Rajoy no da tregua a Zapatero

José María Calleja

Por si quedaba alguna duda después de la inasistencia a la manifestación del pasado sábado en Madrid, Mariano Rajoy dejó claro en el Congreso que, de aquí a las elecciones generales, no dejará de utilizar el terrorismo como arma arrojadiza contra el Gobierno. Rajoy dijo en Mayo de 2005 que Zapatero había “traicionado a los muertos� y le espetó el pasado lunes: “Si usted no cumple, le pondrán bombas; si no le ponen bombas, será porque ha cedido�. Son dos frases que certifican su definitivo abandono del centro político. De la misma forma que en la legislatura del 93-96, el PP se ha montado en el endemoniado asunto del terrorismo para sacudir estopa al Gobierno. Esta actitud enlaza con los sectores más ultras, que pretendían hacerle la agenda a Rajoy y que ya pueden darse por satisfechos en su empeño.

Cuando los inmigrantes ecuatorianos convocaron una manifestación en solidaridad con las dos humildes víctimas del terrorismo, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, Rajoy dijo que hasta que no supiera el lema, no decidiría si iba o no a la manifestación. Cuando se sumaron a la convocatoria UGT y CC.OO, Rajoy dijo que quería conocer el manifiesto. Cuando se sumaron socialistas y colectivos cívicos, varios centenares, Rajoy dijo que en el lema faltaba la palabra libertad. Cuando se incluyó la palabra libertad, Rajoy dijo que había que desconvocar la manifestación.

Un minuto después de celebrarse la manifestación por la libertad, la vida, la paz y contra el terrorismo –con la clamorosa ausencia de Rajoy, Gallardon, y Aguirre, entre otras clamorosas ausencias–, Rajoy corrió veloz a apoyar la contramanifestación que ahora se nos convoca para “dar una oportunidad a los demócratas a manifestarseâ€?; lo cual debe querer decir que ninguno de los que asistimos a la manifestación del sábado 13 en Madrid éramos demócratas.El lunes 15, en el Congreso de los Diputados, un Zapatero todavía golpeado por el atentado ofreció su autocrítica, reconoció que era un error haber proclamado su optimismo cuando la furgoneta cargada de muerte debía estar a un par de horas de entrar en Madrid, y propuso un nuevo pacto antiterrorista, después de elogiar emocionadamente la actitud de Josu Jon Imaz, ferozmente criticado por la banda asesina.Frente a esa postura de Zapatero, Rajoy leyó lo que traía escrito de casa, no escuchó y lanzó una serie de ataques brutales contra Zapatero, como nunca antes había hecho ningún dirigente de la oposición con el presidente del Gobierno después de la ruptura de una tregua.

¿Qué puede haber de positivo tras esta nueva frustración? Pues la evidencia de que dentro del mundo abertzale la bomba también ha golpeado a los más posibilistas, a los que creyeron que esta era la buena ocasión para cerrar el capitulo de las muertes y empezar a hacer política. Patxi Zabaleta explicaba hace unos días que ese mundo, por ser sectario y vivir como un frente de resistencia, tiene una enorme capacidad de tragar, no tolera la critica interna y tarda extraordinariamente en hacer la digestión de la realidad; pero al final, digo yo, la hace. El propio Zabaleta es el resultado del hartazgo de la violencia. No va a salir gratis esta descomunal bomba en el mundo abertzale. Habrá fisuras y desafecciones. Al tiempo.

La otra nota positiva es el cambio de postura del PNV respecto de la época de Lizarra, cuando se embarcó con la banda en la creación de un frente nacionalista para sacar del tapete político vasco a populares y socialistas. Hoy, Josu Jon Imaz está involucrado de buena fe en el proceso para el final del terrorismo, sin partidismos y con generosidad. No así Ibarretxe, que no pierde ocasión de salir en la foto y gesticular.

De aquí a las generales, el PP va a pegar en la ceja del PSOE y, si ello es posible, aumentará aún más la presión contra Zapatero con un argumentario que ya está expuesto: Zapatero no vale para acabar con el terrorismo; luego, si queremos acabar con el terrorismo, hay que quitar a Zapatero. Zapatero entró por un atentado y saldrá por otro, dicen los más hooligans.

Rajoy podría llegar mañana al Gobierno –dan ganas de decirle a Zapatero que se vaya y le deje el sitio, para que cese la crispación–, pero un minuto después de llegar a la ansiada poltrona, Rajoy debería contestar a esta pregunta: ¿A qué punto llevaría el proceso de final del terrorismo? ¿Lo situaría antes del 24 de Marzo? ¿Lo llevaría a la época de atentados continuos? ¿Reclamaría el apoyo de todos los que ha despreciado ahora?

Zapatero no tiene mucho margen de maniobra. Queda poca legislatura y su afán por un final dialogado ha sido sepultado en Barajas. Las líneas de confianza han sido también dinamitadas y la opinión pública rechazaría nuevos intentos de concretar contactos o abrir nuevas aproximaciones. Le queda aguantar lo mejor que pueda la ofensiva infernal que está esplegando Rajoy y que cuenta con la aquiescencia de los radiopredicadores.

La banda terrorista puede ahora lanzarse a una nueva oleada de atentados o tratar de abrir una vía de solución. En cualquier caso, ha defraudado a una porción de sus seguidores y no podrá esconder que su tiempo ha terminado. Lo único que le queda es anunciar su disolución.Para los ciudadanos de a pié se abren dos años de más crispación, en los que Rajoy aprovechará el terrorismo para ganar las elecciones y Zapatero deberá explicar que una cosa es equivocarse y otra que te hagan responsable de una bomba que tú no has puesto.

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