Queda mucho todavía

LBNL

Felicitemonos por el fin del Estado de Alarma, que responde a una mejoría general clara en el número de nuevos infectados, ingresados en hospitales y fallecidos, pero no se relajen porque la ruleta rusa está lejos de terminar y en muchas partes del mundo la pandemia está aún en fase incipiente. Tuvimos la mala fortuna de estar entre los primeros a los que impactó de lleno. Reaccionamos un poco más rápido que Italia pero los que venían detrás pudieron un poco más rápido que nosotros, y en Europa eso se ha traducido en una menor letalidad por millón de habitantes. Con las vergonzosas excepciones de Reino Unido y Suecia, que optaron por una política alternativa, a todas luces arriesgada y, a la postre, absolutamente desastrosa. En el resto del mundo la mayoría ha hecho lo que ha podido pero con resultados mucho menos eficaces dada la falta de medios. La nota discordante la ha puesto, sin duda, EE.UU., que si podía haber adoptado medidas mucho más contundentes, especialmente cuando Nueva York fue impactado de pleno, y solo lo hizo a medias. Como también Brasil, donde Bolsonaro ha emulado a Trump enfrentando su irresponsabilidad contra los gobernadores que, en general, si han hecho lo que se debía. El caso es que la pandemia sigue rampante en gran parte del planeta y el riesgo de sufrir una segunda ola es evidente. Y mientras no se descubran un tratamiento y/o una vacuna eficaces, el riesgo seguirá estando presente, también en nuestro país. Porque no se olviden de que los brotes se descubren cuando ya han sido muchos los que se han contagiado sin saberlo, siendo por otra parte la prudencia en los comportamientos la mejor forma de contenerlos, lleguen a no infectados “importados”.

El principal problema es que parecemos incapaces de hacer lo que debemos si no estamos sometidos a una presión fuerte y constante. Durante décadas sabíamos que ponerse el cinturón de seguridad disminuía considerablemente el riesgo de fallecer en accidente de tráfico, pero la mayoría hacía oídos sordos. ¿Recuerdan cuando los taxistas exigían que no se les aplicara la obligación por la incomodidad que les suponía conducir con él todo el día? Fue necesaria una combinación de concienciación social – campañas publicitarias, coerción – multas, y regulación – obligación de que los fabricantes incorporaran las molestas alarmas que ahora llevan todos los coches de serie. Y tuvieron que pasar años para que, actualmente, a todos nos parezca una irresponsabilidad absoluta circular sin él, también en los asientos de atrás, que antes ni siquiera disponían de ellos.

No nos han puesto las imágenes de las UCIs llenas de gente ahogándose ni tampoco las de los fallecidos apilados en las morgues. Ni siquiera nos hemos visto expuestos a los entierros y las lágrimas de los familiares, que en su inmensa mayoría no podían dar el último adiós a sus amigos y familiares. Hemos visto, eso si, muchas cifras y muchos aplausos, también a los que se recuperaban pero, por las razones que sean – probablemente sabias – no le hemos visto realmente las orejas al lobo. Si, sabemos de muchos enfermos y lo mal que lo han pasado algunos, y suerte tendrán ustedes si no cuentan algunos fallecidos entre sus familiares y amigos. Pero a juzgar por cómo se han llenado las terrazas, parques y playas a la primera de cambio, parecen ser muchos los que sienten que lo peor ha quedado atrás.

Es saludable que sea así porque vivir con miedo es un horror paralizante. Y ni la economía puede permitirse seguir a ralentí, ni nuestras vidas valen la pena si no podemos disfrutar de nada. Pero conducir sin cinturón es de imbéciles, incluso si vamos solos por la carretera y circulamos despacio. Por lo mismo, no acabo de comprender por qué el gobierno no impone la obligación de portar mascarilla en sitios públicos. Aunque todavía quedan demasiadas cosas por entender de este maldito virus y sobre cómo se contagia, todo apunta a que llevando mascarilla se reducen sensiblemente tanto la probabilidad de contagiar como la de ser contagiado, sea el modelo que sea. Y no entiendo tampoco por qué la oposición no lo reclama y hace bandera de ello, denunciando al Gobierno por no imponer su uso.

