias sunitas en el oeste de Siria: la región de Idlib. Ahí es Turquía quien las defiende de las tropas del régimen pero últimamente está perdiendo terreno y con su ofensiva en el norte le será todavía más difícil mantenerlo. De nuevo, el apoyo militar ruso seguirá siendo imprescindible para Damasco e Irán.
Pero seguramente el objetivo más importante de Putin era enviar al mundo entero el mensaje de que EE.UU. no es un socio de fiar: mejor les habría ido a los kurdos sirios si se hubieran arrimado a Rusia desde el principio y no a un supuesto aliado que les deja tirados en cuanto han “acabado” el trabajo. Hasta Israel ha empezado a poner sus barbas a remojar, especialmente porque Trump tamibién hizo un comentario rebajando la importancia del conflicto israelo-palestino.
La misma sensación tiene el gobierno afgano mientras ve como EE.UU. negocia con los talibán dejándoles al márgen. Era evidente casi desde el principio de la guerra en 2001 que la paz en Afganistán pasaba por llegar a un acuerdo con los talibán para que respetaran un mínimo de derechos humanos y no albergaran a grupos terroristas islamistas como Al Qaeda. Lo malo es la motivación de Trump: quiere llegar a un acuerdo para poder cumplir su promesa de traer las tropas a casa, cosa que Obama no fue capaz de hacer. Los talibán lo saben y negocian desde una posición de fuerza. Y el gobierno afgano tiene pavor al día después de que los americanos se vayan. Como el resto de los países de la OTAN que mantienen tropas en Afganistán, que no ven nada clara la posibilidad de mantenerlas por sí solos y menos aún la utilidad de hacerlo si EE.UU. se desentiende de todos los esfuerzos hasta la fecha.
Arabia Saudí es harina de otro costal porque su suministro petrolero es vital para la economía mundial. De ahí que Trump acabe de ordenar el despliegue de unas 1.800 tropas adicionales para hacer frente a la amenaza de Irán. Pero Teherán ya dejó claro hace poco que Riad es un gigante bélico con pies de barro, incapaz de responder al ataque a sus refinerías dada su fragilidad frente a ataques menos contenidos. Es casi la única buena noticia en la zona porque los saudíes saben que EE.UU. puede atacar a Irán pero también que no puede defenderles: a Trump no se le pasa por la cabeza desplazar a los centenares de miles de soldados (500 mil fueron necesarios para liberar Kuwait) que serían necesarios. Además, Irán no tiene ninguna intención de invadir: solo pretende que EE.UU. deje de estrangular su economía imponiendo sanciones a todo aquel que compre su petróleo. No lo descarten. En septiembre Trump estuvo a punto de reunirse con el Presidente iraní durante la Asamblea General de la ONU. Como ya lo ha hecho en varias ocasiones con el de Corea del Norte. Para él, que nunca ha dejado de estar en campaña electoral, todo vale con tal de llegar a un acuerdo que pueda vender como mejor que el conseguido por Obama.
Espero haber sido capaz de explicarme. Y si no, pregunten a otro porque es muy complicado. Pero que los árboles no les dejen ver el bosque: el ganador del caos en Siria es indiscutiblemente Putin. Mala cosa. Que le pregunten a los ucranios. O a los rusos. O a ustedes: ¿Cuándo fue la última vez que compraron algo producido en Rusia que no fuera petróleo o gas o armas? A Putin le da igual el bienestar de su población y el de la de los países que tiene subyugados -añadan Georgia, Moldavia, Armenia y Azerbayán a la lista. Solo le interesa mantenerse en el poder e imponer el respeto que merece la gloriosa Madre Rusia. Y a Trump, en el fondo, le parece muy bien.
Recen porque el impeachment progrese sólida y rápidamente…
Les supongo a todos leyendo los 400 folios de la sentencia 🙂
Felicitación a LBNL por su excelente artículo. Se ha explicado estupendamente.
Cierto . Excelente artículo que aclara ese avispero en donde no acaba de caerme bien nadie.