Hay muchas otras medidas que deberían adoptarse con urgencia para prevenir el riesgo de volver al trágico pasado reciente: dispensadores de gel por doquier, tests previos a todos los viajeros que vayan a subir a un avión, tren, autobús o barco, limitaciones estrictas de número de personas y duración para las reuniones en espacios cerrados, etc.

La lógica contraria es, por lo demás, impepinable: la inmensa mayoría de los infectados antes del confinamiento se ha curado o ha fallecido, por lo que tiene que ser necesariamente muy bajo el número de infectados ahí fuera. Además, manteniendo algo de distancia y alterando mínimamente algunos comportamientos (no besos, no abrazos), reducimos todavía más el riesgo. Además, como esto es como una gripe, con el calorcito del verano el bicho desaparece, al menos hasta otoño. Y encima, no soy viejo ni estoy pachucho así que, si me llegara a infectar, lo más probable es que me diera muy flojo o ni me enterara, así que para qué exagerar…

¿Les recuerda a algo? Me refiero, claro está, a la actitud de la mayoría antes del Estado de Alarma, incluídas las decenas de miles de personas que acudieron a las manifestaciones del 8M, al mitin de Vox en Vistalegre y a tantas otras concentraciones públicas – partidos de fútbol incluídos – que tuvieron lugar cuando ya había suficientes motivos para extremar las precauciones.

Me encantaría equivocarme pero me temo que no serán pocos los que volverán a arrepentirse de haber tirado la casa por la ventana, aunque solo sea porque en pocos días reabrimos las fronteras. A mí, se me pilla el virus, no será por no llevar la mascarilla puesta o no llevar un frasco de gel en el bolsillo, eso desde luego. Y de paso, podré presumir de civismo al reducir el riesgo de contagiar yo a nadie.

4 comentarios en “Queda mucho todavía

  1. Muy oportuno el artículo de hoy con su profiláctica y necesaria conclusión : a la calle sin miedo y sin olvidar gel y mascarilla.
    Increíble por otra parte el escaso control en aeropuertos. Y emocionante el reencuentro entre amigos y familias. Un comienzo de verano prometedor.

  2. Hoy me alineo mucho con el post de LBNL.

    Yo diría que, como ha pasado la emergencia sanitaria, pues ahora tenemos esa sensación optimista. Incluso antes. Yo he ido percibiendo como a las fase 0 basicamente lo que ha sobrevenido es un «desfase». Más vale que el «bicho» ande muerto, porque nosotros más allá de ponernos mascarilla -si es que llevan la nariz dentro, claro- no vamos a hacer.
    Pasado el pico de mortalidad, se ha vuelto a imponer la lógica de la actividad empresarial ( es muy interesante por las multiples reflexiones que puede suscitar, aunque queda, por fuerza, para otro dia, como basta con quedarse en casa -aun consumiendo desde ahí lo que quieras- para poner los sistemas economicos mundiales patas arriba ) . También se ha impuesto la comodidad del usuario
    La primera razón tiene ,al menos, una lógica y devuelve réditos -aunque implique que dejes pasar a miles de turistas del pais más contagiado y que menos medias ha tomado sin ningún tipo de cuarentena [madre mia]-. La segunda no. Confiar en que, sin más, va a haber un cumplimiento generalizado de las recomendaciones por «responsabilidad» es hacer oídos sordos a la experiencia reciente.
    Esperemos que baste. Que el que una parte (cuanto mas grande mejor) de la población se ponga mascarillas la mayor parte del tiempo y se de gel hidroalcoholico baste, porque ni de las playas ni de las terrazas nos vamos a ir.

  3. Si el peligro está en los contagios asintomaticos y estos son jóvenes que no respetan las normas de distanciamiento ,uso de mascarillas e higiene elemental,tenemos un problema mucho más grave que el de la pandemia en si.
    Y ese problema es que hemos fallado en darles la educación más elemental.
    Convertirlos en personas irresponsables y el darles una forma de ver la libertad ,fuera de la realidad.y un sentido de la inteligencia más cerca de la estupidez que del sentido común.
    Siento vergüenza ,mucha vergüenza .

